Enfermería en dermatología: abordaje de las enfermedades de la piel y prevención cutánea

Lunes, 20 de julio de 2020

por diariodicen.es

“La piel es la carta de presentación de una persona. Esta piel, alterada, repercute con un gran impacto psicológico e incluso social en forma de baja autoestima o rechazo, con estigmatización ante la creencia de que aquella pueda ser contagiosa, lo que da lugar al aislamiento del entorno”, explican Federico Palomar, enfermero y doctor en Ciencias de la Salud por la Universidad Católica de Valencia, y Begoña Fornes, enfermera responsable de la Unidad de Úlceras y Heridas en el Hospital General Universitario de Valencia y, respectivamente, director y codirectora del máster en Deterioro de la Integridad Cutánea, Úlceras y Heridas del mismo centro universitario.

Son diversas las enfermedades que afectan a la piel y los pacientes dermatológicos necesitan mucho apoyo familiar y de amigos, continúan ambos, también se les informa del apoyo que pueden recibir de la Asociación Nacional de Enfermería Dermatológica (ANEDIDIC), así como de entidades “como Acción Psoriasis, Asociación Melanoma España, Federación Española de Lupus, Asociación de Familiares y Pacientes de Dermatitis Atópica o, entre otras, la Asociación DEBRA”.

El paciente dermatológico

Gran parte de los casos que tratan estos dos enfermeros revisten cronicidad, son “pacientes con los que se llega a tener una intercomunicación continua y gran afecto”, destacan. Cuando el proceso crónico atraviesa fases asintomáticas o experimenta mejoras en el dolor o el prurito, la persona afectada “olvida o se cansa y abandona las recomendaciones de su autocuidado”, por lo que siempre se ha de incidir en estas pautas mientras se aplica un procedimiento, por ejemplo, de cura de úlcera o terapia con UVB, y evaluar “reforzando esos hábitos de vida saludables adecuados a su enfermedad”.

La mejor herramienta con la que se cuenta, en lo que respecta a los pacientes crónicos, para la adherencia a los tratamientos, insisten, es una buena intercomunicación, justificar que existe evidencia de que el abordaje es el correcto, “escuchándolos y haciéndoles partícipes de las medidas que se han de seguir para su mejoría, de que sin su apoyo no podremos dominar la enfermedad. Las patologías son crónicas, pero no por ello debemos tirar la toalla, sino convencer al paciente de que debe saber convivir con la dolencia”.

Para ello, las principales labores de las enfermeras que ejercen en este ámbito pasan por la promoción de la salud con una buena información a los pacientes sobre la prevención del fotoenvejecimiento cutáneo como mal menor, y esto lleva, directamente, a la prevención del cáncer de piel, apuntan Palomar y Fornes. A su vez, por la información según las patologías cutáneas, la mejora del estado nutricional y “cómo no, saber cómo mantener la hidratación de la piel por medio de cremas, lociones, pomadas, etc.”.

“Es importante detectar en el paciente problemas que puedan influir negativamente en el control de su enfermedad, y derivarlo a otros profesionales de salud o a su dermatólogo”, señalan. Existen determinadas herramientas como cuestionarios y escalas, que permiten valorar la calidad de vida del paciente, el estado emocional o la severidad del prurito, entre otras, en el paciente dermatológico. Herramientas muy utilizadas en la psoriasis y la dermatitis atópica.

Las técnicas que se aplican con estos pacientes “varían de un centro a otro, es decir, hay servicios de dermatología en los que prevalecen unos procedimientos frente a otros”, tales como los tratamientos para la hiperhidrosis, terapias con biológicos, principalmente para el tratamiento de la psoriasis, urticarias crónicas o la terapia fotodinámica en las lesiones premalignas. “En nuestro servicio predominan los procedimientos de cirugía menor, tratamiento de úlceras, la fotobiología o terapia con rayos UV y las pruebas epicutáneas o de diagnóstico de la dermatitis alérgica de contacto”.

“Nuestra labor es de información sobre la enfermedad, explicar en qué consiste el tratamiento y sus posibles efectos secundarios, para una mejor adherencia terapéutica, siempre haciendo hincapié en la motivación para que la persona se implique en el control de la enfermedad y para que consiga convivir con su problema”, concluyen estos enfermeros. Por otro lado, el abordaje de la patología crónica se basa en la educación del paciente para que siga estilos de vida saludables, fomentar los autocuidados, y que se eviten los brotes, “muchas de ellas cursan a brotes; existen factores como el tabaco, la obesidad, el estrés emocional o la exposición solar sin protección que exacerban estas enfermedades”.

