“Al tercer día de prácticas supe que quería cuidar personas el resto de mi vida”

Miércoles, 10 de octubre de 2018

por Natalia Hernández Manjón

Es la primera mujer que consigue ganar los Premios “Capitana Optimista” y todo gracias a su labor en el ámbito de la humanización  donde ha destacado su compromiso y empatía con los niños hospitalizados. Desde pequeña tenía claro que quería dedicarse a ayudar a los demás siendo enfermera y cuidar a las personas el resto de su vida, pero nunca se imaginó llegar a ganar un premio por ello. Hablamos con Teresa Mesonero, enfermera del Hospital Clínico de Valladolid, para que nos cuente la importancia de la humanización y cuál es el súper poder que le ha llevado a ganar esta distinción. 

Teresa Mesonero | Foto: Juan Miguel Lostau

-Pregunta: Enfermera por vocación, ¿qué te llevó a querer dedicarte a ello?

-Respuesta: Desde que soy pequeña he visto como mi madre se marchaba a trabajar cuidando bebés que habían “nacido pronto” (a mí, que eso nunca me pareció un trabajo, y yo creo que a ella tampoco). En mi familia hay varios profesionales sanitarios y lejos de hablar mal, o vivir las desventajas que por falta de conciliación tienen estas profesiones con las familias, ellas (porque han sido “ellas”) me transmitieron el amor por su trabajo.

Al tercer día de prácticas en el hospital supe que quería cuidar personas el resto de mi vida. Siempre me ha fascinado cómo se comporta la gente, y creo que ya al margen de la realización de técnicas o aplicación práctica de cuidados, me fue entusiasmando descubrirla en las situaciones de sus vidas que los hacen más humanos, enfermedad, muerte, nacimientos… Nosotras estamos en esa gran diversidad de momentos, que te completan, que te cambian por dentro, que te hacen pensar; no es un trabajo que puedas dejar al margen cuando llegas a casa. Creo que es esa implicación la que en el fondo, me tiene enganchada.

-P: Qué importancia tienen las iniciativas de humanización de los cuidados.

-R: Parece increíble que se tengan ahora, a estas alturas, que implantar medidas para humanizar a personas (no sé con qué hemos trabajado antes…). Pienso que es increíble el punto en el que estamos para que se haya tenido que poner nombre de “procedimiento” a algo tan básico e innato en nuestro oficio. Lo importante es que estas “medidas” tienen como objetivo acercarnos al paciente, (porque así cubrimos también sus necesidades), e indudablemente le ayudarán a mejorar; puesto que la ansiedad por desconocimiento ante un proceso o situación hospitalaria, es una características de los pacientes en general.

Necesitamos también, y creo que es vital, que los usuarios nos valoren, y que sepan que los que trabajamos cuidando somos también personas, con nuestros problemas, con nuestras vidas, con a veces contratos precarios que nos impiden ser lo eficientes que queremos, que a veces no podemos tomarnos un café, o no nos vamos a casa cuando acaba nuestro turno porque nos preocupa algo. Pero esto es un “feed back” necesitamos en general, que se cambie la conciencia sobre la asistencia sanitaria, tanto por parte de los usuarios como por parte de los profesionales. Por tanto considero vital y defiendo el particularizar/humanizar para que se mejore la conciencia general sobre esta relación.

Teresa Mesonero | Foto: Juan Miguel Lostau

-P: ¿En qué consisten tus métodos? ¿Cómo te surgió la idea? ¿En qué momento actúas, y cuáles son tus “poderes mágicos”?

Yo creo que en mi caso “mi método“ es mi manera de ser. Hay muchas hadas y hados a los que yo valoro mucho y he conocido durante mi carrera profesional, que tienen otra magia diferente a la mía pero que alcanza el mismo fin.

Intento entender qué necesita la gente y adaptarme a eso, tengo la suerte, quizá, de que en mi día a día los rotuladores, los cuentos, y las canciones han estado siempre presentes, que a ellos les llama la atención que les hagan pensar y a mí que piensen. Les gusta (como a todo el mundo) ser partícipes de sus cosas.  Creo que tengo la imaginación casi a su nivel para  poder entender cómo explicarle lo que les va a pasar o lo que le vamos a hacer, lo que me facilita acercarme a ellos: ese es mi súper poder.

