Emigración obligada

Lunes, 6 de abril de 2020

por diariodicen.es

La emigración se ha convertido en los últimos tiempos en una de las salidas laborales más sopesadas por el personal sanitario. Las mejores condiciones socioeconómicas y de promoción profesional existentes en países como Inglaterra o Alemania han llevado a enfermeras y matronas a buscar nuevos horizontes laborales en estos países.

La migración de estos profesionales trae consigo efectos positivos de índole personal, pero también negativos que afectan especialmente a la gestión de la fuerza laboral del sistema sanitario emisor al perder un capital humano que será muy difícil recuperar en el futuro.

Las experiencias personales y profesionales de la persona que emigra y el apoyo que se le brinda desde los estamentos oficiales condicionan su actitud ante un posible retorno a su país de origen, lo que debería preocupar todavía más a los actuales gestores de nuestro sistema sanitario, dado que la magnitud del movimiento migratorio y el impacto en el futuro del sistema de salud se espera que sea cada vez mayor.

La historia que se relata a continuación no es más que un ejemplo de la experiencia que viven muchas y muchos profesionales de la salud en estos momentos, al tener que marchar, muchas veces obligados, en busca de mejores condiciones de trabajo.

Leeds General Infirmary Hospital, jueves noche, la sala está tranquila, suena el teléfono de la Maternity Care Unit.

Good evening, you’re talking to Matron Mary!
― Ahhh, ¡hola, mamá!
― ¡Feliz cumpleaños, María!
― Muchas gracias, sí, eres la primera en felicitarme. Sí, hoy trabajo, turno de noche. Sí, estoy con Sara. Bueno me tomaré un trozo cuando vuelva, gracias. ¿Todos bien? Bueno, un beso.

Ya parecía que lo llevaba mejor, pero al principio era duro escuchar a tu familia, a tanta distancia, sin tener ese contacto, ese beso, ese abrazo que tanto echaba de menos.

Tener que emigrar para ejercer mi profesión no había sido una decisión fácil, pero al fin y al cabo no había muchas opciones y un hospital en Leeds (Inglaterra) no era la peor de ellas. Después de un año trabajando de forma discontinua, de pronto seis meses parada, con mucho tiempo libre para pensar, con 26 años, era demasiado. La decisión ya no estaba entre emigrar o no, sino en tener la posibilidad de crear un proyecto vital en el que dependieras de ti misma, aunque postergara pareja y maternidad propia.

― De verdad que no sé qué hacer, Sara, mira que le sigo dando vueltas…

La pesadilla de la burocracia y el papeleo, los agobios del “dónde voy” o “cómo lo hago” que tantos dolores de cabeza, tiempo y dinero nos costaron quedaron atrás. Atrás quedó también el terror del primer parto urgente, la subida de adrenalina cuando no había entendido que me pedían una medicina o una bata, el estrés continuo de estar concentrada 12 h para comprender lo que me dicen en un idioma que no es el mío y que varía tanto de una zona a otra del país o, simplemente, el pasear por la calle y sentir que no eres bien recibida por alguno de ellos, aunque puede que mañana le salves la vida en el hospital.

― Yo ni me lo pensaba, María. ¿Quieres volver a rellenar los papeles de la bolsa?, ¿estar a expensas de que la administrativa de turno te ofrezca unos días de contrato?, ¿del “dónde he metido el móvil que me tienen que llamar”?

Pensar en un idioma que no es el tuyo, trabajar en un ambiente que no conoces y con una manera de ejercer completamente distinta a la que te han formado no es fácil. Pero reconforta el trabajo bien hecho, la felicitación de mis superiores o las posibilidades de promoción que van llegando al tiempo que mejoro mi inglés B2 de academia.

― Ya, ya, pero, Sara, tú no tienes a nadie allí y eso pesa mucho también.
― También te deberían pesar las oportunidades que tienes aquí, las echarás de menos si vuelves, ya verás… ja, ja, ja. Hey Ashley, our friend María has fallen in love!

Superado el periodo de adaptación, con los primeros amigos llegaron las primeras salidas nocturnas y algo mejoró la situación, pero sigo extrañando mi ciudad, mi país, mi gente, esa candidez en la mirada, ese acento musical, ese abrazo del reencuentro. Volver a casa sigue estando en mi mente.
Profesionalmente había ganado mucho, pese al sacrificio personal, podía sentirme una privilegiada por llegar de las primeras con mi compañera de fatigas Sara, y eso que ahora la situación con el Brexit no era tan color de rosa y la incertidumbre era mucho mayor.

Las mayores opciones de que dispones a la hora de gestionar el parto de la mujer gestante, el saber que serás tú quien tome las decisiones basadas en los procedimientos del hospital y la evidencia científica, las mejores condiciones personales y económicas de trabajo y en lo profesional la oportunidad de ir subiendo de band, me hacen valorar el esfuerzo que realizo al estar aquí y a sentirme orgullosa de mí misma.

― Bueno, no es solo eso, es que no me veo pasando toda mi vida aquí, y llega un momento que es lo que nos va a pasar, que tendremos que marcharnos y…

Lo positivo que encuentras es que, a pesar de los inconvenientes, las experiencias vitales son las mismas que en casa, las mismas caras de agradecimiento de las mujeres, la expresión de pura felicidad que tienen cuando cogen a su niño por primera vez o las sonrisas cuando busca su pecho. No cambiaría mi profesión por nada en el mundo.

La historia de María y Sara podría ser la de Ana, la de Luisa, la de Juan o la de cualquiera de nosotros, profesionales sanitarios excelentemente cualificados que no tienen oportunidades en nuestro sistema pero que son aceptados con los brazos abiertos en otros.

Cada año nos abandonan una cantidad no determinada oficialmente de enfermeras y matronas por falta de estabilidad en el empleo, perdiendo un capital social y humano que difícilmente recuperaremos.

Debería ser una prioridad para nuestros gestores el análisis de esta situación y la puesta en marcha de las políticas educativas, económicas y sanitarias necesarias para corregirla porque, de no ser así, en el futuro podemos encontrarnos con efectos no deseados sobre nuestro sistema sanitario que serán difíciles de paliar con políticas reactivas.

Fernández Aranda MI. Emigración obligada. Metas Enferm feb 2020; 23(1):79-80

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