“El libro se llama La última mirada porque hemos sido los últimos a los que vieron antes de dormirlos farmacológicamente o para siempre”

Martes, 15 de diciembre de 2020

por diariodicen.es

Fátima Trinidad es enfermera en la UCI del HUFA desde hace más de dos décadas. Cuando comenzó la pandemia decidió alojarse en un hotel para alejarse de sus padres e hijas y evitar contagiarlos. El bolígrafo se convirtió su fiel confidente y decidió contar todo lo que veía en su trabajo en el hospital y todo lo que le contaban sus compañeros, familiares, amigos y gente anónima. La última mirada es un fiel reflejo de lo que han vivido trabajando en estos tiempos inauditos.

La enfermera Fátima Trinidad con su libro
La enfermera Fátima Trinidad con su libro

-Pregunta: ¿Cómo reaccionasteis cuando surgió la pandemia por el covid-19 en el hospital?

-Respuesta: El hospital iba cambiando día a día. Primero, abrimos más camas en la UCI, hasta entonces nuestra capacidad era de 12 camas; pasó a ser de 16 más dos camas en una sala de marcapasos contigua. La unidad de Reanimación también dejó su actividad asistencial para recibir pacientes covid-19. En apenas unos días, el Hospital de Día Quirúrgico y el Hospital de Día Médico se transformaron para asumir pacientes. Llegamos a habilitar unas 45 camas de UCI utilizando los respiradores de quirófano y algunos nuevos que nos llegaron. Vinieron compañeras de todas las unidades con experiencia en UCI para sacar “Turnos sin final” (nombre de un relato). En la Urgencia, la sala de familiares pasó a ser una Observación, incluso con mobiliario donado por colegios. En los pasillos había pacientes jóvenes en sillones. No se disponía de camas para todos. Íbamos a trabajar y no sabíamos qué cambios nos encontraríamos.

En el relato “Guerreras azules” doy las gracias a los compañeros de quirófano que durante semanas nos ayudaron “… sacando turnos frenéticos, imposibles, sin apenas reconocernos por exigencias de protocolo. Hemos peleado juntos mostrando lo mejor de cada uno, venciendo los problemas en equipo, no un equipo cualquiera, un equipo humano irremplazable, trabajador como el que más…; GRACIAS a cada uno de vosotros por esas manos enguantadas desbordando ayuda, esos imaginados abrazos, esas miradas atentas, esos corazones latiendo juntos”

-Pregunta: ¿Crees que se empezó a actuar tarde?

-Respuesta: Creo que en febrero nadie sabía lo que iba a suceder en las últimas semanas de marzo y primeras semanas de abril. Vivimos una guerra en la que todos podíamos, y todavía a día de hoy, podemos ser víctimas del enemigo.

-Pregunta: ¿Qué te llevó a escribir el libro La última mirada?

-Respuesta: Estuve alojada en un hotel durante dos meses. Mis padres viven conmigo y con mis dos hijas adolescentes. Mi madre tiene Alzheimer y me alejé para evitar contagiarlos. En marzo no conocíamos tanto al virus como hoy. En la soledad de las cuatro paredes del hotel, el bolígrafo se convirtió en mi amigo, mi confidente, él tomó la palabra por mí. Necesitaba escribir sobre todo lo que veía y lo que me contaban mis compañeros, familiares, amigos, gente anónima.

Escribir me ayuda a expresar sobre lo que vivo trabajando de enfermera en estos tiempos inauditos.

-Pregunta: ¿Qué se va a encontrar el lector?

-Respuesta: Mi cabeza ha imaginado una paleta de colores y relacionado cada uno de ellos con un sentimiento: negro con muerte; rojo con amor; amarillo con alegría; verde con esperanza; gris con tristeza. Para que resultara más cómodo hablar sobre lo vivido, prácticamente a toda la gente que me ha regalado una historia le he ofrecido mi paleta de colores emocional, para que pudieran elegir los colores con los que teñir sus experiencias personales.

La única intencionalidad de este libro es ayudar a la gente a expresar lo que llevan dentro a través de su lectura, trasladando al lector todas esas emociones de mi paleta emocional.

-Pregunta: Estuviste como enfermera en primera línea. ¿Fue duro? ¿Cuál dirías que fueron los mejores y peores momentos?

-Respuesta: Muchísimo. Llevo más de dos décadas trabajando en UCI y jamás había sido testigo de tanto dolor y sufrimiento. Se me agotan las palabras, porque no se pueden describir esas dos últimas semanas de marzo siendo coherente con los hechos ocurridos.

