Relato enfermero: No nos damos cuenta

Martes, 3 de agosto de 2021

por diariodicen.es

No nos damos cuenta de la importancia que tiene el papel de enfermería hasta que estás ahí, en contacto directo con el paciente. Es ahí donde le miras a los ojos y ves lo que siente. Sientes como a través de su mirada eres capaz de vivir ese miedo, esa alegría o esa decepción, esas ganas de luchar o simplemente una retirada. A través de esta breve anécdota quiero mostrar al resto de compañeros por qué elegimos ser profesional enfermero, por qué nos sentimos tan orgullosos de lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Foto: A.Creu y A.García
Foto: A.Creu y A.García

Era una mañana como cualquier otra, el quirófano estaba lleno de gente moviéndose de un lado al otro como solía pasar todos los días. Mientras esperábamos para darle comienzo a la siguiente intervención, el paciente se encontraba en la sala prequirúrgica.

Siguiendo la línea de actuación, me acerque al paciente para prepararlo antes de ingresar a la zona quirúrgica. Cuando miré al paciente, pude observar el miedo en sus ojos y el temor aumentaba por cada segundo que pasaba. Lo saludé, como a todo paciente, le pregunté su nombre y varias cuestiones que debíamos de saber ante cualquier suceso. Solo contestaba con monosílabos, mientras veíamos como cada vez su mirada se encontraba más angustiada. Intenté tranquilizarlo junto con mi compañero, “es normal que esté tan nervioso” se me pasó por la cabeza una y otra vez.

Fue entonces cuando me di cuenta de que me tenía que poner en la piel del paciente y pensar cómo estaría yo si estuviese en su lugar. Apoye mi mano en su hombro, lo miré a los ojos de tal manera que no tuviese otro campo visual que no fuese mi mirada y le comenté: “Como ya le he dicho antes, voy a estar con usted durante todo este proceso, no me separaré, así que quiero que sepa que estoy aquí para todo lo que usted necesite y esté en mi mano”. Noté cómo me lo agradeció con la mirada, pero al mismo tiempo vi cómo se derrumbaba cada vez más. Después de un rato más, el paciente me empezó a contar poco a poco que era lo que tanto le inquietaba. Tenía miedo, miedo de la complicada operación que le esperaba y miedo a las consecuencias que podría traer dicha intervención. Le atemorizaba el hecho de poder despertarse y verse diferente a como entró e incluso no volver a despertarse. Sabía el riesgo que conllevaba entrar en una operación de ese calibre, y que pese a su corta edad contaba con bastantes factores que luchaban en su contra. Era consciente de lo que se estaba jugando en ese momento, pero no había marcha atrás. Nos contaba que él siempre se enfrentaba a las verdades y su enfermedad, por mucho que le doliera, era una de ellas. Solo había dos opciones: esperar sentado y ver cómo su vida poco a poco se iba consumiendo o enfrentarse a ella sabiendo que quizás el vencedor de esa batalla no fuese él.

Al fin llegó la hora, los celadores empujaron la camilla del paciente hasta entrar en la zona de intervención. Había mucha tensión en el ambiente, solo se escuchaba el sonido metálico del instrumental mientras era manipulado por la enfermera instrumentista y una canción de Queen a volumen muy bajo que los cirujanos solían poner antes de cada operación. Antes de llegar al primer minuto de la canción, el paciente cayó rendido por la anestesia y comenzó la operación. Al principio se oía hablar a los médicos entre sí, pero según avanzaba la operación la habitación se fue inundando por el silencio ya que se estaba complicando en cierta medida, el tiempo de isquemia se les estaba acabando y todavía no habían localizado el hueso, debido a la cantidad de tejido que hay hasta llegar a él. Les quedaban unos 10 minutos para tener que quitar la isquemia de la pierna si no querían tener que amputarla, así que se empezaron a apresurar y las prisas nunca son buenas consejeras.

El médico que llevaba a cabo la mayor parte de la operación volvió a coger en su mano el bisturí eléctrico, le pidió a la enfermera que le colocara la mascarilla y empezó a cortar tejido muscular. Cuando ya tenía el hueso localizado y sin tejido de por medio, alertó al resto de médicos presentes, algunos de ellos residentes, que ahí, justo al lado del fémur, había estado para el paciente la diferencia entre la vida y la muerte, ya que justo al lado se encontraba la arteria femoral, un pequeño corte en ella con el bisturí mientras cortaba tejido muscular y ya no existiría el paciente.

Tras ese pequeño inciso, prosiguió con la operación como si nada, le extrajo el fémur de su pierna izquierda y lo dejó sobre la mesa estéril de la enfermera, envuelto en un paño estéril, para su posterior estudio. Acto seguido cogió de las manos de otro médico la prótesis, fabricada con una aleación de acero, y se la colocó en su lugar, haciendo coincidir perfectamente con su articulación, tanto en la cadera como en la rodilla. Después de esto, el médico, que era el más veterano y experimentado de todos los presentes, soltó un suspiro y se le escuchó en voz baja un “gracias a Dios todo ha salido bien” mientras procedía a coser todo el tejido y cerrar la herida de la operación.

Aún recuerdo el sentimiento que me transmitieron sus ojos al despertar, no sería capaz de poder describirlo. Me agarró de la mano mientras una gran inspiración llenaba sus pulmones de nuevo. No hizo falta palabra alguna, pero en cuanto fue capaz solo dijo “gracias por no dejarme solo”. Ahí me di cuenta de que lo que para nosotros quizás carecía de importancia alguna, o en otra situación no sería reconocido, en estos momentos nuestra actitud podía cambiarle la vida a una persona.

Es por ello que hoy quiero recordar que es fácil centrarnos simplemente en el trabajo técnico sin involucrar ninguno de nuestros sentimientos, pero cuando nos encontramos con personas que no están en su mejor momento y que nos están pidiendo ayuda a gritos, nos tenemos que dar cuenta de que hay un concepto muy importante que tendremos que saber utilizar durante nuestra futura carrera profesional, la empatía.

Experiencias como esta nos hacen darnos cuenta de lo que significa ser enfermero, no se trata de una mera profesión, sino de ser esa persona, la cual, va a estar al lado de otras en sus momentos más débiles, cuando más frágiles y desprotegidos se sienten.

Ahí está enfermería, para darle la mano a esas personas, para sacarle una sonrisa en sus días más tristes o simplemente darle apoyo en los momentos más importantes que un ser humano puede vivir. Porque como me dijo una señora hace unos días, “Ahí estuvisteis cuando nací, cuando enfermé. Cuando vi a mis hijos por primera vez y cuando los despedí. Y ahora estáis aquí cuidándome de nuevo. Y sé que ahí estaréis cuando me vaya”. Queridos compañeros como ya sabéis en nuestras manos está ser esa persona o no, ofreciéndoles un cuidado integral y no solo físico, es importante realizar un buen procedimiento, pero más importante es acompañar a esa persona, que sepa que nunca está solo y siempre podrá contar con nosotros, que sienta lo que es la enfermería.

Autores:

Juan Lucas Plazas Elvira

Arturo Moral Romero

Jone Navarro Alustiza

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