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Revista Matronas

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SEPTIEMBRE 2021 N° 2 Volumen 9

La historia no contada del tratamiento del frenillo: duelo entre cirujanos y matronas

Sección: Artículo Especial

Cómo citar este artículo

Plata Quintanilla RM. La historia no contada del tratamiento del frenillo: duelo entre cirujanos y matronas. Matronas Hoy 2021; 9(2):47-57.

Autores

Rosa Mª Plata Quintanilla

Matrona. Hospital Universitario “Marqués de Valdecilla" Santander (Cantabria). Presidenta de la Asociación Española de Matronas (AEM).

Contacto:

Email: rplataq@gmail.com

Titulo:

La historia no contada del tratamiento del frenillo: duelo entre cirujanos y matronas

Resumen

Introducción: las intervenciones quirúrgicas sobre la anquiloglosia (frenillo corto) son conocidas desde la medicina griega, siendo las parteras mayoritariamente las encargadas de realizar la frenotomía por su relación con los neonatos. A partir de la Edad Media surgió la competencia entre las parteras, quienes tenían prohibido el uso de instrumentos, y los cirujanos, a quienes se les permitía usarlos.
Objetivo: hacer una revisión crítica desde el punto de vista sociológico del devenir histórico de la realización de la frenotomía por parteras y cirujanos, objetivando la campaña de estos contra las matronas para hacerse con esta competencia en su escalada para sí, de la parcela de la cirugía.
Material y método: revisión de la literatura histórica relacionada.
Discusión: parece evidente que las parteras, después matronas, han estado sometidas a violencia de género desde el androcentrismo que ha impedido su desarrollo y, como en este caso, la pérdida de competencias históricas.

Palabras clave:

frenillo ; parteras ; comadres ; matronas ; anquiloglosia ; barberos ; cirujanos

Title:

The untold story of frenulum treatment: a duel between surgeons and midwives

Abstract:

Introduction: surgical interventions regarding ankyloglossia (short frenulum) have been known since Greek Medicine, and birth attendants were mostly in charge of performing frenotomy due to their relationship with newborns. Since the Middle Ages, there has been a rivalry between birth attendants, who had been forbidden to use tools, and surgeons, who were allowed to use them.
Objective: to conduct a critical review from the sociological point of view of the historical path of frenotomy conducted by birth attendants and surgeons, focusing objectively on the campaign of the latter against midwives in order to keep this competence within the escalation of the surgical area.
Materials and methods: a review of the relevant historical literature.
Discussion: it seems evident that birth attendants, and later midwives, have been submitted to gender-based violence due to androcentrism, which has prevented their development and, in this case, led to their loss of historical competences. 

Keywords:

frenulum; birth attendants; Midwives; ankyloglossia; barbers; surgeons

Introducción

Es histórica la competencia de las matronas en la resolución de casos de anquiloglosia por su cercanía y conocimiento de los neonatos, y la práctica continuada de la técnica de eliminación del frenillo (frenotomía) derivada de la creencia extendida general de que todos los problemas del habla, primeramente, y de lactancia y problemas asociados a la alimentación, podían resolverse con esta intervención en el pasado.

Conflictos actuales como el que se plantea hoy en día con la autorización o prohibición para las matronas a realizar frenotomías tienen, como en este caso, profundas raíces en un problema histórico.

Desde el momento en que estos dos, antes oficios, el de parteras y barberos-cirujanos, interaccionan por los intereses de estos últimos en áreas de competencia de las parteras, se empiezan a generar una serie de disputas. Estos conflictos pueden explicarse desde el androcentrismo de épocas pasadas que apuntaló el dominio masculino frente a las mujeres, acallando la historia de las mujeres en general, y en concreto de las parteras, hasta la omisión naturalizada (ginopia) de lo femenino: no ver a las mujeres, no percibir su existencia ni sus obras.

Afirmo que es difícil desde mi posición de mujer, matrona y entusiasta de la historia de la profesión, no perder la objetividad y poder realizar una investigación neutral, a pesar de que he intentado contrastar información de múltiples autores sobre el mismo hecho. He encontrado una historia escrita por hombres, a mi juicio con un claro conflicto de intereses por esta competencia desarrollada por las matronas de forma empírica con base en el saber ancestral trasmitido de generación en generación. Se estableció una rivalidad entre los cirujanos, que deseaban lo que las parteras poseían, y estas, que vieron peligrar su oficio, intentaron defenderlo, pero la "cuerda se rompió” por el punto más débil, la línea de género: todos los cirujanos eran hombres y todas las parteras eran mujeres.

Objetivo

Hacer una revisión crítica del devenir histórico de la realización de la frenotomía por parteras y cirujanos.

Desvelar el origen de la rivalidad entre los dos oficios por esta práctica, mientras los cirujanos aspiraban a lograr la autoridad reconocida y exclusividad de realización del procedimiento, las parteras pretendían mantener su competencia histórica en la práctica de la frenotomía.