Normalmente antes de hacerles nada, si no los conozco me presento. Tengo una tarjeta con una caricatura que pone “Teresa Mesonero Enfermera de Niños” y les pregunto cómo está y porqué le han traído al Hospital de Niños. Normalmente no se esperan que les pregunte a ellos. Están acostumbrados a que no les dejen hablar y que ir al médico sea una cosa “que hacen los mayores con ellos”, no para ellos. Con los más mayores, evidentemente, no hace falta hacer estas cosas, pero te presentas, te diriges a ellos y les exiges a su nivel, pero de una manera cercana. Veo que son nobles, y que en el fondo tienen curiosidad y se les pasan todos los males cuando se les dice que han superado sus miedos. Ellos entienden lo que son los súper poderes. Me siento cómoda con ellos.

Si tengo que realizarles algún procedimiento, como una glucemia o un análisis, intento no utilizar palabras como “pinchacito” o “aguja” o “bisturí”. Intento explicarles que vamos a ver cómo es de dulce, digo “seda” o uso la palabra “hoja”, que ellos no dominan, sin mentir pero sin condicionar y luego… pues intentas distraerlos, manteniéndote normal; para muchas veces darte cuenta que se saben cientos de dinosaurios y de animales más que tú y que tienen muy claro lo que hacer con sus vidas, todo, mientras realizas un procedimiento.

Hay que tener mucha paciencia, pero enseguida puedes ver si tu magia en ese caso “ha surtido efecto”, por un gesto de la cara, una sonrisa… o porque te deje su coche o sus historias. Ahí lo tienes, “es tuyo” y sabes que ha sido sincero. Eso me gusta de ellos. Hay que actuar desde el principio, como en una relación normal, de conocer a alguien, que empieza presentándose y que vas dirigiendo para alcanzar la finalidad, que es: explorarle, poner un aerosol, darle una medicación que sabe mal, que se queden quietos, que te digan si les duele… intento además que los padres colaboren “conmigo”, porque realmente es “para ellos”.

No hago nada que sea fuera “del sentido común”, intento ser yo, de hecho se me escapan muchos tacos, y aunque a mi madre le pese, de vez en cuando, me sale un “tronco” o “tronca” cuando me dirijo a ellos. Soy muy teatrera, y eso me ayuda un montón a controlar sus emociones. Muchas veces cuando se van, o se toman un jarabe, les hago firmar en su informe de alta (dándole un refuerzo positivo, pero de otra manera), se ponen súper contentos…. “han firmado en papel de mayores”. A mí estas cosas, me llegan al alma, y sin darme cuenta me motiva a variar situaciones o personajes para ver cómo responden. Es un “enganche” porque casi casi siempre, funciona. Pero cada persona tiene su magia, solo tiene que creérselo.

Teresa Mesonero | Foto: Juan Miguel Lostau

-P: ¿Qué papel juegan los profesionales enfermeros en estas iniciativas?

-R: Todos los profesionales sanitarios son vitales para humanizar, en cualquier iniciativa. Pero quizá el personal de enfermería tenga, por el tiempo que pasa con el paciente, la realización de los procedimientos, el trato continuo y más cercano con las familias y las situaciones que vivimos con ellos, la responsabilidad de creer en sus capacidades para valorar y adaptar los cuidados al paciente de forma individualizada.

Creo que tenemos ese don porque somos profesionales bien formados técnicamente y en habilidades para poder dar a cada paciente lo que necesita, en la medida por supuesto, de las posibilidades; Pero haciendo, por supuesto, del trato, una cualidad indispensable.

Yo creo en la enfermería. Creo en nuestro súper poder a la hora de acompañar y creo que de nuestra actuación con el paciente depende su capacidad de mejorar. Y por eso, debemos darnos el valor que tenemos y reivindicar que podamos aplicar nuestras aptitudes de manera profesional.  Necesitamos además que nos cuiden, porque me parece que somos un sector muy castigado, y no podemos cuidar si no nos sentimos cuidados ni valorados. Se debe generalizar la conciencia de que al final, todos nos beneficiaríamos si las cosas cambian a mejor, y confiar en que cada parte contribuya a mejorar.

-P: ¿Qué han supuesto para ti estos premios?

