Relato enfermero: el poder de la mente y la importancia de la unidad de Psiquiatría

Miércoles, 28 de julio de 2021

por diariodicen.es

Era un lunes frío de octubre. Irene salía de casa entusiasmada por su primer día en el nuevo rotatorio de prácticas. Iba escuchando música mientras pensaba en todo lo que se podía encontrar. Al mismo tiempo, pero desde la otra punta de la ciudad, Clara cogía su bici y, sin mucha ocasión de pensar en otra cosa que no fuera sortear todos los coches que se apresuraban por llegar a tiempo a su respectivo trabajo, llegaba al Benito Menni. Las dos estudiantes entraron al nuevo centro donde les realizaron una pequeña entrevista en la que les preguntaron qué unidades serían de su interés a lo que respondieron con que les apetecía adentrarse en la rama de Psiquiatría.

Ambas subieron a la tercera planta donde se encontraba dicha unidad. Se mostraron sorprendidas cuando vieron que todas las puertas tenían que abrirse con llaves específicas y de la seguridad que parecía tener. Tras cruzar las puertas de entrada a la unidad comenzaron a visualizar unos cuantos pasillos con puertas y alguna que otra salita con mesas y sillones. Se dirigieron hacia la sala de control y se presentaron. Tras conocer un poco la dinámica de la planta se pusieron a revisar el carro de medicación, en el que se encontraron con una cantidad inmensa de muy distintos, coloridos, variados y llamativos fármacos con los que no habían tratado anteriormente.

Todo parecía estar tranquilo en la unidad de Psiquiatría, hasta que de repente se oyó un grito en el pasillo. Las dos se miraron entre sí sobresaltadas y buscaron la mirada de Laura, la enfermera responsable de enseñarles y dirigirles en sus prácticas, en busca de una respuesta a ese grito. Laura les hizo un gesto con la mano y les dijo “venid conmigo chicas, no os asustéis”.

Recorrieron el pasillo hasta llegar a una habitación donde se encontraba Sergio, un paciente con esquizofrenia. “Buenos días Sergio”, le dijo Laura. “¿Cómo va todo? Te hemos oído gritar, ¿te pasa algo?”. Sergio se encontraba apoyado en la pared con la cabeza cabizbaja, sus labios no paraban de moverse y de susurrar palabras y frases incoherentes, como si estuviera contestando a alguien. Al escuchar las palabras de Laura alzó la mirada y mirándonos con extrañeza hizo una mueca con la boca en la que se esbozó una pequeña sonrisa de lado y suspiro un “nada, no me pasa nada”.

Tras tranquilizarle un poco todas salieron de la habitación y de vuelta al control de enfermería Laura les contó su historia, un niño con una discapacidad intelectual que desde pequeño le había hecho tener dificultades para relacionarse y que de adulto le llevó a desarrollar una esquizofrenia. Les contó que cuando le daban brotes y se alteraba gritaba y de esa forma se desahogaba.

Al día siguiente Clara e Irene seguían con los mismos nervios que el día anterior, todo lo vivido en Psiquiatría era novedoso para ellas y aún no conocían muy bien la dinámica del centro.

Llegaron al control como el día anterior, lo primero de todo es colocar las medicaciones de cada paciente en su respectiva bandeja. Los carros con las pastillas suben preparados directamente desde farmacia y las enfermeras se encargan de controlar que todo esté correcto, modificarlos según nuevas pautas y administrar a cada paciente su medicación.

Su enfermera responsable aquel día, Ana, tenía una reunión, por lo tanto, Irene y Clara se quedaron controlando la unidad. Mientras estaban investigando las historias de los pacientes y leyendo sus distintas enfermedades una paciente tocó a la puerta, sobresaltadas se giraron para ver quién era. Se trataba de Henar, una señora de mediana edad que padecía trastornos de la personalidad. Se vestía y maquillaba de una forma característica con atuendos místicos y un maquillaje bastante peculiar. Henar era una mujer muy espiritual y anteriormente se había dedicado a tratar aspectos relacionados con el más allá, por eso mismo propuso a las alumnas leerles las cartas, lo cual les pareció algo muy interesante y aceptaron las dos sin pensar.

