A las puertas de Europa: una historia enfermera en los campos de refugiados de Grecia (II)

Lunes, 27 de abril de 2020

por diariodicen.es

“La forma de vida de los refugiados en los campos es inaceptable. En una tienda de campaña en la mayoría de las ocasiones, hacinados. La vivienda, la comida y la escolarización de los niños son los principales problemas”, contaba Mercedes de la Fuente en el último número de esta revista. Esta enfermera quiso relatar sus experiencias tras su regreso del país heleno; Vial, Moria, Lesbos, Samos, Malakasa o Corinto han sido algunos de los campos que ha visitado. “He estado en el infierno, eso lo sé. Quiero contárselo a todo el mundo que quiera saber lo que allí ocurre. Te rebelas contra el mundo por permitir que exista algo así. Te pones a ayudar en lo que puedes, pero con sensación de irrealidad, de que es imposible, de que esto no puede estar pasando”, explicaba.

Foto: Raúl Ibáñez

Una vez sabida esta situación, desde Metas de Enfermería hemos vuelto a contactar con De la Fuente para conocer con mayor profundidad cuál es la labor de una enfermera en un campo de refugiados y en estas condiciones, en las que ha tenido que abordar “de todo, desde ancianos con graves problemas de movilidad, que parece imposible que hayan llegado hasta allí, muchos adultos con enfermedades crónicas, como diabetes, hipotiroidismo, cáncer o hipertensión, personas con amputaciones de miembros… La gente que viene en barcos llega con grandes quemaduras a causa de la mezcla de gasolina con agua de mar”, hasta niños sin vacunar.

Llegar a Grecia: la necesidad de ayudar

“El verano pasado hubo una gran afluencia de llegadas a las islas, entre 500 y 800 cada día”, comienza esta enfermera, que destaca que las ONG con las que mantenía contacto “estaban desesperadas, pidiendo ayuda”. Por ello se decidió a acudir a los campos de refugiados de Grecia, “con una amiga del Centro UNESCO Madrid, para ayudar en lo que pudiera, no solo como sanitaria, sino en lo que hiciera falta: preparar comida, descargar camiones, repartir ropa…”.

En un primer momento, cuenta, fueron a la isla de Chíos. El campo de Vial “con una capacidad para 800 personas, acoge a unos 6.000. Feox Rescue Team, una organización no gubernamental de la localidad, tenía muchos problemas y, por tanto, fuimos a echarles una mano”, repartiendo ropa y pañales. También hay una casa de acogida, con mujeres enfermas o niños; “estuvimos allí ayudando”. Después, en Lesbos, en el campo de Moria, en el que se encuentran unas 20.000 personas; “es el mismo infierno, hay bastantes ONG de todo tipo, pero mucha gente está desasistida”. En el campo de Samos, con una capacidad de 600, hay 7.000 refugiados “en un terreno de orografía muy complicada, las tiendas se distribuyen por la montaña. Hay unas pocas organizaciones muy bien coordinadas, que funcionan muy bien”.

Esta enfermera y su compañera estuvieron también en el continente, en campos como Malakasa o Corinto, que “están muy lejos de Atenas; algunas ONG van a llevar comida, servicios médicos, ropa o productos de higiene” a las personas que acogen. “Allí ha trasladado el Gobierno a gente que estaba alojada en squats en la capital”; (los squats, apunta, eran edificios abandonados, muchos de ellos antiguos colegios que ya no se utilizan, habitados por gente sin techo, en este caso, refugiados. “Las ONG, como SOS Refugiados, se hacían cargo de ellos, cocinaban, mantenían el orden, impedían el tráfico de drogas… Al entrar en julio pasado el nuevo Ejecutivo han desalojado los squats. La policía entraba de madrugada, sin avisar, y sacaba a todos los que vivían allí para llevarlos a un campo”). En estos emplazamientos las personas estaban “bien atendidas, en lugar seguro, con servicios médicos proporcionados por dichas organizaciones, como Doc Mobile, con niños escolarizados… Pero han sacado de allí a todos sus residentes y los han llevado a campos recién construidos, bajo carpas compartimentadas, donde los servicios son mínimos y hace muchísimo frío”.

En estas ubicaciones, apunta De la Fuente, los más pequeños están sin escolarizar; “en teoría son campos temporales y el futuro de aquellos que han llevado allí es una incógnita. No se entiende que se saque a la gente de un lugar seguro, atendida por las ONG, para desplazarla a estos sitios inhóspitos cuando hay cientos de edificios abandonados en Atenas. Es una medida sin ningún sentido y sin ninguna consideración humana”. “Estamos hablando de víctimas, a las que en Europa tratamos de esta forma. Es terrible”, concluye.

“Al interior de los campos, que está vigilado, no se puede entrar, no lo permite la policía. Nos la jugamos entrando por las roturas en las verjas y visitando la zona ‘protegida’, que es muy peligrosa de noche”. Dada la sobrepoblación, subraya, la mayor parte de los refugiados vive en los alrededores, que han recibido el nombre de “The jungle, como el famoso olivar de Moria. Por allí puedes moverte sin problemas, siempre que puedas pasar entre las tiendas y cabañas hechas de palos y plásticos, ya que el hacinamiento, incluso en el exterior, es tremendo”.

