Caer para volver a levantarse: luchando por la vocación enfermera

Miércoles, 10 de mayo de 2023

por Natalia Hernández Manjón


Laura Gil ha luchado por su vocación toda la vida.
Laura Gil

¿Alguna vez has pensado qué le dirías a tu yo de niño/a? Solo uno mismo sabe lo que ha vivido, nadie más. A veces las ideas parecen enredarse en la cabeza, o en el estómago, formando un nudo que es difícil de deshacer. A todos nos hubiera gustado no perder el tiempo en cosas o pensamientos que no merecían la pena, o incluso separarnos de personas que no sumaban nada positivo. Nuestro “yo” con el paso de los años, algo más sabio y también menos ingenuo, es consciente de que caerás mil veces, pero volverás a levantarte, y mucho más fuerte.

Laura Gil del Solo lo tiene claro, le daría el empujón y las ganas para seguir adelante que en ese momento no tenía, los ánimos que quizás le faltaron en muchos momentos y le quitaría todas esas ideas que le hicieron replantearse si actuaba bien o mal: “Esa niña se sentía bastante incomprendida, así que le diría que lo está haciendo genial y que continúe así de ‘rara’ y rebelde, guiándose por su instinto. Le daría un abrazo enorme y le confesaría lo maravillosa que es, porque aún no lo sabe”.

La importancia de la vocación

Uno de los momentos más difíciles es saber a qué quieres dedicarte y hacia dónde enfocar tu futuro, una decisión que muchas veces no es firme. Hay que reflexionar, saber qué te importa, qué se te da bien o cuáles son tus motivaciones personales para elegir una profesión. Laura Gil echa la vista atrás y aún le vienen a la cabeza aquellos recuerdos cuando tan solo tenía 10 años, los que le hicieron saber que ella quería ser enfermera.

“Al principio no era consciente de las razones reales que me llevaron a seleccionar Enfermería, simplemente sentía un gran impulso interior que me orientaba hacia esa profesión. No fue hasta muchos años después, cuando realmente descubrí que quería ser enfermera para “salvar a esa mujer muerta” que había sacado del agua cuando tan solo tenía 10 años”, recuerda.

Ella se encontraba de vacaciones en la playa cuando un día su madre, asustada, miró al agua y le preguntó si lo que se veía al fondo era una mujer flotando. Laura no se lo pensó dos veces y se tiró corriendo al agua. “Fue instintivo, en un segundo me encontraba con el agua por la cintura y volteando a aquella mujer. Por aquella época hacía salvamento deportivo. Unos instantes después, llegaron más personas, mientras le sostenía la cabeza con mis manos. Era la primera persona muerta que veía, estaba morada y le salía espuma blanca por la boca; apenas tenía conocimientos, pero sabía que era grave y que había que empezar a realizar las maniobras de RCP cuanto antes. Tenía tanta prisa que recuerdo gritar “¡Vamos a hacerle la RCP en el agua!”, ahora lo pienso y me pregunto si lo habría visto en alguna serie o película. Una vez fuera, la atendieron durante 45 minutos, pero días más tarde nos enteramos de la causa del fallecimiento: un infarto. Ese día lloré de impotencia, necesitaba saber qué tenía que haber hecho para salvarle la vida. A partir de entonces, viví con el deseo inconsciente de aprender para intentar ayudar a otras personas”.

Y así fue. Laura estudió Enfermería y comenzó a trabajar en verano, Navidad, días sueltos, festivos… La situación empezaba a cansarle y las dudas de si había elegido bien comenzaban a rondarle la cabeza. Los turnos interminables, trabajar los festivos o no tener vacaciones y sacrificar con ello la mayor parte de momentos de tu vida. “Al principio lo haces hasta con ilusión porque asumes que eres nueva y tienes que coger experiencia. El problema viene cuando pasan los años, la cosa no cambia y tú sigues en casa de tus padres. Pero no solo era culpa de la inestabilidad laboral, sino que tampoco me sentía satisfecha con la profesión y lo que hacía”.

De esta manera, y al sentirse tan perdida, decidió hacer las maletas y salir al extranjero, pero regresó al poco tiempo. Ese fue el punto de inflexión de su vida, pensando que huyendo encontraría la solución, no acertó. Tras un respiro y un parón en el tiempo entendió que “aunque te escapes al lugar más remoto del planeta, no puedes huir de ti ni de tus problemas, pero también que irte ayuda a ver las cosas con perspectiva y, en la soledad de tu viaje, no te queda más remedio que mirarte sin escapatoria ni distracciones. Después de unas largas reflexiones, me acepté y me quise como nunca antes. Había llegado el momento de volver a casa”.

