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Revista Matronas

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DICIEMBRE 2022 N° 3 Volumen 10

Entrevista a DOLORES SÁEZ MANZANO
“Loli, la matrona de Melilla"

Sección: Entrevista a…

Autores

ILITIA

Titulo:

Entrevista a DOLORES SÁEZ MANZANO
“Loli, la matrona de Melilla"

La mayoría de peninsulares españoles desconoce el lugar y la realidad de Melilla, una de nuestras dos ciudades autónomas, limitando  su conocimiento a las aciagas noticias que por los medios de comunicación nos llegan desde este territorio español en el continente africano. Para  aquellos  que cumplieron antaño el servicio militar en ese destino, y para los que esperaban su vuelta, igual, si no profundizaron en su esencia, fue  solo un destino tan obligado como  lejano; para  algunos turistas impenitentes, para quienes viajar, se ha convertido en una parte de sus vidas, es un hermoso e interesante territorio lleno de contrastes en esa porción alejada del suelo patrio, puente entre Europa y África. Melilla es una ciudad hermosa y  vibrante en la que destaca la convivencia histórica de cuatro culturas principales: cristiana, musulmana, hebrea e hindú, a las que se han sumado en este tiempo de globalidad y continuos desplazamientos, muchas otras gentes de diversos orígenes y procedencias. Una multicultularidad cuya sintonía, reflejo de una convivencia respetuosa y moderna, sorprende a los foráneos.

La Asociación Española de Matronas (AEC) tiempo hace que acuño la frase "donde haya una mujer  debe haber una matrona" y, como no  podía ser de otra manera, las mujeres de Melilla han contado y cuentan con matronas, de entre las que hoy traemos a esta sección una especialmente destacada: Dolores Sáez Manzano, para todos, "Loli, la matrona de Melilla".

Pregunta. Empezamos por el principio, Loli. ¿Eres nacida y criada en Melilla? 

Respuesta: ¡Vaya que sí! Nacida, criada y “vivida” felizmente, en Melilla; solo me he alejado de esta ciudad, a la que quiero desde lo más profundo de mi corazón, los años de mis estudios en Málaga, mi segunda casa, cierto es en el sentido literal lo de 2ª casa, y obviamente, los viajes de placer y conocimiento que me han llevado de un lado a otro, aunque menos de lo que hubiera deseado porque las obligaciones familiares y profesionales me han impedido disfrutar de más tiempo libre. Incluso ahora, que ya llegué a la jubilación, la familia, cambiante y creciendo, sigue ocupando el primer lugar y tampoco voy sobrada de tiempo para viajar, pero me conformo con mis idas y venidas a “mi Málaga”, donde aún conservo familia, amigos y compañeros de promoción con los que sigo manteniendo relaciones, algo de lo que cual me enorgullezco. Por supuesto, el disfrute de las preciosas playas de Melilla no me hacen añorar ninguna otra del mundo porque estas son ¡maravillosas! 

P. Es inevitable preguntar si en tu caso tuviste predecesores en la profesión o fue una vocación espontánea que además contagiaste a parte de la familia…

R: Creo que bien chiquita ¡ya jugaba con las muñecas a ponerles el bebé en la barriguita sin saber cómo era un parto! Luego ese germen fue creciendo de la mano de un médico amigo de mis padres, el Dr. Ríos, urólogo, que me animó a ser enfermera frente a Magisterio, carrera a la que me orientaban mis padres porque se podía cursar en Melilla. Empecé a hacer prácticas en el quirófano del Hospital de Cruz Roja y cuando terminé el bachiller ya estaba decidida a ser enfermera, convirtiéndome en la primera de una saga familiar de profesionales sanitarios. Lo mío fue totalmente vocacional, opino que Dios pone a cada uno en el mundo para desempeñar una función: a mí me eligió para ser matrona y cuidar de las mujeres y los niños. Mis dos hermanas se hicieron enfermeras, incluso cuando una de ellas para entonces ya había cursado Magisterio. Pienso que les transmití la pasión y el sentido que yo encontraba en la Enfermería. Mis hijos también han escogido la rama sanitaria, son fisioterapeutas y con especial orgullo digo que ambos, José Antonio y Sandra, están dotados de gran humanidad y empatía. 