Material y método

Como investigación historiográfica se ha realizado a través de la búsqueda bibliográfica en bibliotecas digitales con grandes fondos documentales como la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), Biblioteca Universitaria (Medicina de París (BIU), Libros Google, propios y otros, en español, francés e inglés con los descriptores respectivos: frenillo, parteras, comadres, matronas, anquiloglosia, barberos, cirujanos/sages-femmes, filet, freine de la lange, frein lingual, ankyloglossie, barbiers, chirurgiens/midwives, tongue-tie, ankyloglossia, barbers, surgeons.

Antecedentes históricos en el tratamiento de la anquiloglosia

La anquiloglosia, anomalía oral congénita poco común, conocida como frenillo lingual, se refiere a un frenillo lingual corto que interfiere con el movimiento normal de la lengua pudiendo en ocasiones, causar dificultades para la lactancia materna entre otras consecuencias.

Desde tiempos inmemoriales es conocido el frenillo lingual (anquiloglosia) al que fundamentalmente se le atribuyeron los problemas del habla en un principio, así como posteriormente, los de la lactancia y la alimentación en general, como se recoge en diferentes textos antiguos:

Ciceron cita: "Hay quien tiene la lengua adherida y no puede hablar "quorum linguæ sic inhærerent, ut loqui non possent, en cuyo caso, explica, una operación remedia el inconveniente " eæ scalpello resectæ liberarentur"1.

Por su parte A. Celso, que no era mi médico ni cirujano, sino un lego práctico que escribió sobre medicina de información obtenida de muchas autoridades griegas e incluso del resultado del tratamiento médico en su entorno, afirma: “A veces la lengua está unida por delante, desde el nacimiento a la parte que está por debajo, por ello el niño no puede hablar”2.

El libro japonés de medicina más antiguo que se conserva, Ishinhou, describe la frenotomía como un procedimiento utilizado para liberar el frenillo observado en los recién nacidos, subrayando la importancia de cortar las membranas que restringen el rango completo de movimiento de la lengua. La frenotomía se ha practicado desde la antigüedad en todo el mundo, en China, por ejemplo, desde 1050- 256 d.C.3.

En 1473, Bartholomeus Metlinger recomendaba: "Después de que el fruto haya nacido, la partera debe revisar la boca del bebé con miel de rosas o miel untada en su dedo y debe tocar las encías, el paladar y la lengua del bebé; y si hay que aflojar algo, debería aflojarlo."4
Juan Fragoso, cirujano español perteneciente a la generación de cirujanos que nació en torno a la década de los años treinta del siglo XVI, se expresaba así:

"El frenillo que -los griegos llaman ancyo glosson, los latinos ligatio linguz, y los modernos hilo, o atadura de la lengua-, es de sustancia nerviosa, nace de aquella túnica que cubre la lengua, y toda la boca. Formole naturaleza para refrenar la lengua, porque no se saliese más de lo necessario, aunque algunas vezes la aze tanto que impide la habla, y el mamar a los niños; por el qual respeto las parteras curiosas y diligentes arriman el dedo a la boca del niño recien nacido por si aqel hilo de la lengua esta mas asido de lo justo: pero si andando el tiempo aparece, se les corta, guardando unas venillas que dize Paulo estar escondidas, y huyendo (como advierte Realdo) dedos nerviecillos que baxan alli; del setimo par de los sesos.”5

En este texto y en el siguiente se lee cómo las parteras se encargaban de la inspección de los recién nacidos, sin olvidar comprobar si el neonato tenía un frenillo potencialmente comprometedor.

"Digo esto porque casi siempre es la madre o la partera quien llama la atención del médico sobre este punto (el frenillo); estos últimos, que tienen poca experiencia en la rea­lización de esta investigación, pueden no pensar en ello."6

En Francia, y en muchos otros países en la Edad Media, durante un bautismo una partera siempre inspeccionaba el frenillo y lo cortaba si existía, y si persistían las dificultades para amamantar, repetía el procedimiento7.

La disputa entre matronas y cirujanos por la realización de las frenotomías

"Los cirujanos se originaron a partir de los barberos y charlatanes de aldea. El límite entre parteras y cirujanos fue el uso de instrumentos, lo que explica por qué las parteras continuaron despegando el frenillo con las uñas y los cirujanos procedieron a inventar instrumentos para la intervención"4.

Como siempre, la potestad autoarrogada de los hombres, con base en un sexismo imperante y permitido durante siglos, establece las relaciones desiguales e injustas entre ambos géneros de forma que se ha mantenido la naturalización del sexismo y el androcentrismo. Precisamente la consideración androcéntrica del hombre como centro o protagonista de la historia y la civilización humana, en detrimento de las mujeres, cuya importancia se rebaja o no se tiene en consideración, es el punto de arranque del conflicto de los cirujanos con las matronas.

