Relato enfermero: Mi propio duelo

Martes, 30 de noviembre de 2021

por diariodicen.es

Y ya estamos en diciembre. Desde marzo ha pasado todo muy lento y rápido a la vez. Marzo lo veo lejano, como un sueño, sé que ha pasado, pero hay cierta irrealidad en lo que recuerdo, como si aún no me lo quisiera creer: mi propio duelo.

huelga profesionales sanitarios | iStock
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En este año hemos vivido, visto y acompañado a personas en duelo. Es el año del duelo, el más duro para los que han perdido a sus familiares, amigos y no se han podido despedir como veníamos haciéndolo. Como enfermera que lleva trabajando más de 24 años, esta ha sido la experiencia más difícil que he vivido, sobre todo, por el miedo que he sentido: miedo al contagio, a contagiar a mi familia, a mis compañeros… Es la primera vez que he sentido ese miedo, no ha conseguido paralizarme, pero me costaba ir a trabajar todos los días y era por ese miedo.

En mi proceso de duelo creo que he pasado por todas las fases. Empezó la negación la semana antes del estado de alarma, no lo veía o no lo quería ver. Todavía no nos poníamos la mascarilla todo el tiempo cuando estábamos con los compañeros. Vino el shock, cambios en las consultas, se anula casi todo lo presencial, miedo, no me lo quería creer.

Después momentos de enfado en el trabajo, no podía atender a la gente como antes, es preciso cambiar rápido. La seguridad del paciente se veía comprometida, nos dominaba el miedo y el desconocimiento… Además, una parte de mi trabajo es la docencia, se suspendieron las rotaciones hospitalarias de los residentes de Enfermería Familiar y Comunitaria, y vinieron al centro de salud. Esto significó mayor responsabilidad y también un reto para que aprendiésemos en la atención que realizábamos en el día a día. Que no fuera un tiempo muerto en su formación. Durante ese tiempo, me sirvió pensar en el día a día, atendiendo lo mejor posible a las personas, sus duelos, acompañarlos y revisando lo que se hacía cada día para aprender de los errores.

Momentos de tristeza, al ver el sufrimiento de las personas que atendíamos. El proceso de adaptación de no poder ver a mis familiares, a mis amigos, etc. Escribir cómo me sentía en estos momentos me fue muy útil; reconocer mis propios sentimientos me ayudó en el afrontamiento del día a día; y valorar cómo la gente estaba ahí, la familia, los amigos… aunque no pudieras verlos o tenerlos cerca.

Y así fueron pasando los días. Iba disminuyendo el miedo, más tranquila, empieza la “nueva normalidad”, empiezo a ver los pacientes de forma presencial y hay mucho trabajo pendiente. Vacunas aplazadas, revisiones de personas con enfermedades crónicas. Ellos también vienen con miedo. Todos lo estamos pasando mal. Te cuentan cómo lo han pasado, la soledad, el miedo, la ansiedad cuando salen de casa… Y la pregunta que nos seguimos haciendo, ¿y esto hasta cuándo? No lo sabemos, no podemos hacer planes como antes, nuestros hábitos han cambiado de la noche a la mañana y es difícil adaptarse.

Yo me siento más cercana a la aceptación, más tranquila, ya no siento ese miedo del principio. Es necesario continuar con nuestro trabajo aplicando las medidas de protección que hemos aplicado durante este año para evitar los contagios. Es necesario vivir y desarrollar nuestro trabajo en este contexto de pandemia, de manera que el miedo no me paralice como al principio, sino que sea un miedo “protector” y, de esta forma, me sirva para mi protección y la de los demás.

Cuando vamos retomando las consultas presenciales, los pacientes se alegran mucho de verte, y de ver que estás bien. Y te dicen que te cuides una y otra vez. Hay muchos momentos gratificantes, algunos más alegres como estos casos y otros más tristes, cuando familiares de personas que han fallecido también te dan las gracias por haberlos cuidado en esos momentos. A veces, me siento en un tobogán emocional, que cambia rápidamente de estado de ánimo por las circunstancias que estamos viviendo en estos momentos.

Y así, entre ola y ola, todavía con momentos de impotencia y de pensar “esto es una mierda”, cuando ves tanto sufrimiento en algunas familias y que no termina. Familias enteras contagiadas, sentimientos de culpa porque han contagiado a sus allegados, aislamientos, muertes, etc. El desgaste a nivel emocional es mayor que el físico, manejar estas situaciones extremas nos agota y la recuperación es más difícil, no basta con llegar a casa, descansar, dedicar el tiempo libre a cosas que me gustan…, es algo que hay que digerir poco a poco.

Y saliendo de la penúltima ola, comienza la vacunación, la principal esperanza para que esto pueda terminar. También supone una situación estresante para las enfermeras. Hay que encajarlo dentro de nuestra actividad diaria, hay que aprovechar todas las dosis, organizar agendas…, etc. Aunque supone más trabajo, me siento emocionada, con la esperanza que la vacunación funcione y acabe con tanto sufrimiento.

Para terminar, con mi experiencia durante este tiempo de duelo, quiero poner en valor el trabajo de las enfermeras desde Atención Primaria, de los profesionales que estamos más cerca de los pacientes y sus familias, los que los atendemos en sus casas, lo que los conocemos desde hace años, y los que trabajamos en el día a día en el cuidado de las PERSONAS en todas las dimensiones de sus vidas.

Autora: Soledad Gómez-Escalonilla Lorenzo

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COVID-19, Duelo, enfermeras, pandemia, Relato

Una respuesta a “Relato enfermero: Mi propio duelo”

  1. Me parece una historia muy emotiva y profesional ya que a pesar de las circunstancias afronto todo de la mejor manera y esto a mi parecer motiva y alienta a los futuros enfermeros a enfocarse siempre en hacer de la mejor forma su labor sin importas las dificultades que se le presenten.

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