P. Entiendo que tu decisión de ser enfermera para luego especializarte como matrona no sería fácil porque has mencionado de forma indirecta que Melilla por entonces no contaba con Escuela de Enfermería, ¿es así?

R. En efecto, yo me vi obligada a dar el salto a Málaga porque no hubo Escuela de Enfermería en Melilla hasta el año 1976 en que se inauguró la Escuela Universitaria de Enfermería de Cruz Roja, en la que formamos a grandes profesionales con la ayuda de la Jefa, Dña. María Caba, gran profesional y persona que a mí, personalmente, me ayudó muchísimo en los primeros tiempos y a la que recuerdo con enorme afecto.

P. ¿Te apoyaron tus padres en tu elección?

R. Claro que mis padres me apoyaron, sobre todo mi padre, quizá porque, además, yo era una adolescente dócil y muy aplicada (lo digo sin falsa modestia), y él estaba especialmente orgulloso de que su hija fuera la primera que tuviera una carrera en la familia. También mi madre me apoyó, por supuesto, pero quizá, muy marcada por los condicionantes de la época respecto al destino de la mujer, lo hizo con menos fuerza, contando además como he mencionado que ambos se inclinaban más porque hiciera Magisterio ya que lo podía cursar en la ciudad.

P. ¿Qué recuerdos tienes de tu partida hacia Málaga?

R. Uffff… Dios mío, ese barco cuya travesía duraba ocho horas allá por los 60-70 y sigue durando lo mismo, ¡cómo olvidarlo! La cercanía marítima entre Melilla y Málaga que, bien podría augurar una apacible y rápida travesía, sigue siendo tan larga y tediosa como entonces, aunque la habitabilidad de los barcos ha mejorado. Aun con la ilusión de emprender mi carrera, lo que más grabado tengo de aquella primera travesía “independiente” es la tristeza que sentía al abandonar mi casa, mi familia, mi ciudad…

P. ¿Qué es lo que con más cariño recuerdas de tu formación como enfermera en Málaga? Y por contra, ¿cuáles fueron las mayores dificultades que sufriste allí?

R. Cuando yo empecé mis estudios era el año 64, trabajamos muy intensamente; como en otros hospitales de la época las alumnas eran, junto con una pocas enfermeras tituladas, la fuerza laboral, y aunque fue duro estoy especialmente satisfecha de cuanto aprendimos. Es cierto que carecíamos de muchas cosas, en la España de la época no se nadaba aún en la abundancia y tampoco en los hospitales, pero aprender con fundamento y echando mucho ingenio creo que es la mejor base para adaptarse a todas las novedades de las que más tarde dispusimos. Opino que nadie como nosotras, que carecimos de tanto, supimos valorar las mejoras que traían emparejadas las novedades que se fueron incorporando a nuestro trabajo. Las exigencias de disciplina y esfuerzo entonces eran muy fuertes, pero eso también nos ayudó a forjar un carácter riguroso para el futuro que nos había de llegar y para el desempeño de una profesión tan exigente como la nuestra. Lo más bonito que recuerdo es el cariño que surgió entre todos los de la promoción y especialmente entre las seis muchachas que nos fuimos juntas desde Melilla, ese cariño por el que nos ayudábamos, compartíamos, nos divertíamos... y el que sigue siendo motivo de recuerdo en nuestras actuales reuniones. Por otro lado, hablo de ILUSIÓN con mayúsculas porque el trabajo duro, desconocido y exigente del hospital no nos quitaba la alegría por aprender y para “juerguear” lo poco que se podía, ¡inolvidables nuestras fiestas de disfraces en el internado! El lado triste era la añoranza de una adolescente de 17 años que deja atrás a sus padres y su hermano, su corta vida social y con exigencias de adulta, empieza a caminar como tal en la vida. El teléfono que no estaba tan disponible como actualmente, acortaba la distancia con la familia y mi querido, por entonces, novio que estudiaba en Cádiz, me traía la alegría cada vez que aparecía en Málaga.

