La labor enfermera en la radicalización yihadista

Jueves, 21 de marzo de 2019

por diariodicen.es

“Los actores sociales, entre ellos los profesionales enfermeros, son fundamentales para poder crear cortafuegos capaces no solo de detectar los indicadores de radicalización yihadista a niveles bajos, sino también de trabajar el proceso inverso y evitar que un joven que empieza a tener contacto con el discurso terrorista acabe convirtiéndose en un extremista violento”, señala David Garriga, enfermero, criminólogo y presidente de Comunidad de Inteligencia y Seguridad Global (CISEG).

Los trabajadores cuya labor se basa en el trato con las personas, como el caso del personal de Enfermería, médicos o profesores, deben estar formados para identificar y evaluar situaciones de riesgo que pueden llegar a afectar a la salud tanto física como mental de la persona; y aunque no se pretende que “los enfermeros hagan de policías”, deben saber dirigir y gestionar los requerimientos de los pacientes y familias de forma adecuada “y con la mayor calidad profesional posible”, afirma Garriga.

En los últimos tiempos, “yihad” es un concepto que se ha ido instaurando en el vocabulario de la sociedad, fundamentalmente relacionada con los casos de terrorismo islamista, pero ¿cuál sería la definición más apropiada?

Yihadismo: el proceso de radicalización

Ha habido muchas aproximaciones, interpretaciones y descripciones del concepto, pero quizá hayan sido dos las más extendidas por Occidente: “la primera relaciona el concepto con una ‘guerra santa’ de los que abrazan el islam contra los infieles y la consideran el sexto pilar de la religión; la segunda, como sinónimo de ‘esfuerzo’ para la superación de dificultades y tentaciones en el día a día de todo musulmán”. Con todo, muchas veces se ha presentado el término unido a la primera acepción, y esta posición, explica este enfermero, “que algunos sectores islámicos defienden”, no es más que una conducta integrista y radical basada en una lectura literal del Corán.

“Es cierta la existencia de algunos textos de carácter belicista en ciertos pasajes, pero son escritos que encontramos en los libros sagrados de todas las religiones del mundo. Por lo tanto, el problema está en la interpretación que se hace de ellos y en su utilización para justificar unos hechos delictivos y criminales”, afirma.

Garriga explica que en los últimos tiempos la radicalización yihadista se ha extendido debido a la aparición de las redes sociales, a través de las cuales las personas pueden estar expuestas de manera “intensiva y continua a todo un compendio de propaganda terrorista”. Al mismo tiempo, el proceso de captación ha reducido su duración; “antes empleaban una media de cuatro o cinco años, ahora ganan prosélitos en menos tiempo”.

Se dan diversos motivos por los que una persona puede llegar a entrar en grupos de esta naturaleza: crisis de identidad, frustración, incapacidad de gestionar el fracaso, necesidad de pertenencia a una comunidad o deseo de desafiar a la autoridad. En definitiva, una desconexión de la sociedad dada por diversas circunstancias, características de las situaciones de vulnerabilidad, como el racismo, la inactividad o el sentimiento de odio, que pueden desembocar en malestar familiar o del entorno. “Se puede resumir el proceso en cuatro vías: identificación (se busca a la persona candidata), captación (se accede a ella), adoctrinamiento (manipulación psicológica) y, finalmente, radicalización violenta (paso a la acción)”.

“La captación se suele llevar a cabo a través de dos caminos, muchas veces simultáneos, lo que hace más difícil realizar un seguimiento completo. Uno es, como se ha dicho, a través de las redes sociales; el otro, en el ámbito personal”. Este último método, continúa este enfermero, es el más usado para el adoctrinamiento de los candidatos, poniendo de manifiesto que, en la actualidad, es imposible detener un atentado únicamente con la búsqueda en las nuevas herramientas de comunicación. Cuando se produce el adoctrinamiento, las personas suelen padecen “distorsiones cognitivas, muy parecidas a las que sufren los integrantes de las sectas”; estas son: pensamiento polarizado, generalización, culpación y abstracción selectiva.

Una de las características del efecto psicológico de los reclutadores sobre los captados es que es muy similar al de bandas callejeras: “se crea un submundo en el que ellos adoptan un papel según van desarrollando su personalidad, por lo que sus compañeros se convierten en parte de su identidad”. Uno de los grupos más vulnerables son los menores no acompañados, expone, ya que, dada su situación y la falta de vigilancia de las administraciones, son más fáciles de convencer.