Prevalencia de las enfermedades de la piel

“El paciente, ante el diagnóstico de melanoma, tiene miedo a sus consecuencias, a la palabra cáncer, a la muerte, o ansiedad, por la presencia de otros lunares, lo que genera estrés”, comienzan Palomar y Fornes. Es necesario, subrayan, concienciar a los afectados sobre los factores de riesgo, como no utilizar fotoprotección solar, y sobre la importancia de la autoexploración para la detección precoz.

“La prevención juega un papel fundamental en las enfermedades dermatológicas, y en el caso del cáncer de piel hay que evitar el abuso de la exposición solar y procurar una detección y un diagnóstico tempranos”, completan. Por otro lado, en el de la dermatitis atópica, por ejemplo, los cambios climáticos, el tipo de ropa o la forma de hidratarse la piel constituyen factores que intervienen en la exacerbación o una mayor severidad de las enfermedades; “es fundamental evitar dichos factores para prevenir los brotes”.

La experiencia de estos dos profesionales pone de manifiesto que entre las dolencias dermatológicas que mayor prevalencia presentan se sitúan, en primer lugar, los tumores de piel, tanto benignos como malignos. “Respecto a este tipo de cáncer, el tumor de piel no melanoma, es decir, el carcinoma basocelular y el espinocelular, es el más frecuente, pero causa muy poca mortalidad”. Esta clase, explican, provoca una gran carga asistencial en dermatología. Aunque es más habitual en personas mayores de 50 años, “se están viendo casos en personas más jóvenes”, de ahí la importancia de la educación de los riesgos de los baños UVA.

“Nuestro organismo es un disco duro donde quedan acumuladas todas las exposiciones solares de nuestra vida, y con el tiempo debutan con lesiones premalignas, o tumores cutáneos. Hay que informar de un buen uso de fotoprotectores y una correcta exposición a los UVA, tanto en playas como en montaña, piscinas, deporte al aire libre o incluso con el uso comercializado de las cabinas de rayos, en las que el control de las lámparas y el control sanitario no es riguroso como en los hospitales”. También el melanoma ha aumentado en los últimos años, apuntan. Desde la Academia Española de Dermatología (AEDV) y la Asociación Nacional de Enfermería Dermatológica hay campañas de concienciación sobre la importancia de la prevención del cáncer cutáneo y del melanoma, “informando de la necesidad de una correcta fotoprotección ante los rayos UV y control de los nevus. Se realizan con trípticos informativos desde las propias web de las entidades y voluntarios las revisan anualmente”, añaden.

Otras patologías con gran prevalencia son la psoriasis, la dermatitis atópica y la urticaria. En cuanto a infecciones bacterianas y víricas, las de transmisión sexual, como el condiloma acuminado, gonococia y la sífilis, que “han aumentado en los últimos años y los pacientes siguen acudiendo a urgencias, incluso en periodo de confinamiento por COVID-19”.

Por el contrario, otras presentan una prevalencia baja, como la piel de mariposa o epidermólisis bullosa, que “es una enfermedad rara, pero en cada área asistencial siempre hay algún paciente que la padece”. En este caso, si se trata de afectados infantiles, se forma a los padres para realizar las curas, aportando la mayor evidencia respecto a los productos más adecuados y cómo actuar frente a las ampollas o lesiones infectadas y qué tipo de ropa y calzado deben llevar; si, por el contrario, es adulto, se controla el tamaño de los nevus y aquellas lesiones tórpidas, hipergranuladas y dolorosas que puedan necesitar una biopsia de piel. “Es una enfermedad de manejo interdisciplinar en la que intervienen especialidades como pediatría, oftalmología, fisioterapia, nutrición, ortopedia, cirugía plástica y pediátrica, psiquiatría, odontología o psicología, entre otras. Y la enfermera, en sus visitas periódicas, aconsejará sobre la necesidad de consultar al especialista, además de dar a conocer la Asociación DEBRA, referente en epidermólisis bullosa”.

Formación enfermera en dermatología

En cuanto a la educación para la salud de estos pacientes, ambos afirman que es imprescindible conocer “el tipo de piel que tiene cada paciente y, con ello, una buena higiene de la misma, sin olvidar una correcta nutrición y, siendo repetitivos, un buen control en la exposición a los rayos UV, e incidimos en la fotoprotección”. La labor de los profesionales de Enfermería en cuanto a la adherencia y a los autocuidados se basa en “la propia filosofía enfermera: el cuidado de nuestros pacientes, sean agudos o crónicos”; y fuera de la esfera de los tratamientos, “ser incisivos en la formación o educación de factores de riesgo de nuestros pacientes, o de la población en general, y prevenir posibles complicaciones de la enfermedad”, concluyen.

Dermatología, enfermedades dermatológicas, enfermería

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