“Sales con la cara marcada y dolorida, con la piel de las manos y la cara resentida, cansada, pero racionando las fuerzas porque el turno no ha acabado y hay que seguir”

Jueves, 7 de mayo de 2020

por diariodicen.es

“El día a día de los pacientes cambia mucho de uno a otro según su estado. Por lo general, y actualmente (la entrevista para este texto se completó el día 8 de abril), el estado de los que están en la UVI es crítico y luchan por sobrevivir”, explica Naiara Arrizabalaga, enfermera del Servicio de UVI del Hospital Universitario Donostia. “Desde cuidados intensivos es algo que estábamos esperando, teníamos información de otros países. Y cada vez estaba más cerca. Al final llegó, pero era difícil imaginarse que esto iba a ser así”, comienza.

La UVI se llenó en muy poco tiempo, informa Arrizabalaga, y se había de dar respuesta a una situación en la que se multiplicó significativamente la carga de trabajo. “Por suerte, según van pasado los días, ya no hay tantos pacientes que necesiten ingreso en la UVI, pero la estancia de los que están está siendo larga”.

La experiencia enfermera en la UVI

Las personas que llegan a la unidad son pacientes que necesitan cuidados respiratorios importantes, ventilación mecánica y cuidados específicos. Se trata de afectados respiratorios graves, “con mucha carga de trabajo, y a esto se le suma el aislamiento por gotas y contacto estricto, que precisan para que no se propague y para que los profesionales no nos contagiemos”. La estancia es prolongada, con altas dosis de sedación, relajantes musculares, drogas vasoactivas, etc. “A toda esta lista se le pueden añadir complicaciones, como fracaso renal o hepático, con cuidados y procedimientos específicos para intentar resolverlos”.

“La carga de trabajo es muy alta”, insiste, “son pacientes críticos que están en aislamiento. Cuando entras en el box con el EPI puesto, muchas veces tardas unas tres o cuatro horas en quitártelo y salir”. Tras varios aseos, cuidados de tubos orotraqueales, cambios de vías, analíticas, cultivos varios, sondas, nutriciones, medicación, sueroterapia, colocación de catéteres, hemofiltración “y un largo etcétera, sales con la cara marcada y dolorida, con la piel de las manos y la cara resentida, cansada, pero racionando las fuerzas porque el turno no ha acabado y hay que seguir”.

Los que acuden a la UVI son pacientes respiratorios que necesitan ventilación mecánica, que se prolonga durante varios días o semanas, con altas dosis de sedación. En los cuadros clínicos de los casos más graves, el virus provoca una insuficiencia respiratoria potencialmente grave, que requiere de dicha técnica que, subraya, se prolonga, precisando sedoanalgesia, “con la posterior polineuropatía que supone esta situación”. Las necesidades, según avanzan los días, van cambiando de forma considerable. “De primeras hay que darle prioridad a la situación respiratoria e intentar revertirla; días después vienen el ‘destete’, la polineuropatía y la recuperación. Que el paciente vaya recuperando la autonomía para que sea capaz de ir cubriendo él mismo sus propias necesidades. Además de lo mencionado hasta ahora, hay que destacar la falta de contacto con las familias. Es muy duro para los que están ingresados y para los allegados, que se tienen que quedar en casa y no pueden acompañarlos en estos momentos tan duros”.

“Trabajamos con protección, pero cada vez nos preocupa más la escasez de los EPI”, destaca Arrizabalaga, que señala que ver a compañeras de otros servicios concibiendo “apaños” con “plásticos y bolsas de basura, tener que idear cosas porque ya no disponemos de todo el material que teníamos al principio, tener que reutilizarlo porque ‘ya no hay más’, y no saber cuándo te van a traer preocupa y mucho. Estamos expuestos, por eso necesitamos protección, para poder seguir trabajando”.

Por ello, el mensaje que esta enfermera quiere transmitir al resto de profesionales es: “Trabajo en equipo, constancia, resistencia, serenidad, apoyo y ¡mucha, mucha fuerza! No hay nadie mejor que tus compañeros para que te pueda entender: comparte ese café, rapidito, a medio turno, que sirve tanto para llorar como para reír. Ese café, compartiendo tanto, no tiene precio. Sigamos trabajando así, sigamos demostrando con nuestra profesionalidad, que hay que luchar por la sanidad pública, sigamos actuando con responsabilidad, que haya un antes y un después en todo esto”.

COVID-19, enfermera, Hospital Universitario Donostia, UVI

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