P. Tienes una cantidad ingente de fotos, pero esta que encontramos en medio de tus álbumes es bien curiosa. ¿Qué hace una matrona uniformada en una corrida de toros?

R. ¡Ah, sí! En el Hospital de Cruz Roja éramos una pequeña gran familia y un día que mis compañeras enfermeras tenían que asistir a las corridas de toros, viendo que yo no tenía ninguna embarazada ni puérpera ingresada y estaba de guardia localizada, me decidí a acompañarles por si podía servir de ayuda en caso de necesidad. Y mira tú por donde, “El Cordobés”, cabeza de cartel y por entonces admirado torero que llenaba plazas, quiso agradecer la presencia al equipo sanitario, momento que algún fotógrafo captó en esta instantánea de feliz recuerdo en la que yo aparecí por la coincidencia de circunstancias que os he relatado.

P. Después de haber vivido los años de la formación en una ciudad cosmopolita y alegre como Málaga, donde había equipos de trabajo y un sinfín de posibilidades lejos de la, llamémosla, “ lejanía opresiva” y soledad en el trabajo que imponía Melilla, ¿tuviste siempre claro que preferías volver a tu ciudad para trabajar en ella?

R. Pues sí, porque de siempre he sentido profundamente mi tierra, donde están mis raíces, aunque tengo que reconocer que intenté demorar mi regreso, feliz como estaba en Málaga, incluso planteándome cursar en el Antiguo Hospital Civil de Málaga otra especialidad enfermera como entonces lo eran fisioterapia o podología. Pero al final ganó el lazo familiar que tira inevitablemente de una, mis ganas de ejercer como matrona y el convencimiento de que si no volvíamos las hijas de la tierra no iban a ser las foráneas las que se instalaran en esta ciudad. Creo que en todos los sitios se puede ser feliz y yo en Melilla, además de mis raíces y como digo, el amor por mi ciudad, formé mi familia que te ancla más que nada a la tierra que pisas. Por otra parte, regresar a Melilla convertida en matrona, la carrera que yo elegí, fue un orgullo que compartí con mi mentor, el Dr. Ríos, a quien de alguna manera mi vuelta fue como agradecerle su apuesta y todo el apoyo que me prestó para lograr mi objetivo.

P. Melilla por su situación geográfica y cultural, ¿reporta diferencias respecto a la asistencia sanitaria?

R. Sin duda. He crecido y vivido la multiculturalidad, aunque esta realidad para todos los melillenses no es una circunstancia nueva al hilo de los flujos migratorios recientes; en esta ciudad llevamos siglos conviviendo diferentes etnias y culturas, conocemos y aceptamos otros valores culturales y creencias, lo que en mi caso, como profesional sanitario, me ha ayudado para entender además las actitudes, los comportamientos relacionados con la salud y la enfermedad propia de cada cultura, y encontrar la forma más adecuada de relacionarme con las mujeres que he de acompañar y asistir. Os cuento una circunstancia que se convirtió en un nuevo trabajo para las matronas de Melilla a propósito de su especial situación geográfica. Como bien sabéis, mi ciudad es frontera con Marruecos, país desde el que de antaño ha existido una circulación dinámica de droga, convirtiendo el paso a través de Melilla en una de las más importantes rutas de tráfico hacia Europa. Y este fue el motivo que nos reportó una nueva actividad a las matronas. Considerado como un problema de Salud Pública el consumo de droga y obviamente su distribución, un delito que había que cortar, la Delegación de Gobierno contactó con la Dirección Provincial de Sanidad para requerir la ayuda de las matronas en el puerto y aeropuerto. Quienes aceptamos el reto fuimos enviadas a Algeciras para instrucción en radiología, ya formadas regresamos y junto con la Guardia civil trabajamos en la detección de droga transportada por las mujeres. Aún recuerdo a una mujer que le encontramos en vagina ¡una bola de kilo y medio! Indudablemente, fue una importante e inesperada labor que las matronas ejercimos durante tiempo.

P. Si no me equivoco, fuiste la segunda matrona profesional establecida en Melilla (la primera duró poco tiempo, por cierto). ¿Cuál fue tu primer trabajo en esta ciudad y qué recuerdos tienes de ese tiempo?