Henar acompañó a las alumnas a la habitación, pero solo podían entrar de una en una, así que primero entró Irene y luego Clara. Después de casi una hora con cada una en la habitación las dos comenzaron a charlar sobre su experiencia. Coincidían en lo bien envueltas que se habían visto en la situación, les pareció estar en un sitio del tarot de verdad. Henar tenía unas cartas para llevar a cabo las lecturas y las manejaba con mucha destreza. Ambas se quedaron sorprendidas de la cantidad de cosas que Henar acertaba sobre ellas y de lo bien metida que estaba en el papel.

Pasó una semana y las alumnas ya se sentían bastante integradas en la unidad, ya conocían el lugar donde se situaba cada cosa y los fármacos psiquiátricos más comunes, por lo tanto, se sentían bastante cómodas.

Irene y Clara se pusieron su uniforme y subieron a la planta. Al llegar estaba la enfermera del turno de noche dando el parte a Laura, su enfermera ese día. Ésta les contó que un paciente había tenido que pasar la noche en aislamiento, debido a que empezó a darse cabezazos contra las paredes por su terrible ansiedad. Se trataba de Ricardo, un paciente adicto a la cocaína que había ingresado allí voluntariamente para desintoxicarse. Ricardo consumía un generoso número de rayas al día además de acompañarlo con dos botellas de whisky, por lo que padecía un terrible síndrome de abstinencia.

Laura, Irene y Clara se dirigieron a las habitaciones de aislamiento para ver cómo se encontraba. Cuando entraron vieron que la habitación tenía las paredes acolchadas y que allí solo se encontraba la cama donde estaba Ricardo con contenciones de cinco puntos. El pobre a pesar de tanta medicación pautada para controlar la ansiedad era incapaz de dormir y de calmar su nerviosismo e inquietud. Las tres le levantaron de la cama y le ayudaron a desayunar y tomar su medicación correspondiente, mientras, él intentaba expresarse, pero sus discursos eran prácticamente imposibles de comprender.

Al cabo de unas horas Ricardo se encontraba mejor y se acercó a las alumnas para agradecer el trato que habían tenido con él y explicarles que él ingresó allí por su hija de un año, les contó que quería ser un buen padre. Clara e Irene se emocionaron al hablar con él ya que vieron cómo luchaba para encontrarse bien y salir adelante, además de no perder nunca el humor y sonreír entre broma y broma.

Pasaban las semanas y las estudiantes veían como muchos de los pacientes mejoraban y se iban de alta a sus casas o pisos tutelados, y como otros necesitaban mayor atención. Las semanas antes de Navidad tuvieron varios nuevos ingresos, de los cuales hubo uno que les llamó extremadamente la atención. Sor Matilde, una monja de clausura que había vivido toda su vida en el convento y que presentaba un delirio de persecución. Llegó diciendo que todo era una trama, que le estaban espiando y que el hombre sin rostro iba a acabar con ella, que todos los allí presentes estaban metidos en esa organización y que querían envenenarla, por lo que no probaba bocado de la comida. Cada vez que intentaban ir a hablar con ella se ponía muy nerviosa y no paraba de gritar pidiendo ayuda o en otras ocasiones se hacía la muerta y se dejaba caer al suelo. Las estudiantes no daban crédito ante tal situación, ya que les sorprendía ver como una enfermedad mental puede llegar a hacer que una persona llegue a desmayarse.

Llegando al final del rotatorio Irene y Clara comenzaron a reflexionar sobre toda la trayectoria que habían tenido durante esos meses en ese servicio, y se dieron cuenta de lo necesaria que es la enfermería tanto en el ámbito clínico donde se desarrollan más técnicas, como en el psicológico, ya que el hablar con una persona y hacerla sentir cómoda hasta el punto en el que confíe en ti para contarte sus inquietudes y preocupaciones y que puedas ayudarla a solucionarlo es igual de importante que curar una úlcera o un resfriado. También conocieron un nuevo mundo que para ellas era totalmente desconocido y el cuál les impresionó mucho. Se dieron cuenta del gran poder que tiene la mente en las personas, de cómo puede llegar a cambiar a una persona y de la importancia de la psiquiatría.

Autoras: Irene Giralda Rodríguez y Clara Miguel Rodríguez

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