Las enfermeras como agentes de sostenibilidad emocional

Sección: Editorial

Cómo citar este artículo

Monzón Torres M. Las enfermeras como agentes de sostenibilidad emocional. Metas Enferm jul/ago 2023; 26(6):3-6. Doi: https://doi.org/ 10.35667/MetasEnf.2023.26.1003082121

Autores

Marina Monzón Torres

Enfermera. C.S. “Mirasierra”. Madrid (España). Sexóloga, especializada en educación sexual. Escritora.

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Las enfermeras como agentes de sostenibilidad emocional

El término sostenibilidad emocional, acuñado por la psicóloga Inma Puig (1), reconocida por su trabajo con equipos de alto rendimiento, hace referencia al conocimiento del impacto que ocasionan las emociones propias y ajenas, en uno mismo y en los demás. Puig pone el acento en el cuidado y en la escucha, y afirma que cuando un trabajador se siente cuidado por la empresa, cuida del cliente. También ha observado el poderoso impacto del efecto Pigmalión “la mirada que una persona ejerce sobre otra condiciona su comportamiento”. Este hecho invita a reflexionar sobre la responsabilidad individual y tomar consciencia de cómo cada persona contribuye para que la realidad sea la que es. Como trabajadores es necesario poder confiar en el soporte que la empresa ofrece. Ser escuchados como trabajadores, como profesionales. Sentir que formamos parte de algo, sentirnos apreciados, lo que lleva a querer comprometerse. Obviamente, tener bien definidas las competencias y marcar los límites que sean necesarios es imprescindible para sentirse bien atendidos por la empresa como trabajadores, y para ofrecer el mejor servicio a la población. Todos estos aspectos, que colocan a una persona en dos lugares al mismo tiempo: ser empleada de una institución o compañía y ser profesional al servicio de la población, hacen referencia a la sostenibilidad emocional enunciada por Puig.

Las enfermeras cuentan con un marco legal y ético que define sus competencias. Así, el Código Deontológico recoge las reglas éticas y morales que todo profesional debe seguir. Específicamente coloca a las enfermeras como garantes de la dignidad humana de aquellas personas que atienden. De modo que las enfermeras pueden ocuparse de la esfera psicoemocional de un ciudadano, sin temer al intrusismo. El Servicio Madrileño de Salud (2) define a la enfermera como educadora y entrenadora en autocuidados, ella es la persona de referencia que lidera los proyectos educativos individuales y grupales, acompaña a las personas en su proceso de aprendizaje y de gestión de su enfermedad, identifica y valora la capacidad para el autocuidado del usuario, entrena a las personas para que sean capaces de integrar cambios positivos en su salud y coopera con otros profesionales y organizaciones para mejorar el estado de salud de las personas. El primer punto del perfil competencial de la enfermera, en este documento, hace referencia a la comunicación.

Una de las competencias de las enfermeras reconoce la capacidad para establecer una comunicación eficaz con pacientes, familia, grupos sociales y compañeros, así como fomentar la Educación para la Salud. Una enfermera, en el desarrollo de su profesión, puede haber ejercido en servicios muy diferentes, poniendo en valor conocimientos, distintas habilidades técnicas y competencias. Sin embargo, la comunicación habrá sido un elemento común en todos ellos. Partiendo de la idea de unidad de los términos comunicación y emoción, se entiende que la gestión de las emociones propias y ajenas resulta ser un desafío constante para todos, especialmente, para aquellos que trabajan con personas que transitan momentos de máxima vulnerabilidad. En ese sentido, las enfermeras son, sin saberlo, agentes de sostenibilidad emocional, por ejemplo, cuando están frente a una persona que manifiesta fobia a las agujas cuando se va a someter a un procedimiento que requiere una punción. En una situación de este tipo, la capacidad de la enfermera para responder de manera sostenible, desde un punto de vista emocional, significaría poder reconducir las emociones de la persona que manifiesta una emoción desproporcionada. Los profesionales lo logran, por ejemplo, estableciendo contacto visual directo, modulando el tono de voz, invitando al usuario a que realice una respiración consciente, utilizando técnicas de distracción, aplicando contención verbal u otras estrategias para poder realizar la técnica ofreciendo seguridad al paciente. En este sentido, los profesionales necesitan más recursos para profundizar en el conocimiento de la esfera emocional para poder afrontar situaciones complejas que en ocasiones les sobrepasan o desbordan.

A día de hoy se considera insuficiente la formación en comunicación y educación emocional que tienen los profesionales de la salud, en general, y las enfermeras de forma específica, teniendo en cuenta la carga del cuidado que conlleva el desarrollo de sus funciones y el contacto directo con los pacientes y familiares, en situaciones de máxima vulnerabilidad, sufrimiento y muerte. Actualmente hay registradas más de 27 millones de enfermeras en todo el mundo (3), lo que puede explicar heterogeneidad de criterios a la hora de afrontar competencias transversales, como las que se exponen. Por lo que, para poder abordar el cuidado emocional desde cualquier contexto de manera sostenible, parece lógico pensar en la necesidad de incluir la educación emocional, de manera prioritaria, en la formación de enfermeras, tanto en pregrado como en posgrado, por los enormes beneficios que tendría para la profesión y para la calidad de los cuidados prestados.

