“Hay que reivindicar la contribución de la enfermera cooperante, es urgente considerarla como profesión de riesgo”

Jueves, 29 de mayo de 2025

por diariodicen.es

Con más de dos décadas de experiencia en cooperación internacional, Reyes Pesqueira Puyol, enfermera y docente, ha publicado un nuevo libro titulado Veinte años cooperando por el mundo, donde recoge buena parte de esta experiencia.

Médicos Sin Fronteras, FUDEN, Enfermeras para el Mundo o Acción contra el Hambre son algunas de las ONG en las que ha trabajado y en las que ha adquirido una visión completa de la situación de la enfermera cooperante. Fundadora de La mochila cooperante, plataforma de asesoría y acompañamiento, nos explica la evolución de este perfil profesional y reivindica la mejora en las condiciones laborales para conseguir su reconocimiento, regulación y dignificación.   

La enfermera y cooperante Reyes Pesqueira en Yemen

Cuidar como enfermera cooperante

Pregunta- Usted es enfermera, ¿en qué momento de su carrera decidió dedicarse a la cooperación y por qué?

Respuesta- En realidad, antes de ser enfermera fui trabajadora social en Barcelona, pero no me sentía a gusto con mi trabajo. Había algo dentro de mí que pedía un cambio, algo más alineado con mis valores y con mi forma de ver la vida. Todo empezó a removerse cuando viajé a Cuba en 1994; fue un viaje que me abrió los ojos. Allí surgió esa inquietud profunda por colaborar, por conocer otras realidades desde dentro y no como turista. A partir de entonces, comencé a formarme en salud, y fue la enfermería la que me dio la herramienta perfecta para estar donde quería estar: al lado de las personas, cuidando y aprendiendo de los/as demás.

P.- ¿Qué formación complementaria necesita una enfermera para dedicarse a la cooperación?

R.- Además de la base sanitaria, es muy importante tener formación en salud pública, gestión de proyectos y, sobre todo, en trabajo intercultural, así como en idiomas. También es muy recomendable realizar un Máster en Salud Tropical y Salud Global, ya que ofrece una visión integral de los retos sanitarios en entornos vulnerables y permite adquirir herramientas para intervenir de forma eficaz y ética. Sin embargo, hay algo que no se enseña en los libros: la capacidad de adaptación, la escucha activa, el saber trabajar con respeto desde el lugar que te toca. En los equipos de cooperación, la enfermera suele ser ese motor silencioso que coordina, capacita, observa y cuida, tanto a pacientes como al propio equipo. Nuestra mirada holística es clave en contextos complejos.

Reyes en un proyecto de MSF en Nigeria

Quiero aprovechar la ocasión para incidir en la necesidad urgente de que se reconozca oficialmente la especialidad del profesional de enfermería cooperante. Al igual que ha habido importantes avances en otras áreas como la enfermería geriátrica, la salud mental, los cuidados paliativos o la enfermería del trabajo, también deberían realizarse esfuerzos por dotar de identidad, formación reglada y reconocimiento profesional a esta rama de la enfermería que trabaja en contextos internacionales, humanitarios y de emergencia, con enormes desafíos técnicos, éticos y humanos.

Veinte años cooperando por el mundo

P.- En Veinte años cooperando por el mundo recoge buena parte de esta experiencia. ¿Cuál es el objetivo principal que persigue el libro?

R.- Después de tantos años de mochila al hombro, sentí la necesidad de compartir no solo lo que se ve en terreno, sino lo que se vive por dentro. El objetivo principal es acercar la cooperación a la gente, mostrar lo que hay detrás de cada misión: los retos, las alegrías, los dilemas éticos, las pequeñas victorias. Es una forma de rendir homenaje a todas las personas con las que he compartido camino y, también, de invitar a otros/as profesionales a asomarse a este mundo tan necesario.

Portada del libro “Veinte años cooperando por el mundo”

P.- El libro está estructurado en diez capítulos en los que se aborda la realidad de los diferentes países en los que ha trabajado. ¿Qué nos puede destacar sobre ello?

R.- Cada capítulo es una parada en un país diferente. No solo describo las condiciones sanitarias o los desafíos logísticos, sino cómo se siente vivir en un campo de refugiados, dar un taller en medio del desierto o trabajar codo a codo con el personal local en un hospital en condiciones precarias. Es un recorrido por la dignidad, la resistencia y la esperanza que se respira en cada rincón del mundo. Destacaría que no se trata de “historias de otros/as”, sino de vivencias compartidas que nos conectan como humanidad.

P.- En estas dos décadas de dedicación a la cooperación, ¿qué cambios, tanto en la gestión como en el perfil del cooperante, ha podido observar?

R.- Ha cambiado muchísimo. Antes predominaba un perfil más vocacional y aventurero; hoy en día, se requiere una preparación más técnica. También se apuesta más por la profesionalización y por trabajar desde el respeto al liderazgo local, lo que me parece fundamental. La cooperación ha madurado, y con ella, quienes formamos parte. Ahora hay más espacio para la reflexión ética, el enfoque de género. Una visión más holística y valores como el empoderamiento de la población local como líderes de su propio proceso ha sido un cambio radical en el enfoque la cooperación internacional, pero todavía falta mucho por aplicar en la realidad de los proyectos en terreno.

Futuro de la cooperación

P.- ¿Por dónde pasa el futuro de los proyectos de cooperación?

R.- Creo que el futuro pasa por dejar de pensar en nosotros/as ayudamos y empezar a pensar en construimos juntos/as. Es imprescindible fortalecer capacidades locales, apostar por el trabajo en red y que los proyectos no se queden en lo puntual, sino que generen procesos sostenibles. Y algo que me parece clave: cuidar también al personal cooperante, porque sin equipos sanos, no hay cooperación posible.

En este contexto, urge visibilizar y reivindicar el rol y la contribución del cooperante internacional. A pesar de que existe un Estatuto del Cooperante, siguen faltando avances prácticos que reconozcan de forma real y efectiva su aportación. Es urgente que se considere esta labor como una profesión de riesgo, y que, en consecuencia, pueda beneficiarse de derechos similares a los que tienen otros colectivos (como cuerpo de bomberos, fuerzas de seguridad, etc..).

Además, es fundamental garantizar la protección social. Actualmente no existe la categoría “cooperante internacional” en el sistema de clasificación de ocupaciones (CNOC) y ello genera consecuencias. Destacan, por ejemplo, que no se facilita la reinserción laboral al regresar, no hay acceso a formación específica desde lo público y no existen ofertas adaptadas al perfil profesional del cooperante, la seguridad jurídica (no siempre se contempla la protección ante agresiones, secuestros, detenciones arbitrarias o evacuaciones de emergencia, especialmente en misiones de riesgo. El respaldo legal real depende de la voluntad y capacidad de la ONG), el acceso a servicios de salud mental (este es uno de los grandes olvidados, aunque algunas ONG están empezando a incluir apoyo psicosocial, no es una obligación ni una práctica generalizada), y la estabilidad laboral (la mayoría de los contratos son por proyecto, por años o meses o incluso semanas). No hay, por tanto, una carrera profesional definida ni un sistema de acreditación que permita estabilidad o progresión profesional. Además, la experiencia acumulada en terreno no siempre se reconoce ni en cooperación ni en el sistema público de salud.

En conclusión, la figura del cooperante internacional merece ser reconocida, protegida y dignificada como parte esencial de los procesos de cooperación y su contribución a la transformación social.

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