La enfermera es la responsable de la valoración y la planificación de los cuidados del paciente, y dentro de estos, responsable de la evaluación y correcta identificación de las heridas, así como de indicar y manejar una serie de productos farmacéuticos con el objetivo último de conseguir la integridad tisular y la curación.

Partiendo de esta base, podemos encontrar, en ocasiones, la posición enfermera frente a una herida, de evaluar esta como un problema local, y en muchas ocasiones se centran los esfuerzos en determinar exclusivamente la mejor opción entre una pomada o algún tipo de apósito para aplicar, como si en la respuesta a tal disyuntiva se encontrara fehacientemente la resolución de la herida.

Este artículo quiere mostrar la importancia que tiene la enfermera a la hora de valorar las características clínicas del paciente y de la herida, que le ofrecerá el camino para determinar la posible causa y el tratamiento correcto, entendiendo este como el conjunto de medidas que la enfermera puede emprender dentro del plan de cuidados, y no dejándolo reducido exclusivamente a la vigilancia local de la herida.

Para finalizar, también se destaca la importancia de un apósito o una crema para la curación de la misma, pero siempre en el seno de todas las medidas descritas en el plan de cuidados, y atendiendo a la evidencia científica disponible.