Justo antes de dormirnos somos peores, menos eficientes, más incompetentes, al menos yo. Será la ausencia de luz solar. Tumbada sobre la cama y medio dormida me convierto en una verdadera inútil, mucho más que por el día, en el que, sin duda, soy bastante resolutiva. Me cuesta entender lo que pasa y ordenarlo.
Los problemas más triviales son, en ese momento, en estado de duermevela con la actividad neuronal disminuida, irresolubles, o casi. Por ejemplo, un grifo que gotea o una persiana torcida (tareas pendientes) o la cesta de ropa sin lavar o las notas no muy buenas del mayor. Cualquier menudencia se acomoda en mi estómago de insomne. No duermo ni estoy despierta, no me aclaro. No duermo.