R. Cuando regreso titulada como matrona, mi destino es el antiguo Hospital de Cruz Roja, institución singular y de gran historia, ya que en 1921 este edificio, proyectado como grupo escolar, fue reconvertido sin ser estrenado para tal fin en hospital tras el Desastre de Annual. La Duquesa de la Victoria, Carmen Angoloti Mesa, con el beneplácito de la Reina Victoria Eugenia, fue la directora de esta institución y junto con las Damas Enfermeras de la Cruz Roja, voluntarias que arribaron a Melilla y desarrollaron una importantísima labor uniéndose a los esfuerzos sanitarios para atajar la crisis hospitalaria de la ciudad en la situación de guerra que sufrió el territorio melillense desde 1909 hasta 1927.

Pues esta noble institución, reconvertida en hospital civil, fue mi primer destino profesional y ¡qué mal lo pasé en mis inicios como matrona! Eso sí que era estar “sola ante el peligro”, porque sola estaba y los dispositivos de uso para las matronas se reducían al estetóscopo y el reloj, sin ecografía y sin tocólogo de presencia física. Yo estaba de guardia 24, 48, 72 horas, ¡siempre! Fui la única matrona durante año y medio, así que me puse a buscar matronas por todo el territorio nacional para repartir aquella tarea. Si no era bastante la lejanía física de Melilla, que entonces suponía mucho (solo se podía llegar por barco), ofrecer un contrato de Cruz Roja (hospital privado) y contar con verdad a las pocas interesadas como era “el negocio” de duro, eran las condiciones que completaban el revulsivo para que no encontrara a ninguna candidata… Tal es así que cuando anuncié mi boda, aunque la dirección del centro no quería mujeres casadas trabajando, no tuvieron otro remedio que aceptarme casada ya, porque mi puesto no se cubría, e incluso tuve que buscar sustituta porque si no ¡no podía casarme! ¡El mejor logro de mis campañas de búsqueda de matronas fue el de convencer a mi compañera Adela, enfermera melillense, para que se hiciera matrona! ¡Qué gusto y un relax trabajar con ella! 

P. Sé que eres una mujer de carácter, decidida, trabajadora e inquieta por todo, y justo detrás de tu familia has situado a esta profesión a la que has dedicado la mayor parte de tu vida. Te formaste también en enfermería comunitaria, de salud pública, etc. y siempre has estado pendiente de cada innovación en la práctica enfermera y de matronas. Tus ganas de estar informada y de impulsar la profesión desde este punto de España desde el que te sentías tan distanciada como cerca querías estar del conjunto profesional ¿fue lo que te motivó a presentarte a la Junta del Colegio de Enfermería?

R. Pues sí, pertenecí a la Junta del Colegio de Enfermería como Vocal Matrona desde que tuve la opción. Creía que desde ahí podía mantenerme informada e intercambiar opiniones y formas diferentes de trabajar con colegas de otras comunidades autónomas. Por otro lado, desde la institución colegial y a través del Consejo General de Enfermería, impulsábamos cursos de Educación para la Salud para colegiados y población hasta el punto de que el local colegial se nos quedó pequeño y teníamos que buscar sedes capaces de acoger la alta demanda de formación, por toda Melilla. Por ello, la Junta de Gobierno nos embarcamos en la compra de dos pisos que nos permitió disponer de un gran salón de actos con un aforo grande para la formación, dependencias aptas para dar un mejor servicio a los profesionales y tener una sede propia como correspondía al cuerpo profesional que representamos. Yo particularmente me he pasado la vida actualizándome hasta mi jubilación, algo que creo absolutamente imprescindible para todo profesional.

P. Me consta que sin tu compañero de vida, tu marido, tu inestimable José Antonio, no hubieras podido entregarte a la profesión como lo has hecho, por eso indudablemente es justo que le otorgues ese título honorifico de Matrón al que tantas veces aludes con infinito cariño y reconocimiento.

