“En 40 años hemos pasado de ser un oficio a ser una profesión autónoma y con competencias propias”

Lunes, 13 de mayo de 2019

por diariodicen.es

El 12 de mayo se celebró el Día Internacional de la Enfermería para recordar el nacimiento de Florence Nightingale. Son de sobra conocidos los motivos para conmemorar esta fecha, pero ¿cómo ha sido la evolución de la profesión en España? ¿Cómo ha cambiado la enfermería desde su incorporación a los estudios universitarios? ¿Qué importancia tiene la investigación para su avance? José Ramón Martínez Riera, presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria, nos atiende para hablar sobre todos estos aspectos y su perspectiva de la evolución de la profesión.

Pregunta: Desde su punto de vista, ¿cómo ha sido la evolución de la profesión desde que usted empezó a ejercerla?

Respuesta: Tengo la suerte, dada la edad que tengo, de haber participado, en mayor o en menor medida, en los principales momentos de desarrollo de la profesión enfermera. Yo soy ATS, y digo que lo soy porque no puedo ni quiero renunciar a lo que estudié en su momento. Esto, sin embargo, no quiere decir que me sienta ATS, son cosas diferentes. Desde que los estudios de Enfermería estaban ocultos en unas siglas tan significativas, en cuanto a lo que suponían y representaban para quienes las asumíamos como profesionales, hasta nuestros días han pasado muchas cosas y prácticamente todas ellas buenas para el desarrollo profesional enfermero. Los estudios de ATS, dieron lugar a un posicionamiento de unidad sin precedentes, ni lamentablemente posteriores, en nuestra profesión. Ello propició, junto a la decidida apuesta, motivación e implicación de enfermeras referentes, el que los estudios de enfermería pudiesen incorporarse a la universidad. Posiblemente sea este el hito más importante en la historia reciente de la enfermería española, a pesar de que volvíamos a permanecer ocultos como enfermeras bajo unas siglas, DUE, que tan solo sirvieron para cambiar a las anteriores de ATS, aunque, eso sí, recuperando planes de estudios realizados y desarrollados por enfermeras mayoritariamente.

Y con el límite de no poder acceder al máximo desarrollo académico por tratarse de estudios universitarios de diplomatura. Posteriormente, con la puesta en marcha del denominado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), se logró recuperar la denominación que nos corresponde, es decir enfermeras, y acceder al máximo nivel académico a través de los programas de doctorado, que viene a situar a las enfermeras donde verdaderamente nos corresponde. En este camino de más de 40 años, habría que intercalar diferentes e importantes avances como los de las publicaciones científicas, la investigación, el acceso a puestos de responsabilidad… que han permitido dotar de valor, reconocimiento y visibilidad a las enfermeras tanto a nivel profesional como social.

Por todo lo dicho, aunque muy comprimido lo que supone un riesgo de pérdida de información, se puede decir que no hay en el ámbito disciplinar y profesional español ninguna otra disciplina o profesión que haya tenido el desarrollo del de la enfermería en tan poco espacio de tiempo y con la calidad que además lo ha llevado a cabo. Dicho lo cual cabe decir que el desarrollo disciplinar, por razones obvias, ha sido mayor que el profesional y que, precisamente es en este ámbito, en el que se precisa avanzar más y mejor para equilibrar ambos.

P.: ¿Cómo ha influido la adquisición de tareas y competencias propias en el desempeño profesional? Según su experiencia, ¿qué supone para la enfermería que las enfermeras tengan mayor autonomía a la hora de desempeñar su trabajo?

R.: Efectivamente esa ha sido la secuencia. Fuimos asumiendo tareas diversas y muy diversificadas para el desarrollo de actividades, pero con poca responsabilidad autónoma, mientras fuimos ATS e incluso DUE, para pasar a asumir las competencias que nos otorgaban esa autonomía y, por tanto, responsabilidad en la identificación de necesidades y la consiguiente planificación, desarrollo, prestación y evaluación de los cuidados enfermeros que prestamos. Por lo tanto, se ha tratado de una evolución profesional de gran importancia que ha permitido a las enfermeras incorporarse como profesionales autónomas amparadas por normativa legal y un código deontológico propio.