Intervenciones enfermeras en los campos

Cubrir las necesidades que presentan las personas refugiadas “es una tarea inabarcable, hay demasiada gente. Es imposible dar una respuesta común, pero hay muchísimo trabajo” en diversos ámbitos, como en el centro ginecológico de la ONG Rowing Together, o pediatría, con Médicos Sin Fronteras (MSF); también hay otras entidades, como Med’equali Team, en Samos, “que atiende a todo tipo de población”. Se llevan a cabo numerosas curas de heridas, señala, “cualquier enfermera puede ayudar en cualquiera de las organizaciones que allí funcionan, aunque algunas están más especializadas”, destaca.

En este sentido, explica que la experiencia con mujeres embarazadas y niños y en salud mental ofrece grandes posibilidades de ayuda en los campos. “Para mí, la salud mental es uno de los problemas más graves. La desesperanza es la situación general, y hay muchos suicidios e intentos de suicidio, incluso en niños. Muchos adolescentes y hombres jóvenes lo consiguen, pero no tenemos cifras; aparte de casos concretos, los números reales son casi imposibles de conseguir. Hay mujeres a las que violan allí mismo y hay que atenderlas de urgencia, si es posible, con técnicas de relajación”.

Otro aspecto de la atención a los refugiados es la comunicación. Algunas de las personas que acogen los campos hablan inglés “pero la verdad es que la mayoría habla árabe o farsi; y las congoleñas, francés”. Esta enfermera aclara que hay traductores en las ONG para quien se exprese en estas lenguas, “pero para el kurdo son más difíciles de encontrar, aunque suelen hablar, además, algo de árabe”. Muchas veces, fuera de los recintos de las organizaciones, se emplea el traductor de los móviles. “Es interesante hablar inglés, al menos básico, ya que con los traductores de árabe o farsi te entiendes en ese idioma y no puedes estar con el teléfono para todo”.

“Nadie que haya ido a los campos de refugiados deja de volver, una parte de ti se queda allí. Es imposible pensar en que no vas a regresar tras ver lo que se ve. Cualquier ser humano con un mínimo de sentimientos no puede quedar indiferente. Todo el mundo vuelve, y yo, por supuesto, pienso hacerlo”, afirma.

Divulgación de la labor enfermera

Foto: Raúl Ibáñez

“Uno de los objetivos del viaje era denunciar lo que estaba ocurriendo”, explica. Diariamente recibía mensajes sobre las llegadas masivas de refugiados y la situación de los campos, con lo que se decidió a ir al terreno para, posteriormente, poder contarlo. “Uno de los problemas de los campos de refugiados es que están en territorio de la Unión Europea, y los ciudadanos no tenemos ni idea de lo que pasa allí. Nosotras teníamos información, pero mirar a los ojos de las personas y ver su desesperanza, la tristeza, el desconsuelo por todo lo vivido y la incertidumbre del futuro… Esas cosas se quedan grabadas en el corazón y hay que contarlas por todos los medios, transmitir la situación de aquellos que son víctimas de situaciones insospechadas, que no podemos ni imaginar. Nadie se lanza al mar con su familia si detrás no hay una vida espantosa”.

Por ello, al regresar, “y gracias a amigos que me lo han facilitado”, comenzó una campaña informativa. A través de charlas en colegios, institutos, centros culturales o entrevistas, y “tengo previstas conferencias organizadas por algún ayuntamiento, universidad, colegio de Enfermería… Estoy disponible para contarlo donde sea y cuando sea, porque creo que es importante que la población conozca y se conciencie sobre este problema”. Al provenir de alguien que ha estado allí “es mucho más emotivo”, afirma, y se pueden dar detalles y describir cualquier cosa que se quiera saber. “Proyecto imágenes y vídeos mientras doy las conferencias, para apoyar mis palabras con el testimonio gráfico, que adapto al tipo de público. Los niños preguntan mucho; los adolescentes se quedan en shock, porque les pongo fotos de personas de edades parecidas, que podrían ser ellos mismos”.

“La gente que asiste reacciona muy bien, agradece la información. Todos dicen que no tenían ni idea de lo que pasaba y de que estas cosas sucedían; alguno tenía nociones sobre Moria, pero no se imaginaba lo que era. Muchas personas vienen a abrazarme, todos tienen cara de tristeza al acabar y también de indignación porque ocurran estas cosas en el siglo XXI en Europa”. De la Fuente insiste, durante sus charlas, en que, por ejemplo, los sirios nunca sospecharon que podría ocurrirles lo que están viviendo, e intenta hacer ver que podemos estar en esta situación en cualquier momento. “No conocemos el futuro, como no lo conocían los sirios, libios, iraquíes… que vivían vidas normales, como las nuestras, o mejores. Podríamos ser nosotros”, concluye.

Campos de refugiados, enfermera, Grecia, refugiados

¿Quieres comentar la noticia?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*
*