R. Mientras éramos novios, e incluso después ya casados, era inevitable en nuestros encuentros contarle los casos, y conste que teníamos variedad teniendo en cuenta que en los años de mi formación, y hasta mucho después, no contábamos ni con ecografías. Casi lo menos sorprendente eran los casos de partos múltiples inesperados y ¡de esos tuve muchos! Hasta la prensa se hacía eco de los casos de trillizos, de los que me tocaron varios; en el otro lado, el más cruel, también me tocaron anencéfalos y toracópagos, y otros con defectos congénitos graves, así como enfrentarme a casos de patologías maternas que hoy se pueden evitar o tratar mejor. José Antonio, como yo le digo, “un mártir del matroneo”, escuchaba pacientemente mis explicaciones parejas a la emoción que había experimentado en cada caso, ya familiarizado con los términos de la obstetricia; él mismo se emocionaba y también sabía consolarme cuando la resolución del parto te dejaba ese pozo amargo de preocupación, aunque afortunadamente solo tuve que lamentar la pérdida de una mujer, y no por el parto, sino por una complicación hematológica sobrevenida, a pesar de lo cual fue una experiencia muy dura que no olvido.

Como en nuestra ciudad hay barrios muy alejados y complejos, cada noche que tenía que salir a un parto domiciliario, él siempre me acercaba y se mantenía a la espera en el coche hasta que me veía aparecer exhausta, para regresar a casa. ¡Mi marido ha desarrollado más paciencia o, al menos la misma, que el Santo Job! Médicos y matronas del entorno le consideran uno más del cuerpo de la sanidad melillense. 

P. Como buena emprendedora, montasteis entre colegas una sociedad cooperativa para atención al embarazo, parto y puerperio. ¿Cómo toma cuerpo esa iniciativa?

R. Mira tú por donde que el local que anteriormente fuera la sede alquilada del Colegio de Enfermería de Melilla, al que tenía gran cariño y me daba tanta pena abandonar cuando adquirimos la sede propia, conseguí alquilarlo. Junto con otras tres compañeras, pusimos en marcha la cooperativa que mencionas inaugurándola con toda la ilusión, un día 5 de mayo, Día Internacional de la Matrona del año 2000, que llamamos “Centro Integral para la Mujer”, surgió para cubrir el vacío existente en este campo para las beneficiarias de seguros privados, cobertura sin embargo implantada en la Seguridad Social desde la década de los 90.

La andadura de este negocio duró desde el año 2000 hasta el 2015, cuando nos jubilamos la socias, y aunque se lo ofertamos a nuestras colegas más jóvenes, ninguna aceptó el reto de continuar. Fue una experiencia muy enriquecedora no tanto crematísticamente, pero sin duda humanamente, lo fue. En este centro no nos bastaba con la educación maternal, así que manteníamos reuniones periódicas con la Consejería de Educación, de la Mujer y colectivos sociales, y fuimos ofertando programas de educación sanitaria a los grupos de mujeres más vulnerables, mujeres en la cárcel, de barrios periféricos, del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI)… Lugares en donde a veces era difícil la comunicación con las mujeres, pero finalmente conseguíamos hacernos entender, ganar la confianza de aquellas mujeres que nos expresaban, al finalizar la formación su satisfacción con respuestas positivas, como el aumento de las citologías durante el desarrollo de los cursos.

La más joven de las matronas del equipo impartía cursos de desarrollo psicoafectivo a adolescentes, anticoncepción, E.T.S, etc., en forma de talleres en horas escolares. El resto trabajábamos sobre el programa de la mujer hasta la menopausia, con grandes resultados respecto a  la satisfacción de las participantes, que también se traducía en su concurso en los programas de cribado, con su participación masiva en la toma de citologías. 

P. Melilla estaba lejos de Madrid y de casi cualquier punto de España, pero tú acortabas distancias y acudías a todos los Congreso de Matronas, que por aquel entonces solo organizaba la Asociación Española de Matronas. ¿Qué buscabas en ello?