Los barberos-cirujanos, que lo mismo se ocupaban del rasurado que de ciertos procedimientos médicos como extracción de dientes, sangrías, evacuación de forúnculos, etc., eran despreciados por los médicos, pero aspiraban a entrar en el mundo de la medicina, conseguir poder y estatus a través de la parcela de la cirugía separada de la medicina que ellos desempeñaban con más práctica que ciencia durante siglos, y a pesar del rechazo y menosprecio por parte de los médicos, tanto a la práctica como a los que la practicaban, eran necesarios en la sociedad. La medicina medieval tuvo un marcado carácter especulativo, era empírica y pragmática se limitaba a conocimientos de doctrinas mantenidas desde la antigüedad, mezcladas con supersticiones y misticismo: la teoría médica constituía lo substantivo, y la labor manual era desdeñada. Así, la práctica quirúrgica fue quedando en manos de los barberos8, que fueron ganando terreno por su ambición, su práctica, y gracias también a su género (masculino) consiguieron para su desempeño el área de la cirugía que más tarde se uniría a la medicina, convirtiéndose en un todo en la atención de salud. Los barberos-cirujanos, luego encumbrados a cirujanos tras su práctica en las numerosas contiendas, cerca de los líderes, soldados, reyes y nobles, adquirieron experiencia y poder y acabarían desafiando y desbancando a las matronas definitivamente a partir del siglo XVIII. Incluso mucho antes los cirujanos, con sus cuestionables conocimientos en el medievo, y con el paso de los tiempos con más intensidad habiendo crecido su formación y elevado su estatus, se permiten censurar la capacidad y la práctica de las parteras.

Uno de los más tempranos y radicales en el juicio contra las matronas es Fabricio Acquapendente, cirujano de Padua que sustituyó a Fallopio en su cátedra y se expresaba con un desprecio hacia las comadres (y el género femenino) solo comparable con su suficiencia:

"La tercera operación de la lengua es cortar el frenillo que tiene debaxo, y ante todas cosas quiero esteis avisados de la temeridad de las comadres, que cada dia a qualquier niño que nace le cortan el frenillo con la uña, que aposta la traen larga, y aguda para el caso; y pensan que de no hazer esto, no podrà nunca hablar la criatura, como si la naturaleza (ò terrible necedad) necesitasse de la ayuda de una mugercilla mentecata, que la socorra, y ayude para dar la habla a una persona, siendo esta accion casi propia del hombre. Y yo vi recien nacido que estuvo detenido, sin llegar à el, hasta que la madre echo las secundinas, y se estava sin llorar, ni hazer acción molestia ninguna; y quando la comadre le cortò con la uña el frenillo de debaxo de la lengua, luego al punto lloro de dolor. Pero esto es lo de menos, lo que importa mas es, que por aquella seccion con la uña, se haze inflamacion, y muchissimas vezes los niños no pueden tomar la teta, ni mamar, por lo cual se mueren. Y lo que es aun mucho peor, achacan cualquier muerte que suceda, al parto o simplemente a la impotencia de no poder tomar el pecho, o à otra cosa, siendo mera culpa de la comadre. Y créanme que digo la verdad, que estoy muy admirado, que no aya ley que prohiba las muertes de las criaturas: aconsejos, pues, que mandeis à las comadres, que no toquen en este particularmente a vuestros hijos o à otros qualesquiera"9.

El catedrático de Medicina, Cirugía y Botánica de Helmstad (Suecia) Heister escribía al respecto en su obra monumental: "Qué es ver a las comadres, con qué impericia y atrevimiento meten los dedos en las bocas de los infantes recién nacidos, y dislacerarles la lengua y frenillo sin tener de ninguna suerte necesidad de ello? Y quien no temerá, y discurrirá que de esta temeraria, y ruda laceración con las uñas no se originen inflamaciones, convulsiones, y aun la misma muerte de los tiernísimos infantes? No solo se atreven a practicar temerariamente esta operación las parteras, sino que tambien cualquier mugercilla dice, que le sobra ciencia para hacerla."10

En los aforismos de Boerhaveen, médico y humanista holandés, considerado uno de los clínicos y profesores más influyentes del siglo XVII, indica: "Las comadres ignorantes tienen la perniciosa costumbre de desgarrar por sí con las uñas el frenillo, ú de cortarle con tixeras, creyendo firmemente que esta operacion es absolutamente indispensable para que el niño mame con facilidad y hable quando llegue à grande, de lo que viene el proverbio de decir á los que hablan mucho que no tienen frenillo."11

“...el frenillo, que debe cortarse por el médico con una tijera de punta redonda, y no con la uña como hacen algunas comadres. Importa mucho que esta pequeña operación la haga persona entendida, porque las comadres, por ignorancia, en vez del frenillo cortan el freno de la lengua, operación inútil y o tan sin inconvenientes como generalmente se cree. El niño que agarra bien el pecho o el dedo meñique, y saca la lengua al borde de los labios al tiempo de hacer la succión, no tiene frenillo, ni necesidad, por consecuencia, de que se le corte."12

"...debe examinarse detenidamente si hay algún vicio de conformación, y proceder a su remedio. El mas comun es el frenillo, el cual será cortado con tijera roma por el comadron, y no con la uña, segun acostumbran algunas parteras. Que jamás ejecuten estas semejante operación, pues en su manos puede llegar a ser peligrosa, dividiendo por torpeza algun vaso sanguíneo sub-lingual".13

El escarnio en contra de las parteras en este sentido era evidente que tenía como contrapeso el enaltecimiento del cirujano (recién titulado o aspirante a título aun desde la barbería) y desde ahí lograr que su figura reforzara su autoridad y exclusividad en la práctica de la frenotomía. La cuestión del empleo de las uñas, aunque en muchos casos fuera cierto, no lo era en todos y parece que existían variantes locales. La historia escrita desde el androcentrismo se olvida interesadamente señalar que además de la ya mencionada prohibición de las parteras de utilizar instrumentos, les privaron de la posibilidad de formación y desarrollo, incluso en algunos casos lograron que se le impusieran leyes que al cabo de siglos de realizar esta práctica, les prohibían efectuarla a partir del momento en que los barberos-cirujanos tuvieron interés en ella. Hay textos que hablan de prohibición expresa y por contra de permiso otorgado:

"A las parteras de Heilbronn (Alemania) y mujeres juradas se les prohíbe realizar la frenotomía alrededor de 1480. No deberían atreverse a soltar la lengua sin consejo médico, por lo que y debido a su incompetencia se cometen muchos errores graves.

