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Metas de Enfermería

Metas de Enfermería

FEBRERO 2012 N° 1 Volumen 15

Ciencia y parcialidad

Sección: Editorial

Cómo citar este artículo

Cabello Tarrés B. Ciencia y parcialidad. Metas de Enferm feb 2012; 15(1): 3

Autores

Belén Cabello Tarré

Enfermera, matrona, antropóloga. Máster en Estudios Interdisciplinares de Género. Profesora de Enfermería Maternal.

Titulo:

Ciencia y parcialidad

Se supone que no existe nada más ajeno a la ciencia que la parcialidad. Sin embargo, nada hay más irreal, aunque su cuestionamiento sea relativamente reciente. Aún suena a nuevo decir que el conocimiento, como cualquier producto humano, es deudor del contexto en el que se produce. Un contexto amplio donde caben intereses de todo tipo: históricos, políticos, económicos, profesionales, de etnia, de género, de clase, de mérito personal, etc., que actúan seleccionando tanto lo que se convierte en objeto de estudio y lo que no, como los medios específicos que se utilizan para la obtención del conocimiento y los que se desechan, los criterios de selección de los casos, los resultados que se obtienen y se dan a conocer y los que, por el contrario, se rechazan.

Desde un punto de vista crítico hay que aceptar que la ciencia puede ser clasista, racista, genéricamente sesgada, dirigida desde intereses financieros o desde estructuras de poder, y no solo desde la aplicación de los resultados sino desde el marco conceptual en el que se produce, aunque su construcción social la rodee, junto a sus practicantes, de una aureola de responsabilidad, compromiso social y neutralidad.

La eficacia simbólica de la ciencia da significado a la experiencia y, así, la salud y la enfermedad no se producen en un espacio social virgen, sino mediatizado por modelos de convivencia y sistemas de valores sustentados por una élite de poder, los sanitarios, y en los que la ideología dominante actúa como una forma de control social que desposee al usuario de su autonomía y su capacidad de decisión en el momento en el que se convierte en objeto, que no sujeto, del conocimiento científico.

Si aceptamos que el quehacer científico no actúa en el vacío ideológico sino que se construye en y para un grupo social dado, la cultura de la salud y la enfermedad no puede ser considerada más que como una subcultura que se nutre e incorpora los presupuestos dominantes y que no solo refleja en su práctica el pensamiento social sino que lo avala, eso sí, desde el inmovilismo y la resistencia al cambio característicos de la posición de poder que ocupa.

Eduardo Menéndez habla de “los factores culturales en las representaciones y prácticas de los colectivos sociales” y, precisamente por ello, del “diagnóstico y tratamiento de los profesionales”. Sin embargo, las ciencias de la salud se escudan en el cientificismo para presentarse a sí mismas incontaminadas, libres de prejuicios, atentas únicamente a hechos “incontestables” desde el mismo momento en que pueden tener una explicación racional desde la Biología y obviando que el sistema biomédico, como otros sistemas folklóricos o heterodoxos que se ocupan de la salud y la enfermedad, no puede ser contemplado, como afirma Seppilli, más que como una “institución social y una estructura de poder” y, por tanto, como un “aparato ideológico-cultural y organizativo históricamente determinado”.

Asistimos a un cuestionamiento de las actitudes profesionales autocráticas, con exigencia por parte de los usuarios de nuestros servicios de niveles más amplios de participación y decisión en las resoluciones que afectan a su propia salud y de la necesidad de asumir la iatrogenia, los errores y las omisiones por parte de los técnicos. Una forma de obtener resultados positivos puede esperarse a través de variaciones profundas en la formación que se proporciona en los centros sanitarios que, hoy por hoy, sigue siendo resistente al cambio, por la pérdida de privilegios que conlleva, y permanece anclada en modelos sesgados por género, etnia, clase, opción sexual, opción religiosa o edad.

Cambiar el marco conceptual de partida es necesario pero no suficiente porque, aun modificando el paradigma para intentar comprender, entender y soslayar los juicios de valor, no se puede evitar de ninguna manera ser quienes somos. Asumámoslo y mantengamos una actitud crítica y vigilante en nuestro quehacer científico, en nuestro quehacer diario. Los sesgos existen, tratemos de ser conscientes de ellos para descubrirlos y mantenerlos, en la medida de lo posible, bajo control.