El papel de las matronas en los campos de refugiados

Lunes, 18 de diciembre de 2017

por diariodicen.es

Como cada 18 de diciembre desde el año 2000, como iniciativa de las Naciones Unidas, se celebra el Día Internacional del Migrante. Este año, bajo el lema «Migración segura en un mundo en movimiento», se persigue el objetivo de poner de manifiesto la importancia de la protección internacional que merecen estas personas y la obligación de los diferentes países de incrementarla.

Para conocer la labor de los profesionales enfermeros en este ámbito, entrevistamos a Lucía Moya Ruiz y Rocío Rivas Martín son dos matronas del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid. Ambas quisieron ver con sus propios ojos la situación en la que se encontraban los campos de refugiados en Grecia. Por eso, el pasado 20 de junio, mediante la ONG: NPI (Nurture Project International), empezaron su voluntariado en Sindos y Kalochori. Durante dos semanas pudieron comprobar la situación, muchas veces inhumana, en la que se encuentran los refugiados sirios en los campos europeos.

Pregunta.: ¿Por qué decidisteis ir como voluntarias a Grecia?

Respuesta.: Nos preocupaba la situación de los refugiados sirios en Grecia. Creemos que las personas tenemos que comprometernos más: con otras personas, con el medio ambiente, etc. No podemos cerrar los ojos a la realidad que existe en el mundo. En esta ocasión, se daban todos los factores que nos hacían imposible cerrar los ojos y no ir. Necesitaban profesionales con nuestro perfil exacto. Era el momento personal y profesional perfecto, y nos apetecía mucho vivir estas experiencias juntas.

P.: ¿Cómo describiríais la  situación que se está viviendo en ese país desde hace años? ¿La ayuda humanitaria de otros países es suficiente?

R.: Por un lado, no es casual que sea Grecia (un país “en crisis” y “problemático” para la Unión Europea) donde se encuentre la mayoría de refugiados. El sistema sanitario griego está en crisis e, independientemente de la gestión (no vamos a entrar en si es buena o mala), creemos que en algunos puntos del país se han visto desbordados por la llegada de personas.

Por otro lado, cuando nosotras fuimos, las personas refugiadas estaban siendo trasladadas de campos libres a campos militarizados en la periferia de grandes ciudades, controlados por los militares y la policía griega. Era un momento de gran caos. Acababan de desalojar el campo de Idomeni y trasladaban a la gente (en muchos casos, separando familias) a campos más pequeños de más fácil control.

En esta época es cierto que había ONG y ayuda humanitaria de distintas organizaciones y países, pero era todo bastante caótico: no te dejaban entrar en los campos sin autorización o permiso y siempre con el pasaporte. No dejaban entrar a voluntarios libres, aun no estaban muy definidas las funciones de cada ONG, ni la coordinación entre ellas. En nuestra opinión, la ayuda era insuficiente. Entendemos que es una situación complicada para las ONGs. Sin embargo, se necesita una mayor coordinación entre ellas para cubrir todos los aspectos en los que hay necesidades, y no sobrecargar de cuidados en otras áreas. Por ejemplo, en los campos que estuvimos estaba perfectamente cubierta la asistencia sanitaria pero, en ese momento, no había profesores para los niños, ni para los adultos, y hubiera sido genial empezar a enseñarles inglés, un idioma que les hiciera más fácil la comunicación.

P.: ¿El sistema sanitario griego se diferencia en gran medida al español? ¿Cómo está asumiendo dicho sistema la llegada y asilo del gran número refugiados?

R.: La verdad es que no tuvimos contacto directo con el sistema sanitario, sino a través de las refugiadas que derivamos al hospital o que veíamos a la vuelta, con sus bebés. Se decía que la tasa de cesáreas era elevada y que, en general, cuando una mujer refugiada llegaba de parto al hospital, solían hacerle cesárea, sin saber muy bien la justificación. Nosotras estuvimos poco tiempo como para verificar que esto fuera tan cierto.