-R: Pues a mí sinceramente esto me da esperanza para creer en la humanidad. Porque en un principio, siendo sincera, no le di al “ganar” mucha importancia, pero conforme han pasado los días y he visto la respuesta y la repercusión de la noticia, he, literalmente, “alucinado en colores”. Me han escrito muchísimos padres, y muchísima gente por las redes sociales  ha tenido el detalle de interrumpir su ajetreada vida, para buscarme por Facebook o por móvil y darme las gracias o felicitarme…

Me ha llenado también el corazón de cariño lo que ha supuesto esto para mis compañeros, ellos me han felicitado sinceros y me he sentido apoyada cuando he pensado que quizá el bombo que se le estaba dando “me venía grande”. Han creído en mí y un cachito de este premio, es para ellos, porque sin ellos, yo no me habría quedado aquí en Valladolid y sin ellos, no habría podido decir lo que ahora estoy diciendo aquí.

Quizá tampoco haya sido “para tanto”, ahora ya no sabría decirlo, pero para mí, y perdiendo ya toda objetividad, ha sido alucinante. Me veo con la responsabilidad de utilizar este “premio”  para que se pueda aclarar que “ESTO“ funciona, que el trato cercano no resta profesionalidad y que la figura del profesional sanitario es vital en la vida de un enfermo. Siento la necesidad de poner voz a la necesidad de que se vea a los profesionales como personas que cuidamos de personas, y de que se entienda que el papel del sanitario es más complejo que el de administrar un tratamiento.

Teresa Mesonero | Foto: Juan Miguel Lostau

-P: ¿Qué es necesario hacer para que los niños se sientan en un hospital como en su casa?

-R: Yo creo que un niño en un hospital nunca va a estar como en su casa, no hay que engañarlos. Pero si podemos contribuir a crear un ambiente que sea confortable, en el que se le tenga en cuenta, se les explique lo que se les está haciendo, se tenga flexibilidad horaria a la hora de hacer pruebas y realizar procedimientos y técnicas. Y se les atienda con personal competente. Las pegatinas, los cuadernos, las pinturas en las paredes son pequeñas cosas frente al “todo”, pero ayudan a sacar sonrisas y a acoger a los niños y a los padres. También la figura de estos es fundamental, y les deberían desdramatizar el hecho. Porque ellos son sus proyecciones y les transmiten miedo.

-P: Qué opinión tienen los padres de los pacientes sobre estas iniciativas?

-R: Creo que a nadie puede parecerle mal que se trate  bien a alguien, ¿no? Estas iniciativas les parecen bien a todos los usuarios porque son una manera de contribuir a restar el miedo típico del entorno y la bata blanca.  Yo he visto que además, aunque estés  mal siempre hay sitio para una sonrisa en un momento, esa es la recompensa que deberíamos encontrar cuando cuidamos. También me veo en la obligación de manifestar que creo que deberían ser partícipes en la salud de sus hijos, tener más control sobre su salud y no delegar tanto en los profesionales, que se nos reconozca como “facilitadores” de salud, no como “la solución a sus problemas”. Quizá esta sea una manera de conseguir que esto también cambie.

-P: ¿Recuerda alguna anécdota con algún paciente?

-R: Un día estaba en el triaje de urgencias pediátricas del hospital, cuando entró un niño agarrado a su abuelo con un edema y un hematoma en la raíz nasal que le impedía parcialmente abrir los ojos y hablar en condiciones. Su abuelo le había puesto un tapón de algodón en la nariz y estaba empapado de sangre. EL niño estaba la verdad bastante tranquilo (porque el abuelo lo estaba). Y la situación fue la siguiente:

  • Tere: ¡¡¡¡Wow tio!!!! ¿Qué te ha pasado?
  • Niño: Que me he caído “de arriba” de un tobogán. (agacha la cabeza)
  • Tere: Pero tío, ¿VOLASTE?
  • Levanta la cabeza despacito, me mira con su cara de mapache maltratado, sonríe súper grande y me dice: un poquito (ahí fue cuando el hostión, mereció la pena)

-P: Y ahora, ¿tiene algún otro proyecto en mente?

-R: Me gustaría volver a ejercer de matrona. No me esperaba haber encontrado aquí este huequito en el que me siento especial y tengo a tanta gente que quiero. Pero echo muchísimo de menos volver al “matroneo”.

Nunca se puede planificar a largo plazo, eso lo he ido aprendiendo, porque tampoco tenía planificado quedarme aquí en las urgencias de pediatría del clínico, y llevo aquí tres años. Pero creo que hay que seguir aprendiendo, y seguir lo que uno piensa. Me da muchísima pena dejar esto, pero creo que tengo tiempo aún para despedirme y cerrar el ciclo contenta, con parte de mí en ese Servicio. He sido feliz, ¿qué más se puede pedir?

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