Existen, sin embargo, casos de arrepentimiento, que suelen darse cuando la persona accede a la situación esperada y se encuentra con la realidad. “Por ejemplo, en un número reciente de la revista del CISEG de contranarrativa y prevención, Al-Ghurabá, entrevistamos a un joven que, después de radicalizarse en su ciudad, partió a Siria a combatir. Una vez allí se dio cuenta de que todo era un engaño y decidió volver y contar su experiencia para evitar que otros jóvenes tengan que llegar a límites tan peligrosos para percatarse”, cuenta Garriga.

Este profesional enfatiza en la importancia de la prevención a niveles más bajos de radicalización, que parte de la identificación de personas susceptibles de ser adoctrinadas. “Aquí los actores sociales son imprescindibles, entre ellos el personal de Enfermería”, añade.

Prevención de la radicalización

Para entender mejor los programas de prevención actuales es importante analizar las características principales de la radicalización en general y del terrorismo yihadista en particular, explica este enfermero. Lo primero que hay que señalar es que este proceso no es nada novedoso, “el hecho de que unos individuos que defienden una ideología asuman unos valores y los acompañen de acciones agresivas no es un fenómeno nuevo”, así como que esta es una corriente bastante minoritaria. “Nos puede parecer que estamos rodeados de terroristas, pero no es así. La mayoría de residentes en países europeos rechazan la violencia para acercar el islam a la sociedad occidental”.

La radicalización, como todo proceso, no es un acontecimiento inmediato, sino que conlleva una evolución y está caracterizada por la diversidad de perfiles; y en dicho proceso, no todos los individuos que lo siguen llegarán a involucrarse al mismo nivel. Los captadores se centran en personas cada vez más jóvenes, que se atengan a las características de la búsqueda de identidad que suele aparecer en la adolescencia, lo que las vuelve más desprotegidas ante el procedimiento; “en diferentes programas de prevención europeos ya se tiene presente la intervención precoz y el asesoramiento de los actores sociales: la radicalización es un periplo que, de la misma forma que se empieza, se puede acabar y neutralizarse indefinidamente”.

“Hay varias herramientas para prevenir esta radicalización en estadios tempranos, cuando aún se puede trabajar en una contranarrativa eficaz que evite que esta escalada vaya a más”, apunta. La familia y el ambiente son fundamentales, “muchas veces, el discurso que trasladan los padres y allegados, o incluso los líderes religiosos, a los que se escucha y respeta, no es el mismo que el joven encuentra en la sociedad con la que convive”. Es importante, señala, conocer dicho discurso y no crear “espacios gueto”, que facilitan el adoctrinamiento unidireccional que no contempla la opción de un relato diferente, así como potenciar el pensamiento crítico de la persona.

Es fundamental, insiste, trabajar con las segundas generaciones vulnerables, “pero también con las primeras, conocerlas y concienciarlas de que muchas veces tienen una responsabilidad muy importante en la prevención de la posible radicalización de sus hijos”, completa.

La labor enfermera

Los profesionales enfermeros, destaca Garriga, son actores fundamentales en la detección de signos de radicalismo en los primeros momentos del proceso, y cuentan con la capacidad de ejecutar una intervención integral con las personas que se encuentran en situación de especial vulnerabilidad y con sus familiares. Las actuaciones enfermeras en este ámbito abarcan todas las áreas implicadas en la inclusión y el adecuado desarrollo personal, social, laboral y familiar del paciente en peligro.

“La visualización primaria de cualquier caso de detección de signos de radicalización es una oportunidad para evitar que la persona complete el ciclo y sea más complicado eliminar esos pensamientos erróneos que han implantado en su mente”, apunta. Con esta acción se puede derivar a tiempo a los equipos multidisciplinares de trabajo encargados de revertir el proceso o, en su caso, frenarlo. Este enfermero hace hincapié en la necesidad de formar al personal sanitario en este ámbito, ejemplificando que “si una madre, después de recibir educación en identificación de signos de sospecha nos pregunta adónde ir o qué hacer en el caso de que sea el afectado uno de sus hijos, es cuando los trabajadores sociales y de la sanidad deben dar respuesta y ofrecer recursos para orientar y eludir la radicalización violenta”.

El personal de Enfermería, enfatiza, ha de tener la máxima instrucción para poder detectar, evaluar y ofrecer las mejores herramientas con las que cuenta la sociedad para poder evitar esto; “desde los protocolos de prevención se está formando a maestros, a funcionarios, a trabajadores sociales… ¿por qué no a los enfermeros?”, se pregunta. “La prevención, nos guste o no, es una acción fundamental de la Enfermería”, concluye.

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