El riesgo de olvidar lo vivido... y prometido

Sección: Editorial

Cómo citar este artículo

Gancedo González Z. El riesgo de olvidar lo vivido... y prometido. Metas Enferm jul/ago 2022; 25(6):3-6. Doi: https://doi.org/10.35667/ MetasEnf.2022.25.1003081952

Autores

Zulema Gancedo González

Máster en Gestión y Planificación Sanitaria. Enfermera. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Santander (España).

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Email: zulemagancedo@gmail.com

Titulo:

El riesgo de olvidar lo vivido... y prometido

Tras la pandemia COVID-19 podemos afirmar que España ha vivido una devastación singular con una crisis del sistema sociosanitario sin precedentes. Una crisis de dimensiones descomunales que ha golpeado un sistema sanitario ya herido y decadente en su morfología y estructura, un sistema que aún no ha asumido, no ya los cambios, sino la “voluntad” necesaria para implantar modelos ya propuestos y formas de gestionar acordes a las demandas e incertidumbres actuales. Los cambios observados y más significativos para este contexto son fruto de respuestas al desarrollo y la innovación tecnológica (1), pero ninguno como contestación al análisis de la consideración de factores causales como los movimientos demográficos, los patrones epidemiológicos y la propia cultura y el comportamiento poblacional respecto a la salud.

Desde otro enfoque, la presión asistencial vivida y su meticulosa reorganización han garantizado la seguridad y fluidez. Hemos adaptado los espacios especializados y la forma de asistir, hemos configurado modelos de respuesta para aquellos pacientes vulnerables que debían ser seguidos en continuidad asistencial y, a veces, no hemos llegado a tiempo. Hemos acompañado en ausencia de familiares, de profesionales necesarios, de manera intensa; hemos testeado, rastreado, vestidos bajo máscaras y buzos; hemos organizado la vacunación y hemos vacunado, gestionado la atención a la duda, la pregunta y la indicación. Y bajo esas circunstancias de exigencia y extenuación en el espacio asistencial hemos remontado para retomar la atención frágil, las “no consultas” durante el periodo de pandemia y la actividad rutinaria y sistematizada (2).

Esta reorientación de servicios con fines adaptados a nuevas situaciones ha supuesto una sobrecarga de gran calibre para todos los profesionales. La toma de medidas inmediatas en un contexto de incertidumbre e inseguridad, la falta de control en la toma de decisiones en distintos niveles, la desprotección inicial en su más amplio sentido y en todos los órdenes, la involucración profesional y entrega, también personal, son solo algunas de las cuestiones que han ilustrado este periodo de pandemia (2). Sin duda, hemos puesto en juego nuestra capacidad de resistencia y gestión personal dejando de lado el propio autocuidado, que tanto necesitamos los cuidadores y vigilantes de la salud de los demás.

Cumplidos más de dos años de pandemia, y sin entrar en enfoques epidemiológicos, análisis de prevalencias, curvas, olas, cifras de mortalidad, pero sí teniendo en cuenta el impacto en la salud de nuestra población, de nuestras comunidades, y tomando referencias sobre el impacto socioeconómico y la acentuación de la desigualdad y los determinantes sociales, como profesión hemos de asumir la responsabilidad y firme determinación de participar activamente en el modelaje de nuestro sistema. No hay otra alternativa si queremos equidad, accesibilidad y, definitivamente, situarnos en el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para la Agenda 2030 (3).

El futuro exige medidas no demorables, y redirigir el rumbo de nuestro sistema es una de ellas, quizás es la más imperiosa. La necesidad de reenfocar hacia los retos pendientes de resolver, los que la pandemia ha evidenciado y los del volátil futuro, es imperativo (1). Actualmente, hipotecados bajo un modelo biomédico, las respuestas en salud no contemplan la interacción de otros factores vitales, ni los cambios que los agentes y los factores causales están dibujando. Por otro lado, el sesgo en la sistematización del para qué, el cuánto y el quién, tanto en el diseño, la organización, la toma de decisiones como para la gestión de los recursos, está orientado y distribuido por dicho modelo, y no ha variado en decenios. Es un modelo que no contempla la promoción y la prevención como ámbitos clave de inversión en salud, y primera línea de intervención, ni tampoco la necesidad de sistematizar el abordaje integral y holístico. Asimismo, tampoco contempla la integración del desarrollo pleno de responsabilidades y la autonomía de las enfermeras, con el máximo competencial que pueden llegar a desarrollar de no ser por las barreras y los obstáculos que sostiene dicho modelo. De la misma forma, su perspectiva no está incorporada, ni presente en el diseño de las estrategias, ni en la toma de decisiones (4). Se trata de una constante sostenida tanto por decisiones desacertadas como relegadas a segundo plano, o sobre tortuosos procesos burocráticos, normativas o legislaciones extemporáneas que han generado involución en nuestro desarrollo profesional, crecimiento, falta de posición y consolidación de espacios y roles. Sin duda este contexto y otras circunstancias interdisciplinares han facilitado, aún más, otras situaciones sumatorias en contra del progreso de nuestra profesión. Es el caso, por ejemplo, de la eclosión oportunista de titulaciones desconectadas y desintegradas del cuore de la disciplina. No podemos seguir observando cómo las carencias y los déficits basados en la desinversión, la falta de recursos y apoyo para el colectivo en su desarrollo profesional están siendo paliados con opciones intermedias, sin contar con el conocimiento experto de los profesionales del cuidado, las enfermeras, en la dirección, evaluación y prestación de los mismos.