P.: ¿Qué papel ejercen las matronas en una situación de emergencia sanitaria como la que se está viviendo ahora en Grecia?

R.: La mayoría de la gente que ha huido  de la guerra es gente joven, mujeres en edad fértil que, por la influencia cultural, suelen comenzar a tener hijos en la adolescencia o en la primera juventud. La mayoría de mujeres tenían 3 o más hijos, algunas habían huido embarazadas, cruzando en una barcaza el Mediterráneo, jugándose la vida. La población infantil menor de 7 años era muy numerosa y la de menos de 2 años era bastante notable. Por todo esto, vemos fundamental el papel de las matronas, con una atención transcultural, teniendo en cuenta diferentes factores de salud de la mujer que pueden ser distintos a los de nuestra cultura, y con una perspectiva de género en la que seamos capaces de identificar necesidades concretas de estas mujeres. Necesitan atención a lo largo de todo su ciclo vital y reproductivo, durante el embarazo y la lactancia (que eran nuestros puntos principales de trabajo), higiene, valorar la posibilidad de anticoncepción, salud infantil, etc.

Muchas de ellas comenzaron el control ecográfico y analítico del embarazo antes de salir de su país y luego ya no hubo más seguimiento. Otras, culturalmente, no tienen costumbre de hacer seguimiento de la gestación. También había mujeres que se habían quedado embarazadas en el viaje migratorio. Por tanto, nuestro papel es necesario y fundamental mientras no pueda asumirlo el sistema sanitario griego.

«Vemos fundamental el papel de las matronas, con una atención transcultural, teniendo en cuenta diferentes factores de salud de la mujer que pueden ser distintos a los de nuestra cultura»

P.: ¿Cuáles son los aspectos positivos que destacaríais de vuestra experiencia?

R.: Por una parte, el enriquecimiento cultural que nos aportaron las mujeres, el aprender a priorizar en función de sus verdaderas necesidades y no de las que nosotras pensábamos que tenían. Por otra, el hecho de aprender a trabajar con pocos recursos y con una barrera idiomática difícil de solventar. También, el poder ofrecer un poco de nuestro tiempo, para que las personas refugiadas sientan que no están solas, que hay gente que se preocupa por ellos, que queda humanidad en el mundo.

Respecto a nuestra actuación profesional, estamos muy satisfechas con todo lo que hicimos, aunque no fuera lo que pensábamos que íbamos a hacer. Sin embargo, conseguimos muchas captaciones de nuevos embarazos. Las mujeres acudían a consultarnos por muchos motivos. Un día que hizo mucho viento y era peligroso trabajar dentro de la tienda,  Rocío fue tienda por tienda y pudo observar las condiciones reales en que las mujeres vivían y preparaban la comida de sus hijos, lo que dio pie a cambiar muchos de nuestros consejos sanitarios. Y empezamos a hacer grupos (2 de lactancia y 1 de masaje infantil). Esto ayudó a que las mujeres se conocieran más entre ellas y crearan redes, algo muy importante, ya que los voluntarios tenemos una rotación muy alta, pero ellas permanecen allí y pueden ayudarse mucho en todo lo referente a los autocuidados y la crianza.

P.: ¿Y los negativos?

R.: La dureza de la situación que estaban viviendo: hacinados en tiendas de campaña, bajo el duro sol y bajo la lluvia, sin intimidad, con un sistema de letrinas bastante deficiente, una alimentación poco variada para embarazadas y niños, la disgregación familiar, y sobre todo, el no saber cuando iba a terminar esa situación. Además, la sensación de que el Gobierno, por controlar la situación, estaba creando una población marginal, apartados de la sociedad, que no podían conseguir recursos independientes para su vida. Estaban a merced de la ayuda (tanto gubernamental como humanitaria), y esto hacía que muchas personas, en especial los niños que son siempre muy listos, pidieran cosas todo el tiempo (juguetes, comida, ropa…), porque era la situación que favorecíamos inconscientemente. Nos hubiera encantado que se favoreciera que los refugiados se organizaran entre ellos, que se les diera alimentos frescos en vez de ya cocinados (además esto haría que pudieran comer comida cocinada según su tradición) y que se repartieran las tareas.