Al regresar no cesó en su ilusión de ser enfermera. Se trasladó a Mallorca y luego a Gran Canaria, donde enlazó contratos cortos pero consecutivos. Fue ahí donde de verdad volvió a conectar con los motivos reales de por qué quiso ser enfermera y recuperó la ilusión y el sentido por el trabajo, donde la vocación tuvo sentido.

Volver a conectar con la profesión

El trabajo en Gran Canaria le hizo volver a sentirse como esa niña de 10 años en la playa. Probó a trabajar en urgencias extrahospitalarias, en su mayoría rurales, donde pudo estar sola y atender todo tipo de pacientes. “Este tipo de Enfermería es un poco de supervivencia e instinto, ya que en muchos lugares estás tú sola con un médico y los hospitales llegan a estar a una hora de distancia, entonces la gente acude a los centros de salud abiertos 24 horas por ser el sitio más cercano ante un problema grave. De esa forma tuve la oportunidad de atender partos, paradas, etc. Básicamente un poco de todo. Este tipo de trabajo me ponía a prueba cada día, así que, a modo de flashback, volví a sentirme como esa niña de la playa, pero ahora en un pueblo de Gran Canaria. De esta manera supe que esto era lo que había estado buscando durante tanto tiempo y la razón por la que me hice enfermera”.

Muchas veces buscar una vocación o tenerla y no encajar es frustrante. Las nuevas generaciones han crecido con la esperanza y la promesa de tener un futuro mejor. Una sociedad muy formada que tiene un amplio abanico de oferta para elegir. ¿El problema? Aquellas ventajas que considerábamos que venían implícitas (un salario digno, unas vacaciones pagadas, jubilación adecuada, carga de trabajo…) acabarían quedándose por el camino disfrazadas de “trabajo vocacional”.

Para Laura la vocación era entendida como una gran fuerza, una energía motivadora que proviene de uno mismo y de las asociaciones que ha hecho frente a las cosas que han ido sucediendo. “Al intentar salvar a esa persona descubrí la habilidad y los talentos que me fueron dados, el deseo de seguir aprendiendo, saber qué puedo ofrecer en mi paso por el mundo y hacer de ello mi forma de vida”.

Tiene muy claro que la vocación en la Enfermería es fundamental, pero eso no incluye tener que aguantar todo tipo de situaciones o maltratos hacia el colectivo enfermero. “Si tú no eres, tu vocación tampoco lo será.

El amor y el respeto empiezan por uno mismo, y después se trasladan al resto del mundo. Si valoras todo el esfuerzo que has realizado y recuerdas el sentido de todo; si tras mucha resistencia no puedes o no te dejan, no te sigas dando cabezazos contra la pared, ahí no es. Puedes buscar en otro sitio”.

A pesar de todos sus viajes, de sentirse incomprendida y perdida, Laura nunca dejó de elegir la Enfermería como pasión y profesión. Tiene claro que hay que seguir al corazón, pero también hacer caso a la cabeza, no se trata de elegir uno u otro, se trata de ser uno mismo y, sobre todo, de escoger para ser feliz. “Depende de cada uno y de sus prioridades. En mi caso, necesito que todo lo que hago tenga coherencia con lo que siento y pienso que quizás por eso me costó tanto encontrarme, pero ser tan inconformista al final mereció la pena. No fue fácil, no voy a mentir, pero al final, quien busca, encuentra”.

La profesión enfermera no está pasando por el mejor momento: hay un modelo agotado, falta de profesionales enfermeros, ratios insuficientes, contratos precarios, carencia de cuidados al cuidador… un problema que cada vez se agudiza más y que provocan que la vocación quede en un segundo plano. Se necesitan buenos contratos, trabajos, inversión y humanidad para unos cuidados de calidad; volver a mirar a los ojos, con más corazón, consciencia, respeto, escucha y compasión para volver a generar esa vocación que nació en aquella niña hace tantos años atrás. Porque no importa cuantas veces te caigas, siempre y cuando vuelvas a levantarte. Querer con la cabeza, pero también con el corazón porque, a veces lo imposible, solo tarda un poco más.

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