En contraste, las reglas de las parteras de Passau (Alemania) de 1595 instaban: la partera debe buscar debajo de la lengua del bebé y detectar si se adhiere. Si este es el caso, pronto debe apretar el vaso mientras esté tierno."4

Entre la abundante bibliografía consultada en la Biblioteca Nacional de Francia hay en depósito una obra interesante Revista de tradiciones populare14, en la que Chervin, médico y antropólogo, en 1893 hace una encuesta por Francia y otros 11 países europeos en relación con la costumbre de seccionar el frenillo que confirma la práctica y la limitación de las parteras:

"La operación es confiada a las matronas que la ejecutan desgarrando el frenillo con las uñas del pulgar e índice" (Nápoles).

"La operación se realiza con la uña del dedo meñique o con unas tijeras corrientes. M. Paul Fagot". ( Lauraguais, Francia).

El Dr. Fiessinger de Oyonnax (Francia) decía al respecto: "Uñas no cortadas por deber profesional, lo vimos en el siglo XVI. Las parteras de la época eran las encargadas de mostrar esta curiosidad, sobre todo la uña índice. Cuanto más larga y puntiaguda, más apropiada para usarse. Porque esa uña que las tijeras no cortaban era un instrumento quirúrgico, como un bisturí con cuernos. No servía más que para rasgar el velo de la lengua en el recién nacido".

"No podemos protestar demasiado contra el uso de parteras que en su ignorancia dejan crecer la uña de su pulgar derecho para usarlo como cuchillo para cortar el frenillo de la lengua, sin pensar en los graves peligros que puede resultar de esta operación. Una vez finalizada la operación, la comadrona mojará su dedo en miel rosa y lo pasará por la herida del corte".
M.F. Corazzini, sacerdote de Florencia, responde "que la sección del frenillo se hace en las primeras horas de nacimiento. Es la partera quien lo hace con la uña del pulgar, presionando contra la uña del índice".

Cortese, escribano napolitano del siglo XVI, hablando de operaciones de urgencia que deben ser hechas por las matronas, lo expresa así: "Cortar el filete de la lengua se hace al momento del nacimiento del niño...".

"Muchas parteras tienen la costumbre de practicar "sgargiari" es decir, romper con el dedo el freno de la lengua del recién nacido. Para ello, ellas se dejan crecer su uña y embadurnar ese dedo en miel sin lo que no saldría bien" (Sicilia)15.

"Hasta hace mucho tiempo, las parteras y matronas solían arrancar o cortar el filete con una uña que dejaron crecer para eso. Pierre de la Cerlata, T. Fabricio d'Aquapendente y muchos otros autores han protestado con razón contra esta práctica tan imperfecta como bárbara."16

"La sección del frenillo hecha con las uñas de las partera, y la inflamación que es consecuencia de esta dislaceración imprudente, determinan comúnmente el infarto de las glándulas sub-linguales o dan lugar a excrecencia variadas."17

"Las parteras se dejaron crecer la uña de su pulgar derecho para poder cortar el frenillo."18

"...surgió la superstición de que todas las "ataduras de la lengua" deben corregirse; esto fue transmitido desde la antigüedad por parteras, que no solo rasgaron el frenillo con las uñas sucias, sino que además le arrancaron la lengua. La herida así creada a menudo resultó en una infección que se extendió a otras estructuras intraorales. La lengua desgarrada ocasionalmente caía hacia atrás y causaba asfixia al tragar la lengua."19

Es evidente que, inclusive hasta nuestros días, se ha transmitido esta idea negativa sobre las parteras en relación con la sección del frenillo.

En toda la bibliografía española disponible en red y libros propios, destinada a parteras y el arte de partear desde 1541, con el pionero libro de Damían Carbón, no se hace mención alguna a la revisión y sección del frenillo por parteras ni por cirujanos; todo lo producido en España relacionado se encuentra en otro tipo de materia médica como se referencia en la bibliografía20-27.

Discurso tendencioso en contra de las parteras

La intencionalidad por parte de los cirujanos de mostrar a la parteras de forma general como mujeres vulgares, sucias, inescrupulosas y, más que ignorantes, incapaces de comprender y aprender, habla de una campaña de "acoso y derribo" contra ellas, donde todo vale para aniquilar a quien se considera adversario; el hostigamiento, la desacreditación continua, la crítica constante fueron los métodos empleados para, desde ese momento, empezar a sacar a las parteras de la que, desde que el mundo existe, fue su área de asistencia y cuidados, y culminar la estrategia con la consecución para sí de la asistencia obstétrica-ginecológica, relegando a las matronas a meras auxiliares.