P.: ¿Cómo fue vuestra estancia? ¿Cuándo no estabais colaborando y ayudando dónde descansabais, comíais, etc?

R.: La ONG tenía un piso para que compartiéramos los voluntarios,  por el cual teníamos que pagar una cuota diaria (10 euros diarios por persona). Dado que el movimiento de voluntarios era muy variable, cuando nosotras llegamos había mucha gente en el piso y nos tocó dormir en unas camas plegables en el salón, donde tenían almacenado el material de la ONG.

La jornada era corta porque el piso de la ONG estaba en Policastro, cerca de los primeros campos del norte y, cuando los trasladaron a las afueras de Tesalónica, había una hora de trayecto en coche de ida y otra de vuelta. Nosotras generalmente salíamos más tarde, para aprovechar que habíamos ido pocos días. Además, las mujeres de los campos eran muy amables y cariñosas, y los niños tenían ganas de jugar continuamente. Al acabar la jornada, volvíamos al piso y seguíamos trabajando. Teníamos que poner lavadoras con la ropa sucia del baby hammam (toallas, ropa de bebé), y recoger y preparar la tendida la noche anterior. Luego organizábamos el material para la tienda de mamás y bebés, repasábamos lo escrito en los cuadernos de cada mujer durante el día, hacíamos la estadística de madres y niños atendidos. Si habíamos preparado un grupo para el día siguiente, íbamos al supermercado a comprar alimentos saludables y agua para ofrecérselo durante la sesión, para complementar su dieta con productos frescos e hidratación para sobrellevar el calor insoportable que hacía en la tienda. Después de todas esas tareas, teníamos la reunión diaria de voluntarios para valorar nuestro trabajo y pensar si podíamos mejorar en actuaciones.

Para finalizar el día, solíamos irnos a tomar “una cervecita” y cenar fuera de casa. El desayuno y la cena eran las comidas fuertes del día, ya que para comer solíamos tomarnos un sándwich o ensalada rápida en la misma tienda de la ONG, para no restar tiempo a nuestra jornada.

«La construcción socio-cultural de las mujeres influye en su salud»

P.: ¿Qué aconsejaríais a un enfermero que quiera ejercer un voluntariado?

R.: Dependerá del país, del contexto cultural, de la situación política, del tipo de población con la que trabaje, etc. En nuestro caso, que trabajamos con mujeres embarazadas, lactando y con niños menores de 2 años, les aconsejaríamos que si van a hacer un trabajo similar, se lean los documentos de la OMS y de UNICEF sobre Alimentación Infantil en situaciones de catástrofe.

Mucha gente en situación de guerra o desastre natural, con muy buena intención, tiende a comprar leche infantil en polvo, para alimentar a los bebés. Esto no solo no es beneficioso, sino que es contraproducente. Esas buenas intenciones se pueden convertir en un arma de doble filo, en una amenaza seria para la salud de esos niños. En caso de que estuvieran siendo amamantados por sus madres, si les empiezan a dar leche en polvo, en poco tiempo sus madres dejarán de producir leche materna;  y cuando la leche en polvo se acabe (y se acaba) o no haya agua para preparar esa leche, ponemos a los bebés en una situación de riesgo de desnutrición y de contagio de enfermedades infecciosas. Así que, si vais a trabajar con niños y lactantes y madres embarazadas, es fundamental tener una buena formación en lactancia y seguir estas recomendaciones de la OMS y UNICEF, que podéis encontrar en sus webs.

Otro consejo es que se formen en género: la construcción socio-cultural de las mujeres influye en su salud, y es importante aprender al respecto.

Durante nuestra estancia en Grecia, hicimos un blog con las experiencias que íbamos viviendo: www.2matronasengrecia.blogspot.es. Puede que le sea útil a alguien que quiera seguir nuestros pasos como voluntarias.

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