Hay infinidad de buenos momentos: cuando ves que los pacientes ganan la lucha al ventilador mecánico; en el relato “Un paréntesis” hablo de mi primera extubación. En el relato “Solidaridad”, dos compañeras, sus familias y amigos nos hacen llegar crema hidratante para los pacientes, gorros, EPIs elaborados por grandes costureras, alimentos y bebidas para nuestros turnos extenuantes. Esas videollamadas a las familias llenas de emoción; en el relato “La videollamada” hablo de una de ellas. Las palabras de ánimo escritas en papel que nos hacía llegar la gente, reflejadas en “Palabras anónimas”. Los dibujos de niños de apenas 5-6 años que inundaban la UCI, descritos en el relato “Loretxiki”. Ese compañerismo desbordante por muy duros que fueran los turnos. Esas miradas de agradecimiento, esas lágrimas de emoción de los pacientes supervivientes y un largo etcétera de grandes e inolvidables momentos.

Los peores momentos fueron cuando no había suficientes manos ni ventiladores mecánicos para salvar a todas las personas con una historia de vida. Morir en soledad, esta pandemia nos ha recordado que necesitamos tocarnos, abrazarnos, besarnos. En el relato “Me llamo soledad” personifico a la soledad y escribo “… Es muy doloroso para mí ser la última en decir adiós. No me dejéis entrar, exigid que os dejen despediros de alguien a quien amasteis, a quien admirasteis, con el que os peleabais… Da igual, el dolor se reduce si os tocáis antes de iniciar un viaje distinto a la vida”.

El libro se llama La última mirada porque nosotros hemos sido los últimos a los que vieron antes de dormirlos farmacológicamente o para siempre.

Portada del libro La última mirada
Portada del libro La última mirada

-Pregunta: ¿Crees que se ha valorado lo suficiente el trabajo de los profesionales sanitarios durante esta crisis sanitaria?

-Respuesta: Seguimos con ratios enfermera/paciente que no corresponden con la media europea. Si añadimos a la situación sanitaria excepcional, cargas de trabajo de enfermería por encima de las ideales para cuidar mejor a los pacientes y mimar a los profesionales, han suspendido los responsables de valorar nuestro trabajo. En el relato “Concordia” hablo más a fondo de cómo nos gustaría que se nos valorase.

-Pregunta: ¿Crees que los profesionales sanitarios tendrán secuelas cuando todo este termine? ¿Cambiarán sus condiciones laborales?

-Respuesta: Sin ninguna duda. Una de mis compañeras enfermeras con el apoyo de psicólogos de la URJC pasó una encuesta en primavera en la que se confirmaba que el 65% de los profesionales había sufrido en mayor o menor medida, síntomas de estrés postraumático. En el relato “Emociones “ doy unas pinceladas sobre ellos. “…Nuestros pies permanecen en tierra, las cabezas sin embargo, traen a escena rostros de pacientes moribundos, compañeros extenuados; secuencias de un ingreso, secuencias de un decúbito prono, secuencias de una despedida solitaria. El repertorio es inagotable … ; visualizo imágenes de un día de trabajo en el que a mi mochila emocional ya no le caben más dolor y sufrimiento. El miedo se sienta a mi lado…”

Si a estas alturas de la pandemia no han mejorado nuestras condiciones laborales, dudo que se produzca en los próximos meses.

-Pregunta: ¿Alguna anécdota que recuerdes de estos meses?

-Respuesta: En el libro hay 96 relatos de historias reales, todas con palabras de amor e incluso esperanza, por muy duros que resulten algunos. Una de las que me llamó mucho la atención fue una compañera celadora en un turno de finales de mayo. Le comenzaron a temblar las manos cuando estaba un rato sin tocar a los pacientes. En el relato “Tus manos” escribo “…el horror no desaparece por pestañear más rápido, por cerrar los ojos para no ver la realidad o callar lo padecido, para que las palabras no duelan tanto … Recorres la unidad buscando piel a quien ayudar, tus manos necesitan ese contacto. Me has contado que tus manos tiritan, y no es de frío. Se sienten vacías, te avisan de su desconsuelo…”

Podría seguir escribiendo pequeños fragmentos de cada relato porque todos tienen un corazón latiendo entre sus líneas.

-Pregunta: ¿A quién va dirigido y dedicado el libro?

-Respuesta: El libro tiene una dedicatoria muy especial que transcribo:

“A mi madre por regalarme su sensibilidad. Intento cuidarla como se merece en sus últimos años de vida. Mi amor te abraza. A mi padre por ayudarme a elegir la libertad para seguir viviendo. Siempre a tu lado.
A mis dos hijas, Nerea y Silvia. Cada día me enseñan qué es la generosidad. Nosotras no sabemos lo que es rendirse. Os amo a rabiar.
Al amor de mi vida. Por todo lo que me haces sentir. Nunca es demasiado porque ya hemos tenido suficiente. Eres mi amor bisiesto.
A todas las personas que amo, sin vosotras estaría perdida. Gano más vida cada día.
A todos los que no verán brillar el sol; a sus familiares y amigos por sufrir el dolor en soledad.”

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