Relato: aprender a ver la luz al final del túnel

Viernes, 1 de septiembre de 2023

por diariodicen.es

Autora del relato: Naia Carrera Salsamendi

Ring, ring… Ring, ring… Suena el teléfono. En el mismo instante que el compañero atiende la llamada, el reloj marca la una y media de la madrugada. Acabábamos de terminar de administrar los tratamientos pautados por el médico correspondiente y de realizar los aseos y demás cuidados habituales de Enfermería. Por la conversación, intuyo que es un ingreso procedente de urgencias y comenzamos con los preparativos para recibirlo.

Se trata de una paciente con una insuficiencia respiratoria; aparentemente, un ingreso no complicado. Tan pronto como llega, consciente, la monitorizamos, instauramos una vía venosa y hacemos un electrocardiograma. En ese momento no fui capaz de presagiar lo que esa paciente iba a suponer en mi evolución como estudiante de Enfermería. Apenas llevaba una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y todo me resultaba ajeno.

Aunque, como he dicho, no parecía un ingreso complicado, todo cambió en un momento: Fentanest®, midazolam, intubación, ventilación mecánica, etc. Cada vez que la observada allí, dormida, no podía dejar de pensar cómo, en tan poco tiempo, podía cambiar su realidad. A menudo recordaba esa primera mirada que intercambiamos a su ingreso, yo diría que de mutua complicidad. En cada procedimiento realizado junto con la enfermera, me preguntaba si estaba escuchando todo lo que le hablaba.

Es difícil de explicar, no sé el porqué, pero sentía que íbamos juntas en ese proceso: yo cada día mejoraba mis conocimientos como estudiante en esta nueva unidad y, a su vez, ella daba un paso más en su recuperación, a pesar de que nuestras circunstancias no fueran comparables, percibía un apoyo mutuo en nuestra trayectoria personal.

Relato: aprender a ver la luz al final del túnel

Después de varios días, incluso semanas, con la ventilación mecánica, realizando todos los cuidados y tratamientos de Enfermería que requería, por consideración mecánica se le realizó una traqueotomía, un pequeño paso más hacia su recuperación y a partir de aquí, las cosas fueron fluyendo para ambas.

Yo me manejaba cada vez con más soltura y confianza a la vez que ella avanzaba, como si en aquella primera mirada cuando ingresó, hubiéramos hecho un pacto de silencio para apoyarnos mutuamente en aquel vínculo que nos unía, yo como estudiante y ella como paciente.

Recuerdo aquella mañana de lunes, cuando entré en el turno de mañana y volvimos a cruzar nuestras miradas. Ella se había despertado, aunque todavía no podía hablar, por lo que nos entendimos a través de gestos. Cómo explicar a una persona que lleva tres semanas dormida dónde está, por qué está ahí sola tanto tiempo, qué le ha pasado, qué día y qué hora es, etc. Su despertar supuso en mí el reflejo de mi propio despertar. Había pasado tres semanas de prácticas como estudiante en la UCI y sentía que iba avanzando en mi aprendizaje, fluidamente, como lo estaba haciendo ella en su recuperación. No sé si fue solamente por eso, o por el pacto silencioso que nos hicimos la primera vez que nos vimos, que conseguimos conectarnos de forma natural, llegando a entendernos con la mirada ayudada de gestos.

Después de haber compartido mucho tiempo con ella, su evolución era cada vez más visible, ella era cada día más consciente de su estado y, apoyándose en nosotros, recuperaba la fuerza para recibir, por primera vez desde su ingreso, la visita de su marido.

Eso nos llenaba de alegría. Fue un paso muy importante para ella, pues logró recuperar su ánimo y las ganas de luchar por su salud, y conseguimos un gran avance cuando pudimos comunicarnos a través de mensajes en papel. A partir de aquí, comenzaron las visitas de familiares y las videoconferencias con sus hijos. Indudablemente, todo esto ayudaba psicológicamente en su recuperación y, a la vez, reforzaba en mi la idea de que íbamos por buen camino.

Con la ayuda de los fisioterapeutas consiguió recuperar la movilización perdida. Era el momento de no bajar la guardia y animarla a seguir luchando por conseguir su total recuperación; al fin y al cabo, no todos los pacientes consiguen revertir su situación. Aunque, como en todo proceso, había momentos duros en los que sentíamos que habíamos retrocedido, pues nos sentíamos cansadas y vulnerables, al final conseguíamos recomponernos y seguir avanzando sin perder la esperanza.

En su cuarta semana ingresada en la unidad, a través de la cánula fenestrada, pudimos comunicarnos verbalmente. Yo sentía que el avance y el apoyo era mutuo, hasta que lo pude confirmar a través de sus lágrimas y sus palabras de agradecimiento. Habíamos conseguido nuestro objetivo de lograr superar aquella experiencia positivamente.

Me pregunto qué fue lo que tuvimos ambas en común en ese primer momento que hizo que nos vinculáramos de una manera tan especial y que, al menos en mi caso, recordaré siempre como una parte más de mi aprendizaje en las prácticas como estudiante de Enfermería. Sin duda alguna fue nuestra buena disposición para superar las dificultades que íbamos encontrando.

Como estudiante de Enfermería, este relato vivido me lleva a reflexionar sobre la importancia de las cualidades que debe de tener una enfermera profesional. Para empezar, en mi opinión, es necesario contar con una estabilidad emocional que permita poder empatizar con el paciente y poder realizar el trabajo de manera más eficaz. No se puede olvidar que la UCI alberga el núcleo de pacientes más inestables y que, por lo tanto, requieren de unos cuidados muy especializados, pero también de un extraordinario trato, respetuoso, humano y digno.

Por otro lado, he detectado que una buena habilidad en la comunicación a la vez que las habilidades interpersonales son herramientas imprescindibles para poder conectar con el paciente y apoyarle en su recuperación, respetando sus tiempos y estando dispuestos a escuchar sus necesidades. La observación y la atención al detalle no solo son imprescindibles, sino que también ayudan a conseguir mejores resultados.

He de decir que lo relatado me marcó de manera especial dada mi inexperiencia, pero gracias al trabajo realizado en todo momento en la unidad y al apoyo recibido por parte de las diferentes enfermeras, he podido constatar la importancia de trabajar en equipo, del valor de la experiencia y de poder trabajar en un ambiente donde se respira confianza y cordialidad. No solo entre enfermeros y enfermeras, sino también el buen hacer de todo el personal sanitario.

Cabe mencionar que todo ello me ha hecho tomar conciencia de lo importante que es la actitud que se debe tener como estudiante en el momento de las prácticas y a la hora de interactuar con los pacientes, especialmente en la situación excepcional que acabamos de vivir a causa de la pandemia mundial, que pide de nosotros un mayor esfuerzo para estar mejor preparados para el futuro próximo.

De todo esto puedo concluir que, a pesar de que esta profesión tiene muchos momentos duros y difíciles en los que puedes sentir cansancio, desánimo y desesperanza, nunca hay que dejarse arrastrar por estos sentimientos y siempre hay que aprender a ver la luz al final del túnel.

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Una respuesta a “Relato: aprender a ver la luz al final del túnel”

  1. Lograr esa comunicación afectiva es una maravillosa experiencia que marca dos vidas, la de la Enfermera y la del paciente, definitivamente una gran experiencia.

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