La cosificación de la mujer en las distintas sociedades a lo largo de la historia del mundo occidental ha priorizado las diferencias de género con base en la racionalidad, concedida al ser superior, el hombre, y negada a la mujer. Ese argumento justificaba la estructura patriarcal que ha sustentado la desigualdad femenina y consecuentemente su subordinación al hombre28.

Este punto de partida privó a la mujer de muchas cosas, probablemente la más importante para su independencia, el acceso tardío y limitado a la formación y a un empleo fuera del hogar y remunerado. De hecho las parteras fueron las primeras mujeres que ejercen un oficio ajeno a los de su sexo (labores domésticas), cierto que, aunque sometidas a regulaciones, sin instrucción académica y formadas a través de la práctica y de la transmisión de saber entre mujeres.

La instrucción académica para las matronas arranca a partir de la Real Cédula de creación del Real Colegio de Cirugía de San Carlos en 1780, en el que posteriormente se instauran las diferentes cátedras entre las que se incluye la de obstetricia, y se da acceso a las matronas (1789-1800, 1er curso)29 aunque eso sí, con limitaciones, obviamente marcadas por la inequidad de trato entre cirujanos y matronas como se lee en el artículo VI de la Cédula: “Como la asistencia de las matronas al parto es tan conveniente, y precisa muchas veces: es justo que en este estudio público se las proporcione toda la instrucción necesaria para que procedan en todas las urgencias con acierto y utilidad; á cuyo fin deberá este mismo Profesor dedicarse - en el tiempo y horas que pueda, sin perjuicio, de la enseñanza de los Alumnos del Colegio , á instruir en una de las piezás de este edificio , y á puertas cerradas , á las mugeres que quieran Aprender y tomar estas lecciones."30

Una vez más se detecta un tinte misógino en la redacción de esta cédula con esa actitud condescendiente y a la vez laxa hacia las matronas que traduce el menosprecio manifiesto en función del género y probablemente el deseo del control hacia el oficio de larga tradición que desempeñan, cuyo dominio y conocimiento quieren arrebatarles los cirujanos.

La legalidad de ejercer una profesión amparada en una formación oficial con título universitario en España, no se produce hasta el siglo XIX (1845), en que las matronas consiguen ser las primeras mujeres con título universitario de este país31.

A pesar de las evidencias escasas, son los hombres de bien que han reconocido mucho antes de la época actual, en la que aún las mujeres seguimos reclamando igualdad de derechos, los impedimentos de las matronas para su desarrollo, insisto, el mayor, la imposibilidad de acceso a formación por simple discriminación de género. Así se expresaba al respecto en 1832, Alain Delacoux, médico francés que dedicó un libro a las Matronas célebres:

"¿No tenemos el derecho de preguntarnos de dónde deriva esta opinión que se ha ligado sin cesar a deprimir una profesión cuyo objetivo es abrir las puertas de la vida, cuyos atributos son la confianza y la humanidad en eso que ella tienen de más respetable y de más obligado? De la ignorancia, nos dirán; es verdad, la ignorancia de las matronas; pero si nosotros nos remontamos a las causas primeras, observaremos que la razón de la incapacidad, más prejuzgada que real, motivó en todos los tiempos la exclusión de las mujeres de los estudios serios y regulares.”32

Los barberos, como afirma Obladen, "dejaron pocos rastros en la literatura",4 se entiende de su pasado profesional, y como en este caso podríamos pensar, poco glorioso, a pesar de lo cual en la búsqueda se ha encontrado una anotación repetida en muchos textos sobre la frenotomía realizada por ellos. Estos practicaban con útiles y formas de proceder más que peligrosas, a pesar de lo cual ni existe la crítica hacia ellos, mucho menos la autocrítica. Y esto frente a las descalificaciones afiladas y maliciosas sobre las matronas, sus adversarias en el juego, las cuales difícilmente podrían igualar, en el peor de los casos, la exposición de riesgo de los neonatos procediendo con sus manos, en comparación con el utillaje quirúrgico, sin entrar en las condiciones de limpieza de los mismos, puesto que la asepsia era desconocida aún por el mundo:

"...en algunos pueblos sicilianos, como en Europa, la operación está reservada a los barberos como en Grabovo (Polonia) donde generalmente es un barbero judío, que usa tijeras, un cuchillo bien afilado, o la navaja, en cuyo caso para evitar el riesgo de hacer un corte demasiado profundo, rodean la hoja de afeitar con una tela, dejando solo el extremo al descubierto.”7,25

También se menciona que los barberos “utilizan una moneda de plata vieja delgada y gastada a cuya circunferencia se le hace filo tras un afilado prolongado con una piedra dura afilada sobre una piedra para hacerla más cortante.”7,33-35

Matronas ilustradas y maestras

Entre las matronas ha habido celebridades que han pasado a la historia por su saber y por sus textos de los que se han servido muchos cirujanos, a la vez que aprendían el arte de los partos de estas mismas mujeres.

