CUANDO UN AMIGO SE VA…
Dice la letra de la famosa canción de Alberto Cortez que cuando un amigo se va una estrella se ha perdido. En nuestro caso una estrella de persona, de compañero, de “hermano”, como a él le gustaba decir.
La vida es injusta en muchas ocasiones, aunque él comentaba que había que disfrutarla siempre. Este fin de semana nos ha dejado de forma repentina Íñigo Lapetra, el director de comunicación del Consejo General de Enfermería (CGE).
Fue allá por 2003 cuando conocí personalmente a Íñigo, que venía a hacerse cargo de un departamento de la institución que aglutina y representa a todos los colegios oficiales de enfermería. No era una tarea fácil, pero él era de esas personas extraordinarias que hacía que lo difícil pareciera sencillo. Y con los años, y rodeado de excelentes compañeros, puso infinidad de proyectos en marcha, modernizó el organismo y aprendió a defender la enfermería y a las enfermeras/os como un luchador de primera.
Ninguno de los dos hemos sido enfermeros, pero siempre hemos hablado el mismo lenguaje. Por ello tal vez nos respetábamos tanto y vivimos algunas batallas que siempre quedarán en mi recuerdo. Era de esas personas a las que admiras de forma sincera, por su sonrisa tatuada, por su forma de ayudar, de colaborar, de halagar. Porque quien dice que piropear a una mujer en lo personal y lo profesional roza con cosas éticamente incorrectas no conocía a Íñigo, y de eso damos buena cuenta sobre todo quienes más lo tratamos en nuestra empresa: Pilar Arroyo, directora de Metas de Enfermería durante casi 20 años y actual directora de proyectos editoriales de la Editorial DAE, Silvia López, jefa de redacción de la revista Metas, y una servidora.
Lo mismo valía para trabajar con ahínco sin levantar cabeza o viajar incansablemente allí donde hubiera que defender los intereses de la enfermería española, que para tomarse una buena comida con mejor sobremesa hablando de lo humano y lo divino. Y es que las conversaciones sobre el trabajo eran fascinantes y las personales, hablando de su Galicia del alma, de sus tres tesoros rubios y altos como castillos, de fútbol o de cómo se preparaba para sus carreras de bici o maratones, eran largas y geniales. Compañero, seguiré comiendo donuts y nunca pude prometerte correr a no ser que fuera para alcanzar el autobús, pero sí te aseguro que te guardaremos siempre en nuestra memoria y en nuestro corazón. El tuyo se paró en la madrugada del sábado de forma injusta e inesperada, pero sé que ahí arriba tienes mucho que dar y muchas sonrisas que sacar.
Te echamos ya de menos, y desde aquí nuestro más sincero abrazo a todos los que le conocieron y compartieron trabajo o vida con él. Nunca te olvidaremos. Imposible hacerlo, amigo.
Elena Acebes
Directora de ediciones de Editorial DAE