R. Siempre he estado convencida de que la máxima "actualizarse o morir" es absolutamente cierta, es nuestro propio crecimiento personal el que está en juego, nuestro trabajo debe evolucionar al ritmo del conocimiento científicotécnico y de las demandas sociales de las mujeres y familias, sin olvidar que la asistencia debe hacerse desde el punto de vista humanista. En aquellos años en los que estaba en plena tarea profesional, no teníamos la facilidad del contacto actual a través de redes y era necesario acudir a los grandes y buenos congresos en los que aprendías tanto en las sesiones como en el intercambio con compañeras. Se elaboraba, como hoy se llama, un networking, una auténtica red de contactos, algunas de las que acababan siendo amigas incluso, pero todas teníamos el mismo común denominador de defensoras a ultranza de nuestra profesión. Yo venía absolutamente reforzada de esos congresos, ¡vamos que eran como un lifting para el ánimo y el conocimiento! Agradezco a la Asociación Española de Matronas el que siempre estuviera empujando para que las matronas mantuvieran actualizada su formación con sus cursos, talleres, congresos y la participación con otros profesionales en asuntos concernientes a la salud de la mujer y el niño.

P. Háblanos de tu gran salto a la Atención Primaria, ¿cómo fue ese paso?

R. La carencia histórica de matronas (y aún más en Melilla) me permitió que, aun prestando servicios en Cruz Roja en la actividad hospitalaria, aceptaran mi compatibilidad por las necesidades de la ciudad, y así pasé a trabajar también como matrona interina en APD hasta que salieron las oposiciones tras 18 años sin convocarse. Logré ganar la oposición con el Nº 5 de la convocatoria nacional y así obtuve la plaza de funcionario de carrera APD.

Compaginé ambas plazas hasta 1990, en que con la reforma de la sanidad, las matronas de APD, mayoritariamente, aceptamos integrarnos en la Atención Primaria. Este era un nuevo reto, porque el abanico fuera de la atención obstétrica exclusivamente requería una puesta a punto, para lo que me formé en Madrid de mano de Mª Ángeles Rodríguez Rozalén, a través de la Asociación Española de Matronas. Precisamente, aprovecho para expresar mi agradecimiento hacia ella que siempre ha sido mi guía y asesora en cuestiones profesionales, y por su lucha junto con su equipo, en este caso, para evitar la amortización de las casi 2.000 plazas de matronas de APD y conseguir su reconversión e integración en los equipos base de Salud Primaria. 

Sin embargo, esta actuación profesional, para que fuera eficaz, como digo, necesitó de una colaboración que propició la AEM entre el grupo de expertos de Atención Primaria formado y la Dirección General de Atención Primaria y Especializada del extinto INSALUD en Madrid, para la elaboración del programa a desarrollar. Digo con orgullo que tuve el honor de formar parte activa de ese grupo en el que se determinaron los objetivos, las competencias a desarrollar, incluidos programas, el primero, el de diagnóstico precoz de cáncer y la implantación de la consulta de matrona.

Como todos los comienzos, los de la Matrona en Atención Primaria en Melilla, y supongo que en el resto del territorio, fueron complejos. Tres fuimos las matronas titulares APD que nos integramos e inauguramos la modalidad asistencial en la ciudad autónoma, pero llevábamos todas las consultas de toda el Área de Salud, superando la asignación de 3.500 mujeres por zona básica que se había determinado. Al final, y no sin esfuerzo, conseguí que INGESA colocara una matrona de área y así hacer un reparto más racional, aunque siguió habiendo diferencias en la asignación poblacional entre las áreas de las cuatro matronas.  

P. Un nuevo reto y un gran empeño fue la creación de la Unidad Docente de Matronas en Melilla. Relátanos tus pasos hasta conseguir, desde hace 16 años, tener en funcionamiento esta unidad.

R. Bueno, este era un sueño largo tiempo acariciado, pero el detonante fue el día que se me presentó el Director del hospital pidiendo ayuda porque no tenían matronas para cubrir turnos en verano. Así que tomé la decisión y me dirigí a mi entrañable y buena amiga, entonces Presidenta de la Asociación Española de Matronas, Mª Ángeles Rodríguez Rozalén, sabiendo que ella, que se ha destacado verdaderamente por la defensa a ultranza de la profesión, me pondría en el camino de lograr el objetivo de crear la unidad tan necesaria para el futuro de la asistencia ginecoobstétrica de nuestra ciudad.

