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Metas de Enfermería

Metas de Enfermería

OCTUBRE 2015 N° 8 Volumen 18

Con nombre propio
Julián Ángel Mariana Herraíz, enfermero cooperante en Dona Vida-Nepal

Sección: Enfermería al Día

Autores

Amanda Cabezas Muñoz

Titulo:

Con nombre propio
Julián Ángel Mariana Herraíz, enfermero cooperante en Dona Vida-Nepal

Resumen

Decía José Martí que ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad. Cuando entrevistamos a Julián Ángel nos encontramos con esa felicidad. Estudió Enfermería, le gusta la montaña y una amiga encontró una ONG en Internet. Estas circunstancias se tradujeron en dos lugares fundamentales: una ONG llamada Dona Vida y un país llamado Nepal, un lugar que sufre las consecuencias del terremoto que ha quitado la vida a miles de personas. Julián Ángel, Germán Domínguez, Cristina Durán y el resto de los miembros de Dona Vida, no lamentan lo que sucede, aportan su grano de arena y lo hacen con esa conciencia tranquila del que aplica el deber de mano de la felicidad.

Pregunta. ¿Cómo decidió ir a Nepal?
Respuesta. Fue por ganas de conocer la montaña y con ganas de ofrecer la formación que has recibido, una vez que ya llevas unos años trabajando te apetece también ponerla a disposición de los demás. Además, quería conocer otras culturas, viajar y poner al servicio de la gente, donde yo pudiera, mi granito de arena como enfermero. Una médico de aquí, Cristina Durán, que también forma parte de la ONG, buscó por Internet. A ella le gusta mucho la montaña, ha escalado un montón de picos, y nos comentó un día, “¿y si nos vamos a Nepal?”. Dijimos “oye pues sí, si encuentras algo dínoslo”. Un día nos llamó, en 2011, “que si os apuntáis, hemos encontrado una ONG que trabaja en Nepal y vamos allí, nos vamos 40 días, una semana la dedicamos a subir las montañas y el resto del tiempo colaboramos con ellos”. Y nos apuntamos cuatro personas.

Ese fue nuestro inicio con Dona Vida, sin conocerla, simplemente pusimos en Google: Nepal ONG y nos salió Dona Vida (risas).

P. ¿Cómo es la ONG Dona Vida?
R. Dona Vida es una ONG pequeña, no tiene una infraestructura como pueden tener Médicos Sin Fronteras o Enfermeras Para el Mundo. Es un poco más de andar por casa y más de tú a tú con la gente de allí, intentando abrir proyectos, que nos empiece a conocer también el gobierno, pero de momento con quien nos relacionamos es con la gente local de las aldeas de allí. Ya me siento parte de esta ONG. Esta última vez hemos viajado con su presidente, Germán Domínguez y ha sido muy bonito. Le hemos conocido sobre el terreno y hemos visto lo implicado que está. Es una ONG que, a pesar de ser pequeña, lleva a cabo proyectos como el del chico perteneciente a los intocables, los sin casta, al que hemos ingresado. Estamos empezando, con mucha ilusión, creando nuestros propios proyectos con el respaldo de Germán. A través de la página web de Dona Vida (www.dona-vida.org) pueden verse todos los proyectos que estamos realizando.

Como anécdota, contar que Germán creó esta ONG a partir de que adoptó a una niña nepalí y fue a Nepal a por ella y cuando vio cómo estaban los demás niños del orfanato dijo “yo tengo que hacer algo por Nepal” y creó la ONG.

P. Entonces pasa de estar aquí a ir allí sin saber qué se va a encontrar. ¿Qué trabajo hacía?
R. Efectivamente, nosotros estábamos en España cuando vimos lo del terremoto, pasaron los días, no sabes lo que está pasando, no sabes cómo está tu gente, intentas comunicarte con ellos, no puedes… al final tomas la decisión de ir pero vas un poco a ver qué te encuentras, no hay ninguna preparación psicológica previa ni te cuentan la situación de cómo están allí ni nada, solo un poco lo que nos venía por la prensa. La diferencia entre lo que pensábamos que nos íbamos a encontrar y lo que nos encontramos fue grande para bien. Porque pensábamos que iba a estar todo Katmandú colapsado, todos los edificios venidos abajo y realmente no era así. Los edificios que están hechos de hormigón armado permanecen en pie. Lo que sí que estaba caído eran las casas que son de ladrillo y barro o de piedra y barro y, ¿de quién son estas casas? De los pobres. O sea que la gran mayoría de los 8.000 y pico muertos ha sido gente humilde.

Las dos veces previas hemos hecho una labor asistencial en aldeas. De hecho, la primera aldea en la que estuvimos en 2011, en Sipty, éramos los primeros no nepalíes que llegábamos. Fármacos… el gobierno solo les da el paracetamol y algún antibiótico de amplio espectro y con eso tratan a todo el mundo. Entonces, la labor que hacemos antes de ir siempre es intentar recoger fármacos y el material que no se puede conseguir allí, por ejemplo, antibióticos de última generación, material que allí es más difícil de conseguir como son las sondas un poquito más especializadas. Con lo que ellos tienen y lo que tú llevas, pasamos consulta y realizamos una labor de AP, desde poner inyectable hasta suturar algunas heridas.

