Ahora que la tercera ola va llegando a su fin. Ahora que la incidencia ha descendido, que la presión asistencial ha mejorado, que se comienzan a levantar restricciones y ya suenan las primeras voces para “salvar la Semana Santa”.
Es momento de reflexionar de aquello que hemos vivido y de respetar con nuestras decisiones aquellas sillas que en muchos hogares permanecerán vacías y no solo durante este periodo estival que se avecina, sino de manera permanente.
Porque han sido unos meses muy duros, donde parecía que no escarmentábamos, donde cada vez que nos relajábamos este virus nos golpeaba con más fuerza. Echo la vista atrás y se me vienen a la mente muchas historias, tantos nombres, pacientes, profesionales y personas anónimas que han dejado huérfanas numerosas sillas por toda nuestra geografía.
Somos sociales por naturaleza, nos encanta respirar aires de libertad, disfrutar y compartir nuestro día a día, pero tenemos un punto débil, una frágil memoria que rápidamente es capaz de olvidar todo lo que este coronavirus nos ha arrebatado.
Por eso, cuando se suavicen las restricciones, que se harán, cuando se relajen las medidas, que llegará, debemos honrar con nuestros actos la memoria de tantas sillas vacías y hacer un uso responsable de nuestra libertad, porque para llegar a este punto todos hemos hecho un gran sacrificio y no debemos olvidarlo. Porque la cuarta ola ya se está frotando las manos, ya está esperando impaciente nuestro tropiezo.
¿Seremos capaces de tropezar cuatro veces con la misma piedra? Espero que no, deseo que hayamos aprendido la lección. Respetemos la sillas vacías, respetemos las vidas perdidas.
JM Salas – Autor y editor de libro y blog Con Tinta de Médico.
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