Relato enfermero: experiencias que marcan

Martes, 27 de julio de 2021

por diariodicen.es

Ocho de la mañana, empieza una nueva jornada. Pizarra vacía, no hay ningún paciente en este momento pero todos sabemos que esa tranquilidad en situaciones como la actual es pasajera; aun así debemos aprovechar esa calma para revisar todos los boxes, el material, medicación…

Enfermera | iStock
Enfermera | iStock

Pasan las horas y comienzan a llegar pacientes de mayor o menor gravedad pero la situación está controlada por lo que podemos entablar conversación con ellos para que no noten tanto la soledad en el box. De repente, todo cambia, llega un paciente con mal estado, sintomatología respiratoria pero sin diagnóstico de coronavirus.

Se activa el protocolo, el equipo se enfunda el equipo de protección individual y entra para prestarle la atención y los cuidados necesarios: toma de constantes, analítica de sangre, realización de PCR, colocación de medicación y aviso al equipo de radiodiagnóstico para la realización urgente de una placa de tórax.

Avanzan los minutos, el paciente empeora, su saturación y la capacidad de respiración disminuyen. Llegan los resultados, analítica característica de paciente con coronavirus y la placa refleja neumonía bilateral; con ambos criterios, el paciente requiere ingreso pero debemos esperar el resultado de la PCR para su ubicación; llega el resultado que muestra lo que todos sospechábamos: positivo, por lo que el médico regresa al box para comunicárselo y él pueda avisar a sus contactos para que comiencen su confinamiento.

Tras escuchar el diagnóstico, el paciente no se lo explica, va siempre con cuidado, ha seguido todas las recomendaciones oportunas al encargarse del cuidado de su madre y el equipo observa su miedo y nerviosismo por lo que intentan tranquilizarle.

Por el momento el paciente se encuentra estable y parte del equipo sale del box, se retira el equipo de protección individual y sus caras reflejan cansancio, agotamiento al llevar ya más de medio año en la misma situación pero a pesar de ello siguen adelante luchando sin cesar.

Son las 12, la jornada llega a la mitad y, de repente, suenan las alarmas del monitor del paciente, rápidamente varias enfermeras vuelven a colocarse su equipo de protección y acuden al box donde encuentran a un hombre con pánico en los ojos y gran dificultad respiratoria. El equipo de enfermería intenta calmar su angustia, le expresan confianza en su recuperación al tratarse de un hombre joven, pero realmente ellas están asustadas; han visto pacientes que empeoran en cuestión de segundos, múltiples historias y sueños truncados por la pandemia, compañeros agotados física y mentalmente.

A pesar de todo, emplean su energía en tranquilizar al paciente quien nombra continuamente a su familia y es en ese momento cuando la enfermera decide cogerle fuerte la mano para transmitirle serenidad, confianza.

Mientras todo esto ocurre, a unos metros de distancia, en el control de enfermería el resto del equipo médico baraja las distintas opciones para mejorar el estado del paciente y tras hablar con el hospital de referencia deciden realizar la intubación y posterior traslado debido al empeoramiento desde su entrada. De este modo y dado que el resto de pacientes estaban controlados, la unidad se paraliza y todo el equipo pasa a estar pendiente de ese box, todo el mundo quiere servir de ayuda.

Inicialmente el médico le comunica al paciente la decisión tomada, cómo procederán a la realización y le intentan tranquilizar pero él únicamente piensa en su familia, si están informados, si estarán bien y pide unos minutos a solas que le son concedidos para humanizar el momento.

Al regresar al box, el equipo es consciente del miedo del paciente reflejado en su rostro. Van a comenzar, pero antes el paciente alcanza a agradecer la labor realizada sin descanso por el personal, quiénes muestran su gratitud apretándole la mano. Y es en ese momento cuando una lágrima brota y recorre la cara del paciente.

Pasan los minutos, técnica realizada correctamente y paciente conectado al respirador observándose una ligera mejoría. Llega la UVI encargada del traslado, se les da el parte con la medicación colocada y los procedimientos realizados hasta el momento. Se procede al traslado pero la tensión, la angustia y la rabia siguen estando presentes en la unidad.

Una vez recogido el box, realizada la retirada del equipo de protección individual, los profesionales, comienzan a mostrar su enfado, su impotencia, su saturación pero a pesar de ello deben seguir trabajando porque hay otros pacientes que precisan atención.

Mientras en un box contiguo, una enfermera continúa ofreciendo los cuidados pertinentes a otra persona quien se encuentra en esos momentos hablando por teléfono, observándose cierta aprensión en sus palabras al narrar cómo había vivido todo lo ocurrido al escuchar la angustia del paciente, las carreras del personal, los gritos del médico pidiendo más medicación y material. Una vez finalizada la conversación telefónica, el equipo procede a preguntarla su estado actual pero ésta solo alcanza a mostrar su enfado ya que no comprende cómo hay gente que sigue actuando cómo si el virus no existiese cuando sigue habiendo gente jugándose la vida en los hospitales, en soledad, sin poder ver a sus familias.

Son las tres, fin de la jornada llega el fin de semana, eres consciente de que podrás descansar, desconectar. Llegas a casa, intentas evitarlo pero es hora del informativo, las noticias siguen dando datos demoledores y no puedes dejar de pensar en cómo se encontrará el paciente. Por suerte tu familia hace que pienses en otras cosas, logras despejarte, sacarte los ojos de angustia del paciente de tu mente pero por desgracia, hablan de fiestas con multitud de jóvenes sin respetar las medidas y no puedes evitar enfadarte, mostrar rabia ya que no logras comprender cómo siguen sucediendo estos actos sin ser conscientes de la repercusión que puede llegar a tener ya que quizás, el siguiente paciente podría ser familiar suyo y si eso ocurre el arrepentimiento llegará tarde, será ineficaz.

Finalizado el fin de semana, acudes el lunes con energía con ganas de seguir luchando, aprendiendo y ayudando. Recibes noticias esperanzadoras sobre el paciente y no puedes evitar celebrarlo con tus compañeros de batallas. Avanza la mañana, turno tranquilo, pacientes encantadores que te expresan gratitud, apoyo, ganas de avanzar y superar la adversidad.

Pasan los días, dos semanas concretamente desde esa experiencia que te dejó marcada, continúas aprendiendo técnicas, mejorando la comunicación con los pacientes cuando tus compañeros te avisan de que ha llegado una carta que deberías leer. Acudo intrigada pero nada más leer las primeras frases, una inmensa alegría recorre mi cuerpo y una gran sonrisa se oculta bajo la mascarilla.

El paciente se ha recuperado y aunque todavía tiene una larga recuperación por delante ya se encuentra en planta, ha podido conversar y realizar video llamadas con sus familiares, aquellos que tanto le importaban antes de intubarle. Y aunque experiencias como esta te marquen, es ahí en esos pequeños gestos en los que te das cuenta de haber elegido el camino correcto, ya que vivirás multitud de experiencias que te servirán de aprendizaje, situaciones que te harán valorar detalles que antes considerabas insignificantes porque la enfermería es un arte, te permite dar pero también recibir, ya que cómo bien me dijeron una vez, “cuando eres enfermera sabes que cada día tocarás una vida y una vida tocará la tuya”.

Autora: Ana Alameda Mayor

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