Para la enfermería supone dotar de contenido, valor y sentido a la profesión por cuanto es capaz de generar evidencias científicas que las apoyen y justifiquen, para las enfermeras por su parte, supone sentirse realizadas, reconocidas y valorizadas por lo que hacen de manera autónoma y no tan solo por lo que otros profesionales les derivan. Pasamos de ser ayudantes a ser claramente protagonistas de nuestras acciones, con lo que ello supone, claro está, de responsabilidad.

P.: ¿Cómo han influido los avances tecnológicos en la profesión? ¿Cómo ha repercutido la tecnología en la calidad de los cuidados? ¿Con qué recursos se contaba antes?

R.: Es una realidad lo mucho que ha evolucionado la tecnología sanitaria y la influencia que la misma ha tenido en la actividad profesional no tan solo de las enfermeras. Nosotros que como profesión partíamos como técnicos y, por tanto, ligados a la tecnología, logramos desprendernos de esa relación exclusiva para pasar a asumir nuestro paradigma propio más ligado a valores. Eso no significa, en ningún caso, que esté desvalorizando la tecnología ni las técnicas. Pero la evolución ha desarrollado el racionalismo. Ha difundido la idea de que la tecnología puede aportar soluciones técnicas a todos los problemas que aquejan a las personas. Y si bien es cierto que la técnica forma parte de nuestra existencia, también lo es que debemos tener en cuenta el saber qué hacer con ella.

Esto, que puede parecer una obviedad en enfermería, debe ser tenido en cuenta en momentos en los que tanto se está insistiendo en la humanización de la atención y en la ética de los cuidados a los que tampoco hay que desligar de la estética. Resulta por lo tanto fundamental articular nuestra responsabilidad profesional para evitar que la propia y necesaria evolución de la enfermería como ciencia nos despiste de la esencia de los valores que deben impregnar y caracterizar nuestros cuidados. Se trata, por lo tanto, de que logremos una evolución en paralelo con la tecnología que evite los riesgos de la divergencia. El valor real, por el que somos y debemos seguir siendo reconocidos y valorados, es el de la respuesta humana y técnica a la necesidad de cuidados de las personas, familias y comunidad, tanto en la salud como en la enfermedad y con la máxima calidad posible.

En la actualidad las enfermeras tienen que responder a múltiples situaciones, muchas de ellas complejas y, sobre todo, individuales. Sin embargo, también es una realidad que en el día a día, la relación enfermera-persona queda limitada a lo superficial de la enfermedad, el síntoma o la lesión y, por tanto, con una pérdida evidente de la necesaria integralidad de los cuidados. Ahora, como decía, que tanto se habla de humanización nos encontramos con la paradoja y la contradicción de que lo que se está exigiendo por parte de las organizaciones es que seamos enfermeras tecnológicas. Esto conduce a que la enfermera diluya su campo de acción que debe centrarse en cuidar para proporcionar bienestar, confort, seguridad, asesoría técnica, además de los cuidados específicos adecuados y consensuados, que de manera responsable y autónoma debemos asumir y que hacen y seguirán haciendo que las enfermeras seamos, y sigamos siendo absolutamente imprescindibles en la comunidad.

Antes se contaba con los recursos con los que se contaba, sin duda mucho menores que los que actualmente existen. Sin embargo, puedo asegurar que la calidad de los cuidados, en cuanto a los valores a los que me refiero, eran tan valiosos como los que actualmente se prestan y la carencia de recursos propiciaba la innovación, el ingenio y la destreza de las enfermeras para suplirlos con plenas garantías, máxima calidad y la eficiencia que siempre nos ha caracterizado. Y eso es debido a ese avance en paralelo que las enfermeras hemos logrado entre tecnología y valores de los cuidados y que no todas las disciplinas logran. Por eso no son enfermeras, porque resulta muy difícil lograrlo.