Es desgraciadamente cierto que la literatura científica elaborada por matronas instruidas es escasa en relación a la de los cirujanos, obviamente resultado de la desigualdad, pero tenemos antecedentes como el caso de Louise Burgeois, en cuyo libro de obstetricia (1609) escribía: "ver si tiene la banda (le filet)" y advertía en caso de hallarla "no se debe intentar quebrarla, porque la uña que es venenosa les producirá chancros o úlceras; el cirujano consultado sobre el problema se lo quitará con punta de tijera sin riesgo"36. O las indicaciones precisas que hacía Justine Siegemund (1752) para los casos susceptibles de resolución quirúrgica cuando especificaba: "aquel recién nacido no puede sacar la lengua o no puede moverla alrededor del pezón. Entre miles de niños habrá uno al que esto le pase."37

Cuando menos es paradójico, la crítica despiadada y en ocasiones demostradamente injusta que a medida que ha avanzado el tiempo se ha vertido con más saña contra las parteras, incluso hasta en lo relacionado con las condiciones de higiene, por las que como se recordará precisamente los médicos no brillaron, todo lo contrario, como la historia ha confirmado por ejemplo con la transmisión de las fiebres puerperales: las matronas, dentro de las condiciones siempre más humildes a su disposición, también es cierto que excluidas de la cirugía pero con similar desconocimiento de la asepsia, cabe pensar que siguieron reglas más higiénicas en sus procedimientos. Sin embargo, el título "de salvador de las madres" se le otorgó a Ignaz Semmelweiss, no a las matronas, que lo mismo en Viena que en el resto de Europa tuvieron una incidencia de fiebre puerperal infinitamente menor que la de los médicos y, por tanto, responsables "inconscientes" de un menor número de muertes maternas.

Entre las uñas de las parteras y el armamentario quirúrgico de los cirujanos

La campaña de desprestigio orquestada por los cirujanos contra las parteras nace de una conjunción de elementos, en la que se incluye su necesidad de que la razón de ellos sea avalada y aceptada, al mismo tiempo que su "verdad" se convierta en el argumento influyente para quedar sin tacha su posición y estatus hasta el punto de elevarlos, y así sacar del terreno de juego a las parteras, o lo que es lo mismo, lograr finalmente que recayera sobre ellas la prohibición de realizarla y/ o fueran descartadas por el público de su atención. Mientras, ellos se seguían ingeniando para fabricar artilugios, muchos de ellos inútiles y obviamente usándolos sin las mínimas garantías de higiene y desinfección, e incluso experimentando técnicas asaz peligrosas, pero marcando la distancia con el poder de los instrumentos que se les negó a las matronas:

Velpau, célebre anatomista y cirujano francés, hacía una pequeña historia de los inventos y técnicas con patente propia que fueron aumentando progresivamente:

"No se sabe que esta operación se haya practicado antes de Celso, quien para practicarla quiere que se levante la lengua con unas pinzas y advierte que se cuide de los vasos; Pablo de Egina y Abu l-Kasem usaban un gancho para evitar con más seguridad la hemorrajia; Avicena atravesaba la base del frenillo con una ligadura y no usaba ningún instrumento cortante; Cerlata que censura a las parteras arrancar ó cortarlo con la uña, levantaba la lengua con dos dedos y lo destruía con un instrumento particular; Acquapendente desecha con razon las tijeras puntiagudas de Friedrich y critica la mala costumbre de las parteras. J. Fabricio coje el frenillo entre dos dedos, despues de haber levantado la lengua lo divide poco à poco con un bisturi curvo y dice que esta operación rara vez es indispensable; Hilden es del mismo parecer y la practicaba con un instrumento que le servia á la vez de tijeras y de pinzas para levantar la lengua: la horquilla y las tijeras grandes inventadas por Scultet y Solingen son inútiles; la idea de cortar el frenillo con un bisturi incandescente como lo hacía Lanfranc seria hoi mui ridicula; el instrumento con resorte de J.L. Petit y alabado por Plantner pareció muy incómodo a Le-Dran que dice que casi siempre bastan tijeras romas y que es superfluo agrandar la herida desgarrandola con los dedos despues de hecha la incision como la hacia Dionis; la espátula hendida de Richter y Gallisen, las tijeras curvas y romas inventadas por G. Sichmitt no se usan entre nosotros aunque pueden en verdad mui bien conseguir el objeto que se propusieron sus autores. M. Colombat injenioso para construir instrumentos nuevos acaba de proponer uno que me parece enteramente inútil, igualmente que la escisión que quiere usar en lugar de la escision simple."38

El miedo como factor disuasorio contra las matronas

Prácticamente todos los autores consultados han expuesto los "gravísimos peligros" de que realizaran la técnica las parteras, sin que haya casos descritos en la literatura de hechos funestos en manos de ellas, algo que a los "adversarios" no les hubiera pasado inadvertido y hubieran dado toda la publicidad posible para aseverar sus continuas afirmaciones; hace mucho que se sabe que la técnica para liberar el frenillo es sencilla, y después del corte el lactante puede ser amamantado de nuevo, ya que el frenillo apenas sangra y no necesita realizar cura alguna:

