Momentos reales vividos con pacientes reales

Martes, 1 de junio de 2021

por diariodicen.es

Relato corto:

Cualquier profesión tiene cosas buenas y cosas malas. Dentro de las segundas podemos encontrar molestias o perjuicios que se sufren, o también llamados “gajes del oficio”. Hay muchos tipos de pacientes y muchas más historias que contar. Estas suelen surgir por lo novedoso de la situación o por la peculiaridad del paciente y, a veces también, del propio profesional o estudiante en prácticas. Son escenas que quedan grabadas a fuego en la memoria de todos y que son divertidas o interesantes de contar en los descansos, pasillos y encuentros con compañeros de faena.

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Os vamos a contar, a continuación, momentos reales vividos con pacientes reales, que seguro resultan muy llamativos al lector y le hacen reflexionar sobre la naturaleza de ciertas cosas, como toda buena historia.

Como se ha dicho más arriba, hay muchos tipos de pacientes y muchas más historias que contar, por supuesto. En ningún lado faltan historias acerca de la higiene, tampoco en los servicios de atención sanitaria. Y es sobre la higiene de lo que vamos a hablar. Nosotros, para este relato nos vamos a centrar en una clasificación de tres tipos de pacientes y sus historias. Los tipos de pacientes que hemos categorizado para este texto son: los pacientes con higiene normal, los pacientes con higiene muy cuidada y los pacientes con higiene muy descuidada.

El primer tipo de paciente es una persona normal de la calle que sufre cierta patología y en el transcurso de su tratamiento y seguimiento demuestra ser aseado. Es también conocido como “el paciente estándar” y es el que ocupa el grueso de aquella campana de Gauss, la predictora de normalidad. Y es curioso, pero por muy dura que sea la patología que sufre, este primer tipo de paciente se mantiene estable en cuanto a su actitud para con la higiene. Se demuestra que es así porque las citas del día a día lo corroboran. Un día vino un paciente a consulta que padecía un cáncer muy agresivo y de reciente diagnóstico. Se tuvo que desvestir para el chequeo de rutina y su higiene era impoluta, aunque se notaba una obvia tristeza en su cara. En sucesivas visitas su aspecto era similar al de la primera vez, ni muy cuidado ni muy descuidado, es decir, un punto medio. Un día dijo, que no había dejado de descuidar su aspecto por culpa de la enfermedad por el mero hecho de que le hacía sentirse bien estar limpio.

Ahora empieza lo bueno, y es que vamos a narrar la categorización del segundo tipo de paciente: el paciente con higiene muy descuidada. Este tipo de paciente se caracteriza por la inmutabilidad de su actitud hacia la higiene personal sea cual sea la enfermedad que padezca. Y esta actitud es mala, pasota o muy descuidada. Se considera un gaje más del oficio. Y es que si estuviésemos en el 1.500 después de cristo no resultaría extraño que haya pacientes que no se duchen, pero señores, ¡que estamos en el 2020 y hay pacientes que no se duchan! Son muchas las razones por las que la falta de higiene se convierte en algo llamativo en estos pacientes. Una de ellas viene de la mano de uno de los pilares que más influyen en la salud. Estamos hablando del “estilo de vida” de Lalonde. Es decir, dicho estilo de vida lleva unívocamente a la falta de higiene. Una vez tuvimos una paciente que iniciaba tratamiento contra los hongos de ambos pies. El tratamiento duraba 4 meses y tenía que venir a revisión cada 2 semanas. En la primera revisión se le pidió que se descalzara ambos pies. Ella respondió que con uno valía. Nosotros le dijimos que con uno no es suficiente para valorar el efecto del tratamiento y la mejoría de la patología, sobre todo porque era un tratamiento tópico-local y no uno sistémico. Total, que al final conseguimos que se descubriera el otro pie, y… ¡sorpresa! Tenía el otro pie negro. Y no por los hongos.

Sorprende bastante esta escena principalmente porque se trata de un paciente joven, que viste con ropa muy mona y limpia y con ropa interior igual de mona y limpia pero que lleva una nefasta higiene de pies. Lo cual engendra un curioso contraste. Hemos tenido incluso recogidas de muestras de fluidos vaginales que han dejado una huella olorosa de varios minutos en la consulta. Y cabe mención especial para la cera de los oídos. Hemos tenido varias consultas de pacientes asustados de la cantidad de “cosa” en sus orejas. “El otro día me miré al espejo y me asusté al ver ese pringue saliendo de mi oreja, ¿es normal o me pasa algo?”; “Hoy me he levantado de la cama, y me picaba mucho la oreja derecha, me he rascado y he notado algo pringoso. No me duele ni nada, pero, ¿es normal?”; “Un día estaba yo en el sofá viendo la tele, y de pronto el gato se me quedó oliendo la oreja izquierda. Me la exploré para ver porqué tanto olisqueo y resulta que encontré un montón de cosa viscosa. ¿Es normal eso? Oigo bien y eso”, son algunas de las frases que se han llegado a oír.

Dentro del tipo de paciente con higiene muy descuidada existe un subtipo, el de los pacientes que viven en zona rural. Una vez vino un paciente con problemas articulares sistémicos que le limitaban mucho la movilidad de los brazos. Y contaba que cuando le picaba algún lugar de la cara, usaba el asa de la puerta de su casa para rascarse. Ciertamente, en la época de los millennials, eso de acicalarse lo suficiente para quedar bien en la cita con el sanitario ya no se lleva. Y es que era tradición “ponerse guapo” para acudir a tu cita de salud. Pero bueno, no todas las tradiciones pueden mantenerse en el tiempo. Muchas otras veces hemos visto uñas muy marrones y largas que parecían pequeños pero contundentes garfios. Pero eso sí, con el polo de marca y los pantalones de terciopelo, smartphone de última generación sonando de mensajes a cada segundo y pulseras y anillos y relojes muy vistosos.

Toca ahora hablar del tercer y último de tipo de paciente: el paciente con higiene muy cuidada. En concreto nos referimos al paciente con higiene demasiado cuidada.

Una vez vino una paciente que parecía que acababa de salir de una fiesta de gala o que iba a asistir a una después de venir a consulta. Se había hecho de todo, pelo, 3 uñas, ropa, joyería…Todo esto no tenía relevancia alguna hasta que se tuvo que revisar la uña, que era el motivo de consulta. Y es que llegó un momento en el que había que ver si pasaba bien el oxígeno pero era tal la densidad de esmalte que se había echado aquella mujer que ni el más sofisticado aparato medidor lo hubiera conseguido.
Otra de las veces, una paciente se enfadó mucho con nosotros porque le pusimos un gorro para cirugía menor, lo cual es protocolo. En fin, estas anécdotas son solo un retazo de todo lo que viven los profesionales de salud cada día. Y quizás no puedan ser agradables de vivir, pero siempre se les puede dar un toque de humor.

Autor: Diego Llanos Núñez

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