A esa misma descapitalización histórica, desinversión en salud al fin y al cabo, y su relación directa con los recursos necesarios se les atribuye, por un lado, la pérdida de oportunidades de atención y el impacto relacionado con la morbilidad y la mortalidad en pacientes, sostenida por la evidencia científica; y por otro, la “normalización” y la consolidación de la precariedad laboral, a través de plantillas deficitarias, contratación precaria en todas sus formas, modos cuestionables de gestión de los recursos y talento, ciertas formas de trabajo y organización, y también la consecuente huida de profesionales a otros países. Como para todos los contextos se necesitan decisiones políticas mejor informadas, basadas en datos, en resultados y en necesidades para la población, de lo contrario, si los formuladores de políticas implementan reducciones generales en el gasto, corren el riesgo de causar más daño que bien.

La severidad de este conjunto de circunstancias sostenidas en el tiempo no es solo por cómo ha incidido y afecta a la profesión y a las enfermeras, también por el alto impacto y las repercusiones que recaen en nuestros ciudadanos, pacientes y población en general. Justamente, la privación del CUIDADO pleno, integral y universal en cualquiera de sus dimensiones, promoción, prevención, asistencia o recuperación de la enfermedad, y el acompañamiento en la vida y en el buen morir, serían cuestiones a medir y poner encima de la mesa.

Desde esa perspectiva de cuidados y asistencia, los pacientes que más necesitan del apoyo del sistema requieren de un amplio espectro de cuidados profesionales, generales y específicos, y de una atención integral en torno a sus problemas de salud. Ayuda, colaboración, apoyo, soporte continuado y resolución de problemas a través de formas de gestión y organizativas menos funcionariales y más profesionales. Por ello, el modelo ha de cambiar, distribuir el poder, la responsabilidad y la participación, para que la atención y la organización de servicios se replantee en torno a los pacientes, sus necesidades y las de la población en general. Permitir a las enfermeras desarrollar sus competencias y su autonomía reduciendo o eliminando las barreras y resistencias de unos y otros sería ya un cambio en el modelo (4).

Así que, lejos de un discurso reivindicativo constante, se trata de unificar oportunamente una narrativa común respecto a nuestra posición como agentes de cambio necesarios para la accesibilidad, el mantenimiento de la salud y las economías. Nuestra posición dentro del sistema, y nuestra particular relación con el paciente y el ciudadano, en todas las esferas de la vida y las circunstancias, determina la dimensión de nuestra perspectiva y por ello hemos de estar en el análisis, cambio de modelo y debate de futuro: coherencia, adecuación, pertinencia y sostenibilidad. Nuevos escenarios, más reales, más ágiles, más resolutivos, con autonomía para el paciente y para las enfermeras, como principales proveedores de atención en salud en el universo salud-enfermedad-muerte digna. Y también para dar respuesta a través de estructuras coordinadas, estrategias comunes y planes multidisciplinares de colaboración desde la autonomía disciplinar (5).

La crisis sanitaria actual, también política, social y económica en España, pudiera ser aún más profunda de seguir comprometiendo la calidad y la seguridad de los pacientes y la adecuada atención a la población en general; una crisis que sin duda deja visible que la salud es una cuestión que compete y afecta a los estados y gobiernos y que, por tanto, la situación de las enfermeras también les afecta y compromete. La falta de respuesta a la convocatoria, que en su momento se trabajó con nuestros interlocutores y políticos, sigue sin dar oportunidad, ni espacio, a las enfermeras; esperemos que la anunciada Estrategia y Coordinación en Cuidados por la ministra de Sanidad el pasado 1 de junio dé respuesta a los desafíos del futuro, las necesidades y el necesario fortalecimiento de la profesión ante ello. De no ser así, si no se abordarse ante el compromiso adquirido, la profesión sentirá de nuevo un intencionado olvido y desprecio en la ya crónica desafección por las enfermeras, y a saber, finalmente, a qué situación abocaríamos.

Bibliografía

  1. Martínez Sesmero J. Innovación y tecnología en época de adversidad. Rev la OFIL. 2020;30(2):89–90.
  2. Buchan J, Catton H, Shaffer FA. Apoyar y retener en 2022 y más allá: La fuerza laboral de enfermería global y la COVID-19. Philadelphia; 2022.
  3. Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Resolución adoptada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015. Nueva York: Naciones Unidas; 2015.
  4. Organización Mundial de la Salud (OMS). Situación de la enfermería en el mundo 2020: invertir en educación, empleo y liderazgo. Ginebra: OMS; 2020.
  5. Organización Mundial de la Salud (OMS). Orientaciones estratégicas mundiales sobre enfermería y partería 2021-2025 [internet]. Ginebra: OMS; 2021 [citado 3 jun 2022]. Disponible en: https://apps.who.int/iris/handle/10665/351147