Relato enfermero: Bigotes

Viernes, 29 de octubre de 2021

por diariodicen.es

La COVID-19 llegó para mover a toda la sociedad, a sorprender al mundo entero, a poner al descubierto un número importante de situaciones, que, a pesar de que se habían venido marcando por diversos medios, no se les había dado la importancia necesaria. Los motivos son diversos, algunos, un tanto obscuros; pero con esta pandemia han salido a relucir, poniendo en manifiesto una vulnerabilidad en el sistema de salud mundial.

En este relato voy a contar las cosas que más me han llamado la atención durante mi estancia en primera y segunda línea, enfrentando a la COVID-19. Una de las cosas que me chocó en primeras estancias es ver lo vulnerables que se encuentran los sistemas de salud de todos los países, lo poco preparados que se encontraban para enfrentar situaciones catastróficas. No es de mucha sorpresa esto que menciono, ya que en varias ocasiones, y diferentes personas, asociaciones y demás, habían prendido las alarmas. Pero nadie les hacía caso.

Me extraña que las autoridades sanitarias salgan a decir que les sorprendió la pandemia, que sobrepasó sus previsiones y otras afirmaciones parecidas. Este sobresalto, que pareciera falso, es creíble, ya que muchos funcionarios de salud que están detrás de un escritorio no dimensionan la situación sanitaria real en sus países y no ponen un pie en los hospitales públicos a menos que estén en campaña política. Se dedican a oír, pero no a dar soluciones. Por ello, este primer shock que me deja la pandemia es esa la vulnerabilidad de los sistemas mundiales. Establecer estrategias públicas en salud no es algo sencillo, además con la situación geográfica, social, política y demás, que afecta a quien tiene que tomar decisiones; pero sentados en un escritorio la situación se vuelve más complicada aún.

En lo que se refiere a México, continuando con ese desconcierto que deja la pandemia, al igual que otros países, nos tomó por sorpresa. El sistema de salud mexicano siempre ha adolecido de faltantes en todos los aspectos, y con esta crisis se han hecho más visibles: la lentitud para resolver situaciones apremiantes, la falta de personal que afronte a esa pandemia… Sorprendió un decreto presidencial que mandó a resguardo a un grupo de personas vulnerables, dejando a muchos hospitales con la mitad o menos de personal activo. Esto asombró a propios y ajenos, y tuvieron que tomarse medidas que tardaron en mitigar ese faltante de personal. Situación que se comprende por tener que utilizar un recurso económico que tal vez se tenía contemplado para una emergencia y contaba, sin embargo, con una serie de candados para no ser mal utilizados. Y el tiempo en que se tardó en abrirlos puso en riesgo la vida de muchas personas.

La falta o limitación de insumos que requiere un hospital para funcionar correctamente fue otra carencia que llamó la atención al incrementarse la ocupación. Y al paso de los días esos insumos, de los que se presumía a los cuatro vientos, fueron disminuyendo y, nuevamente, las autoridades eran lentas para mitigar esos faltantes. Esto, sin incluir los nuevos requerimientos que se fueron implementando, como los equipos de protección personal, que llegaban con cuentagotas, a diferencia de los pacientes, que acudían a manos llenas.

Esto a grandes rasgos, pero el Estado de Chihuahua no deja de extrañar. Lo primero es que, a pesar de ser un Estado grande tanto de tamaño como de recaudación de fondos económicos, el sistema de salud se encontraba en una pelea con la Federación cuando aparece la COVID-19. No obstante, no causa estupefacción que esta disputa sea por cuestiones políticas más que para mejorar el sistema, dejando en medio, a la deriva, a pacientes y personal de salud, sin prestaciones que les permitan afrontar la pandemia.

Pero no acaba aquí. En el rubro específico de los profesionales de enfermería, es este colectivo quien ha estado en primera y segunda línea de batalla desde el inicio, quien está las 24 horas los siete días de la semana con el paciente de COVID-19, soportando los estragos que esto conlleva. A pesar de ello, esto no es novedad, ya que siempre en un hospital quien tiene la mayor permanencia son las enfermeras. Lo llamativo que sale de esto es que la profesión de enfermería continúa dormida en cuestiones de decisiones. Otra rama de la salud es la encargada de esta función, lo que deja ir otra oportunidad del gremio para despertar y tomar el lugar que merece.

Esta pandemia está llena de sorpresas que, a fin de cuentas, no resultan como tal, ya que, si se revisan la literatura, conferencias y hasta las pláticas entre colegas enfermeras, no hay nada nuevo, son las mismas situaciones que se han descrito, solo que incrementadas por un virus. Nada nuevo bajo la lupa.

Lo que no extraña es que la enfermera es y seguirá siendo el pilar y el alma de los hospitales, de cualquier nivel de atención. Sin estas los hospitales se pondrían de cabeza, solo falta ese autorreconocimiento, que despertemos como profesión: tomar las tiendas de la salud para evitar sorpresas en tiempos futuros. Y este despertar debe ser lo más pronto posible, porque retos como los que se han presentado y se han ido enfrentando durante la pandemia pueden darse nuevamente en un tiempo futuro. De mayor o menor intensidad, eso aún no lo sabemos, pero hay que estar preparadas, empoderadas y con el control de los sistemas de salud para evitar muertes y situaciones poco agradables para el gremio y la sociedad en general.

Además este relato, con el que, desde el punto de vista personal, trato de resaltar los problemas que he visto durante esta época, me sirve hacer un reconocimiento a quien ha estado al frente de la batalla, sufriendo, enfermándose, con una sociedad que en vez de ayudar empeora la pandemia al no tener las precauciones necesarias para detener la enfermedad. En ese largo camino un gran número de colegas ha perdido la vida, dejando un gran hueco en sus familias, en sus amigos y centros de trabajo. Y ese hueco que dejan difícilmente va a ser ocupado por alguien, porque la tristeza deja huellas imborrables. Historias desgarradoras van a ir surgiendo a medida que pase el tiempo; tal vez quede, ya que esas heridas son dolorosas y al recordarlas duelen más, pero algún día no muy lejano esas historias verán la luz.

Autor: Armando Alberto Portillo Cardona

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COVID-19, México, pandemia, Relato enfermero

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