La Guía Dietética Alimentaria publicada hace un par de años (abarca el lustro entre 2015 y 2020) analizó el nexo de unión y relación que se encuentra entre los patrones alimentarios, la salud y el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Este estudio concluía con la afirmación de que si las personas quieren gozar de buena salud a largo plazo, han de cambiar ya sus hábitos alimenticios. También señalaba que las enfermedades crónicas están relacionadas con el tipo de alimentación.
Esta guía, también llamada “Guía Alimentaria” es un estudio estadounidense con más de 30 años de antigüedad que se publica cada cinco años. Su función principal es la de analizar las costumbres alimenticias de su población y determinar qué consecuencias pueden presentarse a largo plazo. Para su realización, trabajan conjuntamente el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Agricultura (USDA). Aunque el objeto de estudio sean sus propios ciudadanos, este proyecto tiene una gran importancia en la esfera internacional. Por ejemplo, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) toma este análisis como un punto relevante para sus propias investigaciones.
La clave de esta guía de alimentación está en el consumo de patrones alimentarios saludables y variados. No imponen una única dieta como “correcta” sino que hacen hincapié en la diversidad de necesidades de cada persona. Además, contradice la idea de que el consumo de huevos y de grasas sea nocivo para la salud, alejándose de producir mayor riesgo cardiovascular. Sin embargo, el mayor problema reside en el consumo de grasas saturadas y azúcares añadidos, el cual está unido a la obesidad, a la diabetes tipo 2 y a algún tipo de cáncer.
