¿Fraile antes que monaguillo?

Lunes, 5 de agosto de 2019

por Alberto Luque

¿Hace falta conocer el mecanismo antes de subirse en el patinete? Hace unos días, un compañero me comentaba que su jefe nunca pisó una consulta, apenas las prácticas de fin de carrera y las obligatorias del máster, sin embargo era un buen jefe, un buen gestor. Y me surge la pregunta: ¿Siempre se ha de pasar por monaguillo para ser buen fraile?

No es el único caso que conozco de buena gestión gestada a golpe de estudio, a golpe de crecer haciendo valer conocimientos teóricos. Quizá sea cierto, no lo pongo en duda, que dependiendo del puesto, pueda ser útil más conocimiento de cómo funciona el sistema que conocer el propio sistema desde dentro, pero me vuelve a asaltar la duda… ¿También en salud? ¿No haber visto un paciente más que de pasada por el pasillo del hospital me capacita para gestionar un hospital?

Y me vuelve a surgir la duda, esta vez referente a algo que me preocupa y ocupa ¿Es posible hablar de humanizar nuestra labor asistencial como sanitarios desde los despachos? Es cierto que todo es cuestión de dinero; o casi todo, mejor dicho.

Sin una visión global del sistema difícilmente se puede abordar el problema de la deshumanización sanitaria, totalmente de acuerdo. Sin una dotación económica difícilmente se pueden poner en marcha proyectos que signifiquen dignificación de la salud, estoy de acuerdo.

Pero voy un paso más allá, ¿se puede crear sensibilidad en el profesional si nunca se ejerció como tal, si nunca vivió la bata y la cola de pacientes esperando en la entrada de la consulta? Quizá queramos volar olvidando cómo es andar. El factor humano es primordial si queremos dar un paso más en la excelencia en el trato a nuestros pacientes. Quizá, y es sóoo mi opinión, se nos olvidó que la humanización comienza por el profesional, por saber cómo piensa, cómo trabaja, cómo sufre y cómo vive su día a día. Y para eso, señores, hay que ponerse la bata.

Bajar a la arena de la masificación y los 5 minutos por consulta, a la impaciencia del paciente, al estrés del no llegar por falta de personal. Quizá yo, un simple enfermero, no sea quién para inventar la pólvora, no lo pretendo; creo que se inventó hace algún siglo. Pero sí para hacerme la reflexión de si no será mucho humo y pocas nueces tanto humanizar de boquilla.

En mi humilde opinión habría que poner el foco en conocer mejor a nuestros profesionales y sus necesidades, atenderlas y a continuación crear sensibilidad, esa que siempre debió estar presente y muchas veces quedó muerta fruto del desencanto.

Y si el profesional no atiende a los pacientes con un mínimo de sensibilidad, señores, a lo mejor es que ese compañero o compañera no debiera atender pacientes, a lo mejor hay un puesto más adecuado a sus capacidades.

Nos rasgamos las vestiduras ante ese compañero que da un diagnóstico de muerte en un pasillo a una madre y no vemos que se eliminó el despacho de atención a las familias. Da para mucho, largo y tendido y quizá, repito, no sea yo quién para dar lecciones de nada, por eso este post no pretende ser más que una reflexión en voz alta y pública.

PD: Yo prefiero al monaguillo que llegó a fraile, pero es solo cuestión de gustos.

Alberto Luque  

Para consultar la publicación original, puede acceder al siguiente enlace.

enfermeros, humanización, prácticas

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