Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria son el escenario actual de la última epidemia de ébola, una enfermedad muy contagiosa y para la que no existe tratamiento y que ya se ha cobrado más de 800 vidas. Esta cifra, de momento provisional (la epidemia amenaza con durar varios meses más), ya cuadriplica a la del brote más mortífero y el primero registrado (data de 1976), que se saldó con 280 vidas y 318 afectados.
Ahora, nuevos casos salpican a la población mundial, como en Estados Unidos, y es aquí donde la enfermera debe jugar un papel fundamental para la salud de ambos (profesional y enfermo). Los sanitarios que acompañen a estos pacientes, además de estar informados de la infección, deberán ir vestidos con un equipo de protección individual que hace de barrera física y respiratoria. Se trata de una especie de mono o buzo, al que se le ha de sumar una mascarilla con respirador FFP2, cuya eficacia de filtración mínima es del 92%, guantes dobles, bata y calzado impermeables y gafas. Además, estas personas deberían tener una estricta higiene de manos antes y después del contacto con el paciente.
Con respecto al personal de aduana, si no va a mantener contacto físico con el paciente, no tiene por qué tomar las precauciones anteriores, según explica el Ministerio de Sanidad. Una vez que los afectados por el virus aterrizasen en España, la unidad de Sanidad exterior que se encuentre presente en el aeropuerto, será la encargada de realizarle la primera evaluación clínica. Estos profesionales son los que se comunicarán con el hospital que va a recibir a los pacientes, contándoles su situación y el tratamiento, si es que está recibiendo alguno como suero o antipirético.
En cuanto a las personas que hayan tenido contacto estrecho con el enfermo (que se haya rozado la ropa o tener contacto con su sangre, orina o secreción) deberán permanecer bajo vigilancia durante 21 días, tomándose la temperatura corporal cada 12 horas.