El trabajo en una planta de hospitalización

Martes, 5 de mayo de 2020

por diariodicen.es

Doce y media de la mañana. Llevo más de una hora intentado poder ir a beber un poco de agua, pero entre ingresos a primera hora, analíticas, medicación, hablar con los médicos, otros pacientes que se van a quirófano, curas, dedicar un poquito de tiempo a los enfermos (la mayoría de las veces es mucho más efectivo escuchar que medicar) y demás tareas que hay que hacer, llega la una y ni yo ni mis compañeras podemos más. Necesitamos parar, beber agua, sentarnos un poco, pues aún nos queda administrar tratamientos, hacer altas de enfermería, hablar con admisión cinco o seis veces, etc.

Tarde de un domingo cualquiera, 19:30 h y empiezan a llegar pacientes que se operan al día siguiente, así que toca canalizar vías, sacar pruebas cruzadas (¡madre mía! Ya nos han llamado de banco de sangre para las muestras), comprobar datos, hacer la valoración y el resto del plan de cuidados, hablar con admisión, avisar al médico; y todo esto después de preparar la medicación, recibir a los pacientes que regresan de la reanimación después de operarse, tomar constantes y, así, llegan las 21 h y no hemos podido parar un momento. Otra vez igual. Si esto sigue así nos vamos a deshidratar.

Once de la noche de un sábado cualquiera y seguimos preparando la medicación de la noche, entre timbre y timbre, llamadas de admisión (sí, ya sé lo que estáis pensando, admisión nos llama mucho) y algún que otro aviso al médico de guardia. Cuatro de la mañana, acabamos de sentarnos para tomar un poco de café (digo café porque a estas horas ya va haciendo falta algo que nos mantenga en pie) después de haber tenido dos ingresos y un traslado de la UCI, pero en ese momento suena un timbre, es una paciente que le duele la rodilla. Cinco de la mañana y seguimos sin parar. Otra paciente está desorientada y angustiada, así que nos quedamos con ella un rato hasta que se queda más tranquila; pobrecilla, qué mal lo pasa. Ocho menos cuarto, llega el cambio de turno y parece que vemos llegar a los “ángeles de Charly”. Nos preguntan como siempre qué tal la noche, y la respuesta siempre es la misma: no ha sido mala. Es cierto que la noche se hace larga, pero a estas horas ya está pasada y no vale quejarse. Vienen a relevarnos justo a tiempo, cuando ya no podíamos más, y nos vamos a dormir.

Así es, de forma muy resumida, cómo se trabaja en la 6ª del Virgen de la Vega, en mi planta (sí, sí, mi planta, porque cuando estás bien en un servicio acabas haciéndolo tuyo) y, en general, en cualquier planta de un hospital. Pero, sin duda, todo se compensa en el momento en que consigues sentarte a tomar un café o a beber un poco de agua y miras a tu alrededor y ¡¡allí están ellas!! Tus compañeras, que ya más que compañeras se han convertido en amigas, porque les cuentas tantas cosas que ya forman parte de tu vida. En esta profesión nuestra, en la que un día estás en un sitio y otro ya ni sabes dónde estás, es muy importante llegar a una planta y saber que puedes contar con las compañeras, que si necesitas algo te van a ayudar, porque es fundamental saber que el resto del equipo está contigo, que en un momento del turno si precisaras algo van a estar allí.

En la 6ª del Vega esto es como una norma no escrita, a las nuevas se las recibe con los brazos abiertos; enseguida se intenta que estén cómodas, que no se sientan desplazadas. Yo tuve la suerte de llegar a esta gran, qué dijo gran, grandísima planta, y en dos días parecía que llevaba allí toda la vida.

Por muy fácil que la gente pueda suponer que es la especialidad de traumatología (en mi planta la mayoría de los pacientes que tenemos son de esa especialidad, aunque suele haber un poco de maxilofacial, oftalmología y algún que otro paciente de otro servicio), la realidad es que tiene sus dificultades. Lo primero está en la movilización de los pacientes, ya que pueden venir con fijaciones externas, collarines, tracciones, etc. Luego está el manejo del dolor, con lo que conlleva el controlar la medicación, las bombas de perfusión cuando llegan con epidural, el manejo de los drenajes y un montón de etcéteras.

Este trabajo nuestro tiene también algunas cosas menos buenas, como todos los trabajos, pero sin duda son las menos. Lo mejor es la gente que vas conociendo por el camino. Es maravillo saber que aunque tengas que madrugar o estar toda la tarde metida en el hospital, o toda la noche sin dormir y sin parar, siempre vas a estar bien acompañada, que ante cualquier situación que pueda ocurrir vas a estar arropada por alguien, que en cualquier momento que veas que algo se escapa de tu entender, alguien te va a tender una mano, o si necesitas salir de alguna duda te van a escuchar.

La 6ª del Vega es especial y todo el personal (y cuando digo todo me refiero a supervisores, enfermeras auxiliares, celadores, servicio de limpieza, etc.) definitivamente son especiales. Siempre verás una sonrisa en sus caras, siempre dispuestos a ayudar y pendiente de los pacientes y sus familias. Por muy malo que sea el turno, y hay algunos verdaderamente malos, nunca hay una mala cara, una mala contestación, y muchísimo menos para los pacientes. Es un auténtico placer trabajar allí. Simplemente gracias, chicas, gracias por contagiarme vuestra alegría, vuestro entusiasmo por el trabajo y vuestra profesionalidad.

Rodríguez Merino AM. El trabajo en una planta de hospitalización. Metas Enferm mar 2020; 23(2):79-80

enfermera, hospitalización

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