Esta vez, cuando nosotros llegamos ya habían pasado diez días desde el primer terremoto. El gobierno ofreció un tratamiento gratuito a todos los afectados y los evacuó a los hospitales y operó a quien tenía que operar y trató a quien tenía que tratar, entonces nosotros cuando llegamos el primer impacto ya había pasado y hemos atendido infinidad de heridas en las plantas de los pies por los clavos. Las zapatillas que llevan entre que son de goma y las tienen desgastadas y que las casas se les han caído y está todo lleno de tablas con clavos… Y, sobre todo, hemos notado, que en los otros viajes no habíamos tenido ningún caso de ansiedad, de depresión…

P. ¿Cómo es un día allí?
R. De sol a sol (risas). La primera vez estuvimos en un centro de salud en Sipty y la segunda vez hemos estado en otro centro de salud, en Kabilash, en otra aldea, pasando consulta. Esta vez nos han ido moviendo, hemos estado en Kabilash, en el centro de salud donde hemos estado otras veces, luego nos han llevado a otro barrio de la misma aldea que se tarda tres horas en coche en llegar. Luego nos fuimos a un barrio que está justo a las afueras de Katmandú, imagino que habrás visto imágenes de este barrio en las noticias del terremoto porque es impresionante, es como si hubiese caído una bomba. Nos abrieron una escuela y corrieron la voz de que estábamos allí y nos pusimos a pasar consulta. En Kabilash tenían un almacén de grano y allí es donde nos pusieron, quitándonos todos los bichos que habían salido de los sacos.

La primera vez que fuimos fue un poco a ciegas, no conocíamos la ONG, llevamos el material que creíamos que podían necesitar allí. Pero de repente nos encontramos, por ejemplo, a una mujer embarazada que había que sondarla sí o sí, y no había sondas. Entonces, encontramos que tenían una por allí, en el suelo. La esterilizamos cociendo agua y luego con Betadine intentando esterilizarla lo máximo posible. A partir de ese primer viaje fuimos tomando conciencia del material que puede ser necesario llevar desde España. Además, allí hay una organización local con la que estamos en contacto y es la que le da continuidad a los proyectos que comenzamos y la que nos informó, los sanitarios locales de allí, de que material les convenía que llevásemos de aquí.

P. Cuando regresan a España, la ONG sigue su curso a través de esa otra organización, ¿es así?
R. Sí, sí. La organización se encarga de dar continuidad. Por ejemplo, uno de los proyectos que pusimos en marcha con los 6.500 euros que llevábamos fue instalar en el centro de salud de la aldea unas placas solares y toda la instalación eléctrica, para que tuviesen electricidad a todas horas, para algo tan sencillo como mantener las vacunas viables las 24 h del día, ya antes del terremoto ellos tenían suministro eléctrico pero dos-tres horas al día, después del terremoto no tenían nada. Nosotros financiamos el proyecto, elegimos el material y ha sido la organización de allí la que se ha encargado de llevar a los técnicos al centro de salud, de montarlos, etc.

P. ¿Qué situaciones le parecían más duras en su rutina?
R. Lo más duro es volver a España. Cuando tengo que volver a casa y veo que ahí hay muchas cosas que hacer y hay que volver. Allí duermes en el suelo, te ponen dos mantas y en el suelo o encima de la cama. Esta última vez teníamos miedo a que se derrumbasen las casas, de hecho allí sufrimos un terremoto y la reacción en sus caras fue de terror absoluto. ¿La comida? Arroz. Te lo ponen con unos vegetales, otras veces con otros, otras con una sopa de lentejas… pero básicamente arroz. Al final llegas pensando “qué bueno está el arroz”. Aunque lo primero que he hecho al llegar ha sido hablar con mi madre “prepárame unos huevos fritos con chorizo y unas patatas fritas” y el arroz como lo vea salgo corriendo (risas).

Te impacta que tú ves allí cosas que en España tienen una solución fácil y allí pueden suponer la muerte. Por ejemplo, en Sipty, para desplazarse, porque es una aldea sin acceso mecánico, no puedes llegar nada más que andando… Te coges tu mochila y a subir un monte, el hospital más cercano lo tenían a dos días andando. Una apendicitis aguda, que en España es ahora mismo una cosa banal, allí era morirse.

Cuando llegamos al aeropuerto, la primera sensación fue de venirse abajo porque las otras veces el aeropuerto estaba lleno de gente y ellos la única riqueza que tienen es el turismo. Las aldeas, por ejemplo en Kabilash, decían “bueno, vendemos/tenemos arroz para nueve meses y luego tres meses que pasamos hambre”, en otros sitios pasan hambre 4, 5 meses, tienen una ideología de subsistencia. Aunque la depresión vaya por dentro, de cara a ti su vida sigue igual, con la misma alegría que siempre. ¿Que tengo que tirar la parte de arriba de mi casa y reconstruirla? Pues se hace y ya está.

P. ¿Lo recomendaría a enfermeros?
R. Aporta muchísimo. No tiene nada que ver lo que te cuentan, lo que llega de los medios, a lo que te encuentras allí. Además, es empaparte de la cultura. Nosotros hemos tenido la suerte de mezclarnos con ellos, hemos estado durmiendo en sus casas, comiendo en sus casas, jugando con sus hijos, si había que quitar piedras de un camino quitando piedras de un camino, y esa manera de enriquecerte y de relativizar las cosas, eso lo adquieres viajando. No vuelves el mismo, sabiendo que aquí la gente tiene problemas, pero que si lo comparas con los que tienen ellos y la manera en cómo lo afrontan, te ayuda muchísimo a llevar las cosas.