P.: ¿Qué importancia tuvo para la profesión la posibilidad de acceso a la universidad? ¿Cómo influye, en la actualidad, la facilidad de acceso a formación?

R.: Aquí me gustaría distinguir. Para la disciplina tuvo, sin duda, mucha trascendencia, porque nos permitía incorporarnos como ciencia y alejarnos de la visión que de oficio se tenía de las enfermeras. Además, nos posibilitaba el tener acceso al máximo desarrollo académico, aunque inicialmente tuviésemos que realizarlo a través de los atajos que nos ofrecían otros estudios con grado de licenciatura, hasta la reforma comentada del EEES que ya nos permitió no tan solo romper el techo de cristal para lograr acceder al doctorado sino situarnos al mismo nivel que cualquier otra disciplina con lo que ello representa. Otra cuestión es la importancia profesional, que, teniéndola, no ha ido en paralelo lamentablemente a la académica o disciplinar. Por tanto, estamos en ese proceso de madurez que nos permita situarnos profesionalmente también en el máximo nivel y que queda limitado por factores tanto intrínsecos de la propia profesión como extrínsecos derivados de presiones de otros colectivos o de la rigidez de las organizaciones sanitarias, entre otros.

En el sentido de cómo influye en la profesión la facilidad de acceso a la formación, daría para un análisis profundo para el que lamentablemente no hay espacio en esta entrevista. Sin embargo, me gustaría destacar que, en la formación, como en casi todo, hay que distinguir entre lo bueno y lo malo. Facilitar el acceso a la formación nunca puede visualizarse como algo negativo, pero también es cierto que hay determinados sectores profesionales o no que han identificado esta posibilidad como una opción de negocio y han traficado con ella ofertando cursos de muy dudosa calidad y menor utilidad, para lograr pingües beneficios. Si a ello añadimos que las organizaciones sanitarias, por su parte, han contribuido a la mercantilización de dicha formación a través de la aceptación de los mismos como principal opción de obtener puntos para el acceso a bolsas de trabajo, nos podemos hacer una idea del panorama que actualmente tenemos. Por lo tanto, algo, en principio, positivo puede convertirse en una perversión.

P.: ¿Cómo ha mejorado el cuerpo de conocimientos de la enfermería a lo largo de los años? ¿Qué influencia tiene en la actualidad la investigación científica enfermera?

R.: Sin duda ha mejorado muchísimo. El salto cualitativo logrado en este sentido por enfermería ha sido espectacular. No existe, ya lo he comentado, ninguna disciplina que haya logrado esa mejora en el tiempo que lo ha hecho enfermería. En poco más de 40 años hemos pasado de ser un oficio, ayudante técnico del ámbito sanitario en general y del profesional médico en particular, a ser una profesión autónoma y con competencias propias y singulares. Otro dato en este sentido es que antes de la entrada de los estudios de enfermería en la universidad no existía ninguna publicación científica enfermera.

Actualmente la práctica enfermera está basada en la evidencia, en los datos, en los resultados derivados de la investigación. La manera de garantizar las mejores prácticas y conocimientos en la atención de las personas, las familias y la comunidad es y debe continuar siendo la investigación. Además, la investigación ha de estar ligada a la práctica asistencial, dado que ésta pretende la búsqueda permanente de la excelencia. Y esta búsqueda de la excelencia, la difusión de dicho conocimiento unido a la experiencia personal y profesional, constituyen la responsabilidad ética y social de las enfermeras para ofrecer los mejores cuidados.

P.: Desde su punto de vista, ¿cuál es la situación actual de las especialidades de enfermería? ¿Qué expectativas de futuro aguardan a este respecto?