En mi opinión, y desde mi propia experiencia personal y profesional, existe una disciplina que dota de conocimientos y recursos en comunicación y en educación emocional conocida como Análisis Transaccional. Su creador Eric Berne (4) desarrolló esta teoría de la personalidad desde una filosofía humanista, que arroja luz y pone el foco en las interacciones. Berne observó que el lugar desde el cual se establece una comunicación con uno mismo (diálogo interno) y con los demás lleva a una comunicación eficaz o a la manipulación (juegos de poder). Berne descubrió que las caricias son la unidad de reconocimiento entre las personas y que el hambre de las mismas puede llevar a tener determinadas conductas, como sería la manipulación, en la que se establecen relaciones de una manera deshonesta, con tal de conseguir las caricias necesarias. Su discípulo, Claude Steiner desarrolló la Teoría de la Economía de las Caricias (5), completando su labor enseñando conceptos de educación emocional, como el método para tomar consciencia y responsabilidad con los propios pensamientos, emociones y acciones.

Brigitte Champetier es un referente sobre las emociones heredadas, poniendo de manifiesto la relación entre emociones y salud. La autora explica cómo nuestras emociones pueden ayudarnos a responder de manera adaptativa ante una situación concreta, y hace referencia a otras funciones que las emociones ejercen en la vida de las personas, sin ser conscientes de ello (6). Asimismo, propone elevar el nivel de conciencia, y por tanto de salud, conociendo cómo operan las emociones en la vida. Por otro lado, Lacon habla de las enfermeras como líderes del cambio (7), y defiende que, como profesionales, las enfermeras son agentes de cambio sostenible para el futuro, que tienen las aptitudes necesarias para generar y mantener cambios duraderos, si se proporciona información y apoyo adicional, para elaborar estrategias sólidas y soluciones para lograr un entorno en el que se preste atención de calidad. Atendiendo a todo lo expuesto, parece lógico pensar que merecería la pena el esfuerzo de capacitar específicamente a las enfermeras en educación emocional y en comunicación efectiva, dotándolas de más recursos que puedan ayudarles a afrontar situaciones complejas en las que estén implicadas las emociones propias y/o ajenas, de aquellos a quienes cuidan, tanto si demandan abiertamente como si necesitan, pero callan, un abordaje que conlleva una implicación de sentimientos, miedos, expectativas, incertidumbre, y todo lo que afecte al plano emocional, con frecuencia tan difícil y complejo de afrontar con éxito.

La pandemia ha supuesto un gran desafío emocional y nos ha recordado la relevancia y la necesidad del contacto humano y de la comunicación, sobre todo, en situaciones de enfermedad y vulnerabilidad. Como afirma Fisher, aunque culturalmente el comportamiento cambia constantemente, la Biología sigue respondiendo de la misma manera (8). Conviene recordar que, debido a la naturaleza de los seres humanos, el contacto y la conexión son necesarios, así como el sentimiento de pertenencia y saber que somos significativos para otros. Las enfermeras somos promotoras de salud y teniendo en cuenta la concepción holística de la profesión ¿estamos dispuestas a asumir el desafío de convertirnos en agentes visibles de sostenibilidad emocional? Para ello, tenemos que seguir adquiriendo competencias en educación emocional y comunicación efectiva, ya que son pilares fundamentales para brindar cuidados excelentes.

Bibliografía

  1. Puig S I. La revolución emocional. Barcelona: Conecta; 2019.
  2. Servicio Madrileño de Salud (SERMAS). Definición del rol de la enfermera educadora/entrenadora en autocuidados. 2ª ed. Madrid: SERMAS; 2016.
  3. Organización Mundial de la Salud (OMS). Situación de la enfermería en el mundo. Ginebra: OMS; 2020.
  4. Berne E. ¿Qué dice usted después de decir “hola”? Barcelona: Grijalbo; 1974.
  5. Steiner C. Educación emocional. Sevilla: Jeder; 2001.
  6. Champetier B. Emociones, calidad de vida y nivel de consciencia. Emociones como energía: qué son, cómo son y cómo crecer gracias a ellas. INSCONSFA 2019.
  7. Lacono L, Altman M. Las enfermeras como líderes del cambio. Nursing. 2017; 34(2):36-9. Doi: https://doi.org/10.1016/j.nursi.2017.04.011
  8. Monzón M, Montano M. Guiadas por el amor. Madrid: Opera Prima; 2022.