"A veces, una fina membrana que surge de la parte inferior de la boca, estira casi hasta la punta de la lengua, sujetándola hacia abajo, para impedir que el niño agarre el pezón y succione. Este desorden, que se llama atar la lengua, se remedia fácilmente introduciendo el dedo índice en la boca del niño, levantando la lengua y cortando la brida con un par de tijeras.”39

"Para cortar el frenillo, introducimos el dedo índice y medio de la mano izquierda debajo de la punta de la lengua, de manera que tome el frenillo entre los dos dedos, luego, levantando la punta de la lengua, estiramos la membrana para que quede cortado. En lugar de dedos, se puede utilizar el extremo ranurado de una sonda estriada. A continuación se corta el freno con un solo golpe de tijera de punta redondeada y en un área de dos milímetros. Hay una gota de sangre fluyendo, pero no hay necesidad de lidiar con ella. No es necesario quitar parte de la red; incluso se debería evitar hacerlo con cuidado, ya que es esta práctica, y esta práctica sola, la causa de los raros accidentes que se han informado. Es casi imposible lesionar las arterias abiertas, a menos que la incisión sea ridículamente larga o mal dirigida.”40

Pues bien, por desconocimiento y/o interés, el miedo a los graves resultados en manos de parteras, como se ha visto, fue una constante en la campaña de los cirujanos en su particular lucha de poder contra ellas y lo sorprendente es que ellas solo utilizaban sus manos frente a artefactos demostradamente peligrosos inventados por ellos.

Un ejemplo destacado de intimidación es el de J. L. Petit (París. 1674 -1750), cirujano, al que si bien le debemos el invento del torniquete, su popularidad adquirida, entre otras actividades quirúrgicas, dicen fue también por su habilidad y experiencia en los casos de operación de frenillo. A la vista de las referencias relacionadas cabe la duda de que las alabanzas a su habilidad sobre esta intervención se correspondan realmente con la verdad, o son fruto de una corte de aduladores que decidieron ensalzarlo y al anquilotomo de su invención, habida cuenta de que llegó a ser presidente de la Académie Royale de Chirurgie, a la que también pertenecía Henri-François Le Dran, quien, sin embargo, como algunos otros, criticó su invento para realizar frenotomías.

Llama la atención los elogios exaltados de M. Louis, por otra parte Secretario Perpetuo de la Académie Royale de Chirurgie, que a lo largo de 33 páginas antecediendo la obra de Petit  Traité des maladies des os, lleva hasta el paroxismo el ensalzamiento cuando insinúa tildar de benefactor de la Humanidad a J.L. Petit:

"Da una insinuación de su invento para practicar esta operación con seguridad y sin peligro de hemorragia: agrega los medios que utilizó con éxito para remediar este accidente, cuando la operación había sido realizada por manos menos inteligentes, y finalmente describe cómo podemos prevenir el peligro en el que el niño se traga la lengua. Todos estos preceptos, probados sólidamente por el saber, forman un tema muy importante del funcionamiento de la red; interesan a todas las familias y son los únicos que podrían reconocer al autor el título de benefactor de la humanidad.”41

En relación a los peligros, no parece que Bouchut los crea tales y en 1878 escribe: "Esta operación poco difícil presenta, sin embargo, algunos peligros de hemorragia y de tragarse la lengua cuando se hace con mano tímida o inhábil", aunque unos párrafos más abajo matiza: "hay algunas veces hemorragias después de la operación, cuando existe una anomalía vascular, y si se corta alguna arteria ranina o vena gruesa".

Mencionando a Petit, el mismo autor dice: "Otro accidente más raro pero más peculiar de la operación de frenillo es la inversión de la lengua hacia la faringe. J.L. Petit ha referido muchos ejemplos notables de esto, lo cual no sucede nunca, sino después de un corte demasiado extenso del frenillo."42

La opinión de Bouchut, cirujano jefe clínico del afamado Hôtel Dieu de Paris, eminente médico que hizo contribuciones significativas en varios campos médicos incluyendo pediatría, laringología, neurología y oftalmología, no fue la única contraria a la peligrosidad pregonada por J.L. Petit de inversión de la lengua al corte del frenillo38,39,40:

"No habiéndose reproducido semejantes hechos, o no habiendo sido observados, y pareciendo contarios a esta especie de dislocaciones de la lengua los datos anatómicos y fisiológicos, negaron algunos autores los casos de Petit".

Para concluir, y a pesar de la "edulcoración" del comentario a renglón seguido, el interés de este cirujano observado por muchos es evidente:

"J.L. Petit ha combatido con energía el abuso (se refiere a las frenotomías). Dicho cirujano demostró los riesgos de esta operación y aún los exageró un poco; y si no fuera por su bien sentada reputación de probidad literaria y buena fe quirúrgica, casi nos inclinaríamos a creer que las observaciones insertas en sus obras se habían compuesto con intención de atemorizar a los padres que hacían cortar el frenillo á sus hijos por personas estrañas á la cirujía."43

Muchos errores silenciados en las frenotomías paracticadas por cirujanos

Fue en el siglo VI d.C., con un médico de Justiniano el Grande, Aetios d'Amida (502-575), cuando aparecieron las primeras operaciones del frenillo de la lengua, escisión quirúrgica del velo bajo la lengua llamadas frenotomías (o frenectomías)44.

