Relato: Otra forma de vivir

Jueves, 1 de diciembre de 2022

por diariodicen.es

Autora relato: Sacramento Martínez Albaladejo

Todos tenemos una rutina que seguimos cada día, repitiendo jornada tras jornada las mismas acciones, pensando en todo lo que tenemos que hacer e, incluso, me atrevería a decir que a veces lo hacemos sin pensar, casi como autómatas. Hacemos porque sí, porque toca, porque hay que hacerlo y porque todos los días lo hacemos así.

Planificamos hasta nuestro tiempo libre, nuestros descansos, nuestras vacaciones. Todo se rige sobre un plan establecido, pocas cosas dejamos en manos del azar. Siento que estamos acostumbrados a tenerlo todo tan planeado y tan bajo control que el hecho de no hacerlo o no poder hacerlo nos asusta.

Relato: Otra forma de vivir. | iStock
Diálisis | iStock

Pese a que este pensamiento lo he tenido desde hace tiempo, y reconozco que soy una persona de esas muchas a las que les gusta planificar todo y tener todo bajo control, me he dado cuenta de la insignificancia de planificar y de seguir lo planeado, porque la vida es inesperada y sorprendente, tanto en lo bueno como en lo malo, y los planes que tengas poco valen para ella.

El pasado mes de mayo fui trasladada a la Consulta de Trasplante Renal. Aún no había pasado un año desde que terminé la carrera y, a pesar de que dicen que cuando eres joven tienes más ganas de estar en unidades en las que se respire y se sienta la adrenalina, para mí, estar en una consulta, y en este caso en la de Trasplante Renal, donde veía y trataba a mis pacientes varias veces a la semana y el hecho de conocer sus historias, me aportó, además de aprendizaje profesional, diferentes perspectivas de ver una sola cosa: la vida.

Una mañana como cualquier otra de las que pasaba allí, llegué a la consulta y, siguiendo mi rutina de cada día, preparé todo lo necesario para empezar a recibir a mis pacientes y tener todo a punto para atenderles.

Sin embargo, ese día no fue un día cualquiera. Esa mañana Luis me contó su historia. Luis y yo llegamos a la consulta el mismo día, éramos los dos “novatos”. Aprendimos a la vez. Él, a ser paciente trasplantado y yo, a ser enfermera de la consulta de trasplante.

Aquella mañana de julio, Luis llegó y me saludó como siempre hacía: “Buenos días, Draculina, a ver cuánta sangre me vas a quitar hoy”.

Yo le saludé y mientras le sacaba la analítica y revisaba su cicatriz, comenzamos a hablar sobre la rutina: que si es julio y la gente está de vacaciones y quien no lo está las planea, que todo el mundo ya sabía lo que iba a hacer en el trabajo y lo que haría durante las vacaciones, etc. Una conversación simple que, de repente, adquirió toda la relevancia que una conversación de aquella acelerada mañana de julio en la que tenía que atender a un paciente cada diez minutos podría tener.

Él me decía que sí, que la gente planea mucho, pero que la última palabra y quien decide es la Vida. Me dijo que yo le conocía desde que él ya era paciente trasplantado, pero iba a explicarme cómo llegó hasta ahí.

Me contó que tras una larga enfermedad renal y mucho tiempo en diálisis y en lista de espera para poder ser trasplantado, llegó el día en el que recibió esa esperada llamada. Una llamada que llegó a su teléfono a las doce menos diez de la noche, unas palabras que llegaron a su oído y una esperanza que llegó a su corazón. Cuando colgó, se fue al hospital.

Él sabía que no era el único candidato para recibir el riñón, en realidad era el segundo, pues como bien me explicó, en estos casos no llaman a un único paciente dado que, si el primer candidato en lista de espera no puede recibir el órgano, pueda hacerlo el siguiente. Pero esta vez el primer paciente entró a quirófano y Luis volvió a casa de madrugada.

Por la mañana se levantó aún pensando en lo que había sucedido la noche anterior y dispuesto a continuar con su rutina. Salió de casa para recoger su medicación y cuando estaba en la farmacia sonó su teléfono. Tenía que ir al hospital. Le explicaron que no habían podido trasplantar al otro paciente por cuestiones anatómicas, debido al tamaño del riñón, por lo que le llamaban de nuevo a él.

Luis entró a quirófano y fue trasplantado. Ahí empezó su nueva vida, abandonaba la rutina de acudir a diálisis, comenzaba su tratamiento inmunosupresor para evitar el rechazo del órgano y mejoraba su calidad de vida. Decía que otra persona murió y por eso él podía tener un riñón. Alguien con una rutina, con unos planes, con unos proyectos.

Y sí, así es la vida, que avanza, gira y te sorprende, que a veces te da regalos y otras te los quita, y frente a eso no se puede hacer nada, solo vivir, y eso es lo único que planea hacer Luis de ahora en adelante: vivir.

Esa temporada que estuve en la consulta de Trasplante Renal no solo aprendí sobre fármacos inmunosupresores, fístulas, catéteres Hickman, uroquinasa, etc., también escuché historias y experiencias de vida como la de Luis, que invitan a la reflexión y a valorar lo que es realmente importante. Afortunadamente, puedo decir que conocí esa otra forma de vivir.

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