Nunca estaré suficientemente agradecida a la paciente atención que me prestó Mª Ángeles, en las infinitas llamadas que le pude dirigir siempre obtuve de ella acertadas indicaciones, mucho cariño y dosis enormes de estímulo. Había que convencer al INGESA Melilla de que se implicara y dispusieran una partida presupuestaria para este objetivo necesario para nuestra ciudad, porque su lejanía no la hacían especialmente atractiva para profesionales peninsulares, siendo que por esa vía no podríamos cubrir las necesidades de salud de las mujeres como ya había pasado, estaba pasando y seguiría sucediendo en el futuro. 

Mis intentos de reclutar matronas por cualquier punto de la geografía de España no siempre dieron resultados, menos conseguir estancias de continuidad y las mujeres melillenses se merecían y se merecen una atención de calidad como todas las demás. Por otra parte, la Universidad de Granada, junto con el INGESA de Melilla, tenía que participar en la empresa con su compromiso y aportaciones formales. Era imprescindible que las compañeras a la vez se convencieran de que también nosotras podíamos sacar adelante esta empresa como otros colegas lo venían haciendo desde 1993 en que se reabrió la formación de matronas. Con la ayuda de una enfermera cursamos la solicitud de acreditación de la que me encargué yo, habida cuenta de que había de ser una matrona la responsable de la unidad. Cuando finalmente vi publicado en el BOE de aquel 18 de septiembre de 2005 la convocatoria para cubrir las plazas de formación en nuestra tierra a partir del año siguiente, tuve una sensación indescriptible de gozo solo superado por el conmovedor momento de la graduación de nuestras primeras cuatro residentes, aquellas mismas que dos años antes se quedaban absortas mirando un estetóscopo y acaso pensando en las dificultades que afrontamos las matronas que les habíamos precedido… 

P. En mis días por Melilla, me sorprendió la admiración de una persona que conocí por las matronas de la ciudad cuando se enteró de que yo era matrona. Muy efusivo me dijo: "¡las matronas de Melilla son buenísimas, lo hacen todo ellas!", (comparaba con otra asistencia de parto que tuvo en la Península). No pude por menos que sentirme orgullosísima... ¿qué me dices al respecto?

R. Sin falsa modestia y con mucho orgullo, reconozco que en esta afirmación hay mucho de cierto... El aislamiento, al menos en el sentido de que no se ha multiplicado la presencia de obstetras y otros profesionales sanitarios, sino que vamos ajustados para cubrir las necesidades sanitarias de esta ciudad, ha favorecido el desarrollo de las competencias de las matronas. En Melilla no ha habido injerencia en las competencias de las matronas por otros profesionales y aunque parezca paradójico, no lo es que las matronas siempre nos hemos sentido especialmente felices de "trabajar más", porque ningún otro profesional nos ha disputado las áreas que por nuestra especialidad en salud sexual y reproductiva tenemos atribuidas. Como no tenemos formación especializada de médicos en obstetricia, ni otras especialidades enfermeras, en Melilla cada profesional hace lo que le corresponde y las matronas desarrollan autónomamente las actividades de todo el programa de atención sexual y reproductiva de la mujer. Se confirma la realidad hace tiempo conocida de "que cuantos más médicos (obstetras y de medicina de fa milia) haya en un área sanitaria, mayor grado de incumplimiento de las actividades por parte de las matronas”. Por una vez, la escasez es el beneficio de las matronas y creo, sin que suene petulante, de las mujeres también.

P. Sabemos que el mayor reconocimiento, y yo he podido ser testigo emocionada de ello, es el afecto sincero de las mujeres; ir con Loli por Melilla es un trayecto con infinitas paradas y llamadas a voces de esas mujeres que atendiste en cualquier momento de su vida y que te abrazan con verdadero cariño. Pero también la comunidad autónoma ha reconocido tu labor, ¿no es cierto?

R. Pues sí, así es. Lourdes Carballa, primera mujer en formar parte de un pleno democrático, da nombre a un premio instaurado en 2013 para ensalzar los valores de la integración de la mujer en la sociedad actual, que ella ha encarnado a lo largo de su vida y en reconocimiento de aquellas mujeres que han luchado en la Ciudad de Melilla por el fomento de la igualdad de género.

