Muchos ven las gafas de sol como algo decorativo, un elemento con lo que estar a la moda. La Dra. Mercedes Zabaleta, oftalmóloga de Policlínica Guipúzcoa ha explicado que “las gafas en verano no son un mero elemento decorativo”. Por ejemplo, señala, “si nos ponemos en la playa sin protección mirando al mar o a la arena, puede producirse lo que se llama una queratoconjuntivitis actínica, una alteración de la córnea que conlleva un dolor intensísimo a las pocas horas”.
La sobreexposición al sol, explica esta experta, también puede traducirse en otras patologías “tanto en cristalino como en retina, como puede ser la degeneración macular. También existe una patología llamada pterigion, que es un tejito de la piel del ojo que crece hacia la córnea. A los pacientes que están con un inicio de esta patología les decimos que usen de manera frecuente las gafas para que no crezca”.
La elección movidos por lo decorativo y lejos de la preocupación por su utilidad en la protección de nuestra salud, puede llevarnos a comprar las más baratas o las que más bonitas nos parezcan sin hacernos la pregunta imprescindible: ¿están homologadas? Así, explica la Dra. Zabaleta, “el paciente debe asegurarse siempre de que la gafa de sol esté homologada por la Comunidad Económica Europea, llevan un logotipo”, o podrían terminar perjudicándonos más que protegiéndonos.
Además, Zabaleta ha señalado la importancia de que se incentive más el uso de gafas en los pequeños ya que “las gafas de sol en los niños son muy importantes porque tienen una mayor fotofobia, la retina menos desarrollada y mucho más transparente, y la entrada de luz es mayor en sus ojos por lo que están más desprotegidos”.
