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Metas de Enfermería

Metas de Enfermería

ABRIL 2014 N° 3 Volumen 17

Relaciones terapéuticas, relaciones palindrómicas

Sección: Relatos

Cómo citar este artículo

González Gi MT. Relaciones terapéuticas, relaciones palindrómicas. Metas Enferm abr 2014; 17(3): 77-78

Autores

Mª Teresa González Gil 

Enfermera. Licenciada en Antropología Social y Cultural. Doctora por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Profesora ayudante doctor. Sección departamental de Enfermería. Universidad Autónoma de Madrid.

Contacto:

Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Medicina. Sección Departamental de Enfermería. Departamento de Cirugía. C/ Arzobispo Morcillo, 4. 28029 Ma

Email: mariat.gonzalez@uam.es

Titulo:

Relaciones terapéuticas, relaciones palindrómicas

Resumen

Palíndromo es una palabra, frase o sucesión de ellas que permanece invariante ya se lea en un sentido o en el inverso, de derecha a izquierda. Al igual que un palíndromo, la relación terapéutica es un elemento de naturaleza simétrica, capicúa, cuyos elementos constitutivos comparten significados recíprocos y participan con igual implicación. Solamente una composición simétrica permite la evocación de una experiencia construida desde la intersubjetividad, con respeto, con honestidad y permeabilidad de uno para con el otro de los componentes. 

El cuidar es el resultado de un acto de comunicación bidireccional, de una relación interpersonal en la que una parte explora en la experiencia de la otra para su entendimiento, asegurándose de que este último sea el reflejo fiel de lo que el otro percibe. Una relación en la que el conocimiento de uno mismo permite el acceso al conocimiento del otro y viceversa, en la que uno participa de la realidad afectiva del otro y a la inversa. Esta interrelación, esta conexión de intercambio, de reciprocidad, es la que permite la adecuación de la acción del cuidar a las necesidades reales de cuidado y la recepción del cuidado desde la confianza y la tranquilidad de quien se siente custodiado, asistido, amado.

La relación terapéutica se constituye como el elemento central del cuidar, desde donde todo fluye con la naturalidad de lo que complejamente ha sido meditado, deliberado y planeado.

Sin embargo, esa “ruta natural” nos puede llevar a convertir y a interiorizar la acción de cuidar como algo rutinario, cotidiano, sencillo y simple. Pero la propia naturaleza nos muestra que en lo sencillo reside una gran complejidad, a veces invisible, inapreciable e intangible. Quizás esta sutileza y este carácter casi etéreo sea lo que lo protege y preserva. El poder acceder a la gestión de esta complejidad rebajándola a lo cotidiano es algo propio de un artista. El considerar la necesidad de apostar por la complejidad del cuidado aunque resulte invisible a primera vista es propio de un altruista. Esta es mi diligencia: trabajar desde la perspectiva de la relación terapéutica considerando el crecimiento del otro como eje central, si bien no a costa de nuestro anquilosamiento o degradación, sino del desarrollo y progresión mutua. 

Y para ello es preciso:

“Reconocer”

Considerar al otro como esencial, como elemento constitutivo principal de la relación de cuidado. Más allá de la observación, contemplarle, y en ese ejercicio de contemplación fundiros con él. Proyectar vuestra experiencia en la suya y la suya en la vuestra para conocerle y reconoceros en él. Y, en ese proceso de conocer, respetar la diferencia, ser tolerantes.

“Dad”, “Yo de todo te doy”

Daros, entregaros, dedicaros enteramente al otro, emplearos en ello. Solamente de esta manera será posible establecer la confianza necesaria para poder hacer efectiva la relación de cuidado. No permitáis que el otro se ponga en vuestras manos sometiéndose a vuestro juicio, a vuestra dirección o arbitrio sin conciencia intencional o únicamente por una necesidad emergente. En ese dar, poner a disposición del otro todo vuestro conocimiento y vuestra capacidad para generarlo y transmitirlo, compartirlo. Pero, también, ser autocríticos con vuestras capacidades, habilidades y competencias. Que el dar sea una acción sujeta a la reflexión y autocrítica, de reconocimiento de los límites y de las carencias. Únicamente desde un ejercicio consciente de reflexión sobre las limitaciones y comprometido con la mejora se ofrece un cuidado sincero, puro, veraz, ético.

“Dad, rozad, recordad”

Facilitar una relación de comunicación donde la escucha activa y el respeto sean los ejes de giro. Un roce que permita una atmósfera de calor, de brillo, de resplandor, que permita ver con claridad la desnudez del otro sin que la carencia, la falta, el despojo le haga sentirse profanado. Una comunicación bidireccional que empodere al otro, que dé fortaleza y vigor a su voz. 

“Acurrucad” 

Resguardar, acurrucar, acoger; proteger al otro, darle calor, seguridad, confianza. Trabajar para que la acción de ovillarse o encogerse no resulte en un acto de encierro de introspección, de aislamiento o de encierro, sino más bien de recogimiento, de acopio, de recolección de recursos y amasamiento de los mismos para volver a extenderse con mayor capacidad de expansión y alcance.

“Elévele”

Trabajar por elevar al otro, por ponerle más alto de lo que estaba, en todos los sentidos, sosteniéndole física y moralmente. Poner a disposición del otro todo vuestro recurso de conocimiento para identificar sus necesidades y suplirle en sus carencias trasladándole hacia una posición de autogestión, de autonomía, de altura de miras. Apostar por la calidad y la excelencia transformando cada defecto, cada imperfección, cada tara en un acierto, cada limitación, restricción, barrera o límite en una facilidad u oportunidad, cada simpleza e ingenuidad en algo astuto, sutil, refinado, creativo e inteligente.

“Amad”, “Ámale, él te ama”

Reconocer la necesidad de todo ser humano de sentir un vínculo, una unión con otro ser. Ser conscientes de la propia insuficiencia del ser humano y apostar por la propuesta relacional, de conexión, de comunicación. Solamente en el proceso interpersonal está el camino. Es este amar y ser amado el que da sentido a la existencia. Amar implica dar significación al otro en vuestra experiencia de vida, reconocer su lugar en vuestro camino de crecimiento y adquirir el compromiso de contribuir a su propio crecimiento y experiencia vital con vuestra presencia. 

Amar, ser amado; cuidar, ser cuidado.