Las mujeres embarazadas se encuentran en muchas ocasiones con personas que cuestionan sus decisiones en lo que al parto, lactancia o crianza de sus hijos se refiere. Una profesional sanitaria, anestesista en este caso, ha querido compartir la última situación de este tipo que ha vivido con una de sus pacientes.
Esta profesional sanitaria ha compartido un hilo en Twitter contando la desagradable situación que tuvo cuando la matrona le llamó porque tenía “un caso especial”. Al acudir a la habitación se encontró con una mujer “visiblemente agotada” que pedía que le pusieran la epidural, pero el marido parecía no estar de acuerdo e intentaba convencerla de que no se la pusiera a pesar de los dolores que estaba sufriendo.
Decide ver el historial y ve que es una mujer joven, sana y dilatada ya de 8 cm; sin contraindicaciones. Por lo que decide entrar y preguntarle cómo se encontraba y qué quería hacer, cuando se encontró con unas contestaciones del marido intentando coartarla e influir en su decisión de ponerse la epidural, por lo que decidió intervenir:
“Os voy a contar lo que acaba de pasar. Que igual os pone de mala hostia, pero así entendéis cómo me pongo cuando alguien cuestiona cuando una mujer se quiera poner la epidural y se la intente manipular. Me ha llamado la compañera matrona: “¿Puedes venir? Tengo un caso especial”.
¿Qué pasa? “Es una mami, está de 8cm y hasta ahora quería un parto totalmente natural pero dice que no puede más.” Tiene consentimiento? “Sí, pero el marido quiere hablar contigo.” Ok, ahora voy”.
Llego. Analítica bien. Joven. Sana. Sin contraindicaciones ni relativas ni absolutas. Entro a ver a la mami. Con vía, sin goteros, en pelota. “Hola, mi amor, soy Elena, la anestesista de guardia, cuéntame, qué pasa?”
La chica esta visiblemente agotada. Le duele. Tiene mala cara. Me contesta el marido. “Es que está de ocho y ya casi está.” “Bueno, pero me han llamado por ella.” La chica se levanta, se sienta otra vez, medio llorando.
La chica esta visiblemente agotada. Le duele. Tiene mala cara. Me contesta el marido. “Es que está de ocho y ya casi está.” “Bueno, pero me han llamado por ella.” La chica se levanta, se sienta otra vez, medio llorando.
La chica mirando el suelo. “Si la quiero. No puedo más.” “Pues ale, la sentamos. Te la voy a poner muy flojita vale, corazón. Para que solo te alivie pero puedas moverte y empujar como tú quieres.” El marido: “Pero no, mi amor, no te la pongas, si ya casi está y tu mamá…”
Y ya me he puesto borde, yo lo siento. “Mira, aquí quien decide es ella, yo os dejo quedaros a los acompañantes para la epidural, pero si la sigues intentando hacer sentir mal te voy a echar fuera para hablar con ella. La epidural es un derecho y tiene derecho a no tener dolor. Y la que lo elige es ella, ni tú, ni su madre, ni yo, ni nadie. Ella. ¿Estamos?”
Y a ella: “¿Tú te la quiere poner? “Sí.” “Pues ale, vamos.”
Le explico a la chica como le voy a poner las dosis para que pueda seguir colaborando activamente, los efectos secundarios más frecuentes y su solución y las instrucciones mientras preparamos todo. Se la pongo. Se porta “com una dona” que decimos en Valencia. 12/10 en epidural.
El marido: “Pero aquí ponéis muchas epidurales de estas?”
Zen, Elena, Zen. “Entre tres e infinitas, depende de guardia”, le contesto.
Le pongo dosis muy bajitas. El marido le dice: “Bueno, has aguantado todo lo que has podido.” Respiro. “¿Quieres seguir sentada o prefieres acostarte un poquito y descansar?” “Descansar, sí.” La ayudamos a acostarse.
