Con un pie aquí y otro allí, vivió

Viernes, 9 de agosto de 2019

por Alberto Luque

Con un pie allí y otro aquí, vivió. Y fue este desfibrilador el que trajo sus dos pies a este lado de la línea, esa línea que separa vida y muerte. ¡Cuántos infartos llevamos últimamente en personas cada día más jóvenes!, comenta el médico a la ida aquella madrugada.

Un centro de salud nos había solicitado a las 3:30 por varón de 49 años con dolor precordial y elevación de ST en varias derivaciones. Pedro agarra la mano de su mujer, su cara lo dice todo… No es para tanto ¿verdad?, fueron sus primeras palabras. Llevo desde ayer con malestar de estómago y sensación de no estar bien. Esto me pasó otras veces y con un Omeprazol se me pasa… Me guiñó un ojo buscando mi confirmación de que efectivamente no era nada.

Habla muy rápido, sudoroso, pálido, náuseas y dolor intenso en centro tórax que refiere de intensidad 7 sobre 10. Alberto, ven… Al ver aquel electro no podía creer que tuviese tanto corazón afectado y aún siguiese latiendo. “Pedro, tiene un infarto y tenemos que llevarle a Toledo para que le realicen un cateterismo”, saber qué tiene y qué hacemos le tranquiliza.

Activamos nuestro CORECAM, ese código de repercusión coronaria que le llevaría a un hospital con servicio de hemodinámica para abrir esas arterias coronarias que en ese momento estaban prácticamente cerradas. Aspirina 300, Plavix 600, 2 puff de Trinispray, Primperan, Pantoprazol… Tiene un 20 en brazo izquierdo, cojo un 18 en mano derecha y saco sangre… “Buen banderillero” me comenta tras el pinchazo. Y otro guiño de miedo.

Satura. Mantiene tensiones, taquicárdico a 110, pulso lleno, normoglucémico. Antes de entrar en la ambulancia llama a Mamá, su mujer, un abrazo largo y un “voy a salir de esta, os quiero”. En 5 minutos luces y camino del hospital. Perfusión de Solinitrina y algunos miligramos de Morfina mantienen el dolor a raya. Comienzan extrasístoles aisladas. “Queda media hora”, nos dice el conductor.

“Conduzco un camión y mañana tengo un viaje importante, decidle a mi hermano que no se olvide de recoger las llaves que he dejado en mi riñonera, por favor”. Pendientes del monitor y charlando sobre lo humano y lo divino pasaron los kilómetros, los minutos. Fue todo muy rápido, entró en racha de extrasístoles y de ahí a fibrilación, ese maldito ritmo cardíaco que equivale a estar muerto.

¡Para, para la ambulancia! Era una curva cerca del pueblo de Mora donde Pedro llevó un pie al otro lado de la línea. Golpe precordial mientras carga el desfibrilador, no surge efecto… ¡Que nadie toque, voy a descargar! Primera a 200 julios, continúa en fibrilación. ¡Carga a 300! ¡Que nadie toque!, descarga. Sigue en FV. ¡A 360!, descarga y tras la tercera sacudida… breve asistolia y recupera ritmo sinusal.

“Uff, disculpad, creo que me he dormido un poco”. ¡Dale, rápido!, quedaban 15 minutos y mi corazón latía mucho más rápido que el suyo. “Me quema un poco el pecho”, comenta mientras se toca en la zona de las descargas. ¡Ahora me encuentro mucho mejor, yo creo que mañana podré estar en casa!

Al llegar, y dejar a Pedro sobre la mesa de hemodinámica, me comentó que por favor le dijese lo de las llaves a su hermano. Recuerdo que me dio las gracias por la charla y entre risas me comentó que me pensase lo de ser banderillero. Sonrisas, un apretón de manos y buena suerte fueron mis palabras.

Vivió, sigue conduciendo, con varios muelles en su corazón y, siendo consciente que tuvo un pie allí y otro aquí, ha dejado el tabaco.

Sale a andar cada tarde, con ambos pies en esta vida, gracias a este monitor, sale a andar cada tarde.

Y así otra batalla y así una profesión. 

Alberto Luque  

Para consultar la publicación original, puede acceder al siguiente enlace.

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