R.: Con el diablo hemos topado… Bueno, fuera bromas. La situación actual dista mucho de ser la deseada y deseable. Desde que en el año 2005 se aprobase el Real Decreto que las regulaba y a excepción de la especialidad de matrona que cuenta con criterios de desarrollo por parte de la Comunidad Europea, el resto de especialidades recogidas en el citado RD han tenido desigual desarrollo, aunque idéntica consideración a la hora de integrarlas en las organizaciones de salud. Me explico. Si bien es cierto que, salvo la especialidad de Médico-Quirúrgica que no cuenta si quiera con programa formativo, el resto, en mayor o en menor proporción, ya cuentan con unidades docentes en las que se forman residentes de las mismas.

El problema no es tanto la formación, que también, sino lo que sucede tras la misma ya que hasta la fecha han sido anecdóticas las plazas específicas de especialistas que se han creado y si nos centramos en la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, ni tan siquiera se ha celebrado aún la prueba excepcional de acceso a la especialidad. Esto está provocando diferentes escenarios a cada cual más preocupante. Por una parte, la frustración de quienes habiendo realizado un esfuerzo importante para lograr la especialidad tras acabar su formación se encuentran con que no pueden ejercer como especialistas por no existir plazas creadas. La falta de planificación por parte de las comunidades autónomas a la hora de ofertar plazas formativas de especialistas sin haber tenido en cuenta las necesidades reales y que por lo tanto conducen a generar especialistas sin expectativas y a gastar un dinero público que no tiene posteriormente el retorno que debería generar la contratación de dichas especialistas, lo que constituye un fraude de ley en toda regla. La generación de enfrentamientos y posicionamientos defensivos entre enfermeras especialistas y no especialistas incluso antes de que existan siquiera plazas específicas por lo que de amenazas visualizan unas y otras ante la posibilidad de convivencia sin haberse definido claramente los ámbitos competenciales de unas y otras.

Por lo tanto, este panorama genera mucha incertidumbre y una gran inquietud en la profesión enfermera. Sin embargo, prefiero ver el vaso medio lleno y creo que el trabajo que, desde las sociedades científicas, se está realizando conducirá a corto plazo a obtener respuestas que modifiquen el escenario descrito, mediante la toma de decisiones que han brillado por su ausencia hasta el momento por parte de los responsables tanto ministeriales como de las consejerías de las respectivas CC. AA. Podríamos decir, por tanto, que moderadamente optimista, sin perder en ningún momento el contacto con la realidad descrita.

P.: ¿Cómo repercuten las especialidades en la calidad de los cuidados que reciben las personas?

R.: Resulta difícil decirlo puesto que no se han implementado, salvo matronas y, por tanto, no tenemos posibilidad de comparación más allá del planteamiento teórico o de asimilación con otros países. Sin embargo, me atrevo a decir que habrá un antes y un después de la incorporación de las especialidades enfermeras en las organizaciones de salud, que se podrá identificar tanto en la calidad de los cuidados que se presten a la población como en la satisfacción de quienes los reciban y en la eficacia y eficiencia en el marco de la actividad desarrollada en los centros sanitarios en donde se incorporen.

Pero para ello se requiere, ante todo, voluntad política y además una seria y rigurosa planificación que permita articular de manera adecuada la coexistencia de enfermeras especialistas con no especialistas y el desarrollo de posibles futuras figuras como las enfermeras de práctica avanzada, sobre las que ya se está trabajando en algunas CC. AA., desde mi punto de vista de manera precipitada, al no haberse resuelto aún cual va a ser el papel que tienen que desempeñar las enfermeras especialistas. Y todo ello desde el análisis, el diálogo y el consenso de todas las partes y en especial de las sociedades científicas.

No quisiera acabar sin antes trasladar mi más sincero agradecimiento a Metas de Enfermería por darme la oportunidad de esta entrevista, al tiempo que le deseo el mayor de los éxitos en su desarrollo, porque el mismo significará también el de la propia enfermería y las enfermeras.

Día Internacional de la Enfermería, José Ramón Martínez Riera

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