Las operaciones fueron durante mucho tiempo uno de los remedios (ineficaces) para el trastorno del habla (tartamudez). Alrededor de la década de 1830, la mayoría de los especialistas coincidió en la naturaleza física de la tartamudez. El médico Johann Friedrich Dieffenbach (1795-1847) pensó que podía acabar con los espasmos glóticos realizando la escisión del frenillo. Este cirujano alemán y profesor de cirugía clínica en Berlín ideó un procedimiento quirúrgico para tratar los defectos del habla que se puso de moda en Europa durante varios años. Hizo un corte horizontal en la raíz de la lengua, escindiendo una cuña triangular completamente a través y casi a través de ella, con el objeto de dividir los músculos linguales e interrumpir así su inervación para modificar o curar el espasmo muscular. Su método fue el resultado de una conexión imaginaria entre la articulación defectuosa y la operación de estrabismo que también practicó.

Y en París, H. de Chegoin creía que la lengua tenía un tamaño desproporcionado en las personas que tartamudeaban. Intentó por "medios mecánicos" alterar esta desproporción.
El tratamiento de JMG Itard, precursor de la Otorrinolaringología, tras su publicación de un tratado sobre las enfermedades del oído y la audición (Traité des maladies de l’oreille et de l’audition, París), cierto que fue "más humano" pero no más efectivo. Cirujano y más tarde médico del Instituto para Sordos y Mudos de París, sostuvo que la tartamudez se debía a una debilidad muscular. Usó un tenedor dorado o de marfil (conocido como "Tenedor de Itard") colocado en la cavidad del arco alveolar de la mandíbula inferior con el propósito de sostener la lengua. Informó de dos curas (Journal Universel des Sciences Medicales. 1817), ninguna de las cuales era permanente, según otros relatos45.

De este modo, innumerables métodos más, todos inútiles y muchos especialmente lesivos, se sucedieron.

El propio Chervin escribía en 1896: "La inutilidad y el peligro de las tentativas quirúrgicas reconocidas públicamente por los mismos que las habían preconizado, la noticia de la muerte de sujetos operados por Dieffenbach y Amussat calmaron rápidamente el entusiasmo de las miotomías"46, pero el daño, muy grande, estaba hecho.

"La controvertida experiencia de médicos como Dieffenbach y otros en una comunidad de expertos en desarrollo muestra hasta qué punto el desempeño de la experiencia fue realmente "frágil", ya que negociaba "entre el estado, la ciencia y la sociedad" e interactuaba con un sector de salud pública emergente. Los capítulos históricos de tratados y ensayos sobre la tartamudez sugirieron un grupo bastante homogéneo de científicos que trabajaban por un bien común. En trabajos más polémicos, sin embargo, se demostró que el "campo" contenía numerosos charlatanes, "profesores tartamudos" y otros denunciados como expertos ilegítimos o fraudes descarados.”47

La historia también les da a los cirujanos "una cucharada de su propia medicina" cuando otros especialistas reclaman su área de competencia:

"Los cirujanos, elocucionistas y otros competían por la autoridad, pero también por los "clientes". La feroz competencia dio lugar a impresionantes campañas publicitarias, pero también al secretismo en torno a los diferentes remedios propuestos."47

Sabemos que en la historia de la medicina en general hay ejemplos de inventos que salvan vidas, pero están indudablemente entremezclados con otros ejemplos de violencia silenciados, como se dieron en el caso de las frenotomías llevadas a cabo por cirujanos.

Las parteras, matronas, ya habían sido superadas por los cirujanos en los siglos XVII-XVIII en autoridad, clientes y reconocimiento social a pesar de tantos catastróficos errores, acciones ilegitimas y fraudes; estaban preparados y dispuestos para abordar el terreno de la asistencia obstétrica empezando por la exclusión simultánea de los conocimientos y la experiencia de siglos de las parteras y llegando hasta el control y su total subordinación, y lo consiguieron.

Reflexiones

Las matronas han sufrido históricamente violencia de género, sometidas a la dictadura androcentrista, y el caso de la rea­lización de frenotomías es uno de estos ataques a lo largo de la historia. En esta revisión se ha constatado:

  • Desigualdad de género en la educación para las matronas (y mujeres en general).
  • Impedimentos para el desarrollo profesional de las matronas.
  • Las matronas han sido objeto de difamaciones y campañas de desprestigio interesadas hasta la colonización de su profesión por los cirujanos.
  • Se estableció una alianza de género entre médicos y cirujanos en contra de las matronas.
  • La historia escrita por los hombres adolece del contraste con una historia escrita por las mujeres también en medicina.

Así se ha escrito la historia de la primera profesión sanitaria del mundo que ha sido minusvalorada y cuyos históricos asistentes, las matronas, han sido suplantadas por una nueva grey. Me uno a las ideas de A. Delacoux32 y como él apoyo y reivindico:

  • La importancia de la profesión de matrona.
  • Que esta profesión era necesaria e indispensable con nuestra constitución social.
  • Que las matronas son aptas para comprender y resolver las cuestiones más elevadas de la ciencia.
  • Que la carencia de educación y la mala instrucción, en el pasado, fueron las únicas causas de nuestra inferioridad.

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