En 2015 fuimos dos las matronas que compartimos este premio del que me siento orgullosa y aunque no pude recogerlo personalmente, mi hija fue mi voz en el acto leyendo algunas de las anécdotas de mi vida profesional, como la ayuda en el control de drogas antes mencionada o las “mentiras piadosas” que más de una vez “encajé” al gestor de la Cruz Roja afirmando que una mujer iba a parir cuando no era cierto, pero así podía recibir asistencia sanitaria que de otra manera no conseguiría y tantas otras cosas que han formado parte de mi vida entregada al cuidado de las mujeres y sus hijos. 

P. Pregunta inevitable, ¿cómo ves el futuro de las matronas?

R. Pues triste, y sinceramente, lo veo incierto si las matronas no participan y se implican a fondo en todos los asuntos de la profesión y desarrollan todos los programas que les corresponden.

P. Sé que tienes mucho más que contar porque tu actividad profesional ha sido inmensa y lo que reflejamos aquí es solo una muestra de lo que has realizado y, aunque sin falsa modestia, te sientes orgullosa y satisfecha con tu periplo profesional; por otra parte, sé que tienes una espinita clavada en el corazón por culpa de esta profesión a la que has dedicado tanto tiempo, explícanos esta diatriba…

R. No me canso de agradecer a mi marido José Antonio su comprensión paciencia y compañía, y le pido perdón por el tiempo que le robé; igual que a mis hijos, José Antonio y Sandra, por las días y las noches que los deje llorando obli gada a marchar a mi trabajo, incluso cuando estaba dándoles el pecho y tenía que salir corriendo para atender el ingreso del que me avisaban… Mi propia hermana que parió con una diferencia de 17 días conmigo, también lactó a mi hijo lo que le agradezco profundamente. A mis padres y hermanos toda mi gratitud por todo el tiempo lleno de amor que dedicaron a mis hijos. Esto ha sido lo más duro de este sacrificado trabajo y todos se que me han entendido y se sienten orgullosos de mi trabajo y yo… ¡reconfortada y agradecida a ellos y a los tres pequeños que han llegado al mundo en mis manos y han hecho nuestra familia más grande y más feliz!

No quiero despedirme sin agradecer a la Asociación Española de Matronas su labor continuada y eficaz a favor de las matronas, las mujeres y los niños en su dilatada y pionera carrera de abnegado trabajo, muy especialmente, reitero, a Mª Ángeles Rodríguez Rozalén, para mí “la matrona” excelente y por excelencia, cuyo trabajo ahí quedará con un marchamo de honor. 

No sería yo, si no aprovechara el momento de expresar públicamente mi agradecimiento, aun pasados los años, a las matronas docentes de la especialidad de Málaga que nos formaron con acierto, con empeño y generosidad para desempeñar nuestro trabajo al mismo día de salir tituladas, a todas las llevo en el corazón, pero especialmente a Paqui Fernández Millet y a Mª Carmen Martín Salvador.

Loli, tenemos que poner punto final a esta entrevista, aun a sabiendas de que quedan muchas cosas en el tintero y sintiéndome tan segura como contrariada, de que las palabras no puedan transmitir la fuerza, la empatía y la ilusión que pones en cuanto haces, ni reflejar el cariño que te devuelven tus mujeres y sus familias, algunas de las cuales has atendido por generaciones. 

Desde la Asociación Española de Matronas sabes que siempre has contado con el respeto y reconocimiento por una vida profesional fecunda y ejemplar, y hoy te agrademos tu tiempo para hacer esta entrevista sincera y aleccionadora. Espero que Melilla nunca olvide que en ti ha tenido (y tiene, porque seguirás siendo activista hasta el final de tus días) una firme defensora de los derechos y la salud de las mujeres, que en resumen es un empuje imprescindible para que esta maravillosa ciudad siga creciendo en equidad en salud y que la fuerza de las mujeres sanas impulse su sociedad hacia adelante. ¡Gracias!