Relato enfermero: la importancia de acompañar

Martes, 13 de julio de 2021

por diariodicen.es

La mañana comenzó de forma rutinaria, como todos los días de diario desde que comencé las prácticas en el hospital. Una vez estamos en nuestra planta, empieza lo que de cierta forma puede considerarse rutina, pero ningún día es igual al anterior. Algo intrínseco al trabajar con personas. Cuyo resultado es que cada día puede ser un aprendizaje, es parte de la magia de la enfermería. Continuar aprendiendo sobre las personas que atendemos, sobre cómo atenderlas mejor, cómo compartir conocimientos con nuestros compañeros, conocer otras situaciones, cómo acompañar otras formas de entender la vida, la capacidad de ciertas personas a recomponerse en situaciones adversas y algunas relaciones que se forjan entre conversaciones apresuradas entre habitaciones.

profesional sanitario dando la mano al paciente
profesional sanitario dando la mano al paciente

Ese día, cuando todo estaba un poco más tranquilo en la planta, decidimos realizar las curas de las vías periféricas. Ya estaba con la paciente, estaba preparando todo para que el proceso fuera más fácil y rápido. Casi que demasiado concentrada en el proceso y la técnica. Me di cuenta, decidí sacar un tema de conversación mientras se lo estaba realizando. A veces aparece el miedo de no saber qué decir, pero la mayoría de las veces la conversación fluye, conoces al paciente mejor, lo que piensa y lo que siente. Este caso no iba a ser una excepción. A parte de poder brindarle una mejor atención y más especializada, crear un vínculo les da más confianza para comunicar todo lo que les inquieta. Me llamó la atención verla tan activa, se movía a su antojo por la habitación y después de esa conversación mucho más animada. Sin duda, ese día cogí cariño a esa paciente.

Ese mismo día, cuando encontré un hueco en el que pude reflexionar, pensé que lo ideal sería poder tener un poco más de tiempo para poder tener conversaciones un poco más sosegadas de lo que usualmente podemos. Los pacientes te lo agradecen mucho y se nota que se animan. Más teniendo en cuenta la situación en la que estamos por la covid-19. Muchos pacientes no pueden tener un acompañante que les dé cierta seguridad y ánimos. Cuando es realmente necesario en estos casos en los que se encuentran hospitalizados. Se producen más miedos de los habituales y muchas veces podemos hacer algo para reducir esa ansiedad y miedos.

Todos necesitamos en muchas épocas de nuestra vida tener a alguien a nuestro lado, que nos acompañe, que nos escuche, que nos apoye. Definitivamente la enfermedad es uno de esos procesos.

En alguna ocasión he recibido algún comentario de algún compañero en tono despectivo por dedicar un poco más de tiempo en realizar un procedimiento y hablar con los pacientes, cuando no había ninguna urgencia en realizarlo de forma más calmada. Si tenemos la posibilidad, creo que es primordial dedicar tiempo a entablar una conversación con ellos.

Después del fin de semana, al pasar por su habitación e ir a darle los buenos días le vi mucho más adormilada, sin apenas poder vocalizar. En un primer momento la observé con incredulidad, no me esperaba que pudiera haber empeorado tanto en tan poco tiempo. Seguía sin estar acompañada por ningún familiar. Le pregunté sobre cómo se encontraba e intentaba decirme algo, pero apenas le entendía. No sabía bien cómo actuar. Después de tomar sus constantes le acaricié la mano y ella me la apretó fuerte unos segundos mientras se esbozaba una sonrisa en su rostro. Me hubiera gustado dedicarle un poco más de tiempo, pero sobre todo al comienzo de la mañana trabajamos un poco apurados.

A lo largo de esa misma mañana pude ver a un familiar de la paciente en la habitación. Me alegró ver que tuviera compañía de alguien cercano, aunque quizás en ese momento no era plenamente consciente.

El día de después, aunque pareciese poco probable, la paciente estaba mejor. No estaba como el primer día, pero había mejorado bastante respecto al día anterior. Esto me recordó al caso de mi abuela. Se encontraba en el hospital, le detectaron una metástasis. Ella quería volver a su casa. Decidimos realizar los cuidados paliativos domiciliarios. Cuando llegamos a su casa tuvo una mejoría notable, mucha más energía y mucho más contenta. Realmente era algo inaudito para todos. Inevitablemente, después de unos días fue empeorando. Desgraciadamente, en el caso de la paciente ocurrió lo mismo.

Durante unos días cometí el error de apenas conversar con el familiar de la paciente por la falta de tiempo, el no saber qué decir ni cómo brindarle ese apoyo que también necesitaría.

Tras unos tres o cuatro días decidí preguntarle a él sobre cómo se encontraba. En un primer momento no fluyó mucho la conversación, pero poco a poco iba cogiendo cierta confianza. Cada día que pasaba la paciente estaba en un peor estado y el estado de ánimo del familiar de la paciente también iba decayendo. Le hice saber que nosotros también estábamos por si él necesitaba cualquier cosa.

Al día siguiente por la mañana, nada más comenzar el turno, habitación por habitación fui tomando las constantes a todos los pacientes. Al llegar a su habitación me encontré al familiar, me dijo que pensaba que había fallecido. No le encontré el pulso. Minutos después se certificó el fallecimiento. En ese momento había que seguir tomando constantes, una vez terminé fui a su habitación. El familiar estaba sólo, visiblemente afectado. Le di el pésame. Estuve acompañándole un tiempo y en ese tiempo se abrió. Resumió todo el proceso, también se debía a una metástasis. Necesitaba hablar, necesitaba compañía. Es un momento muy duro y en ese momento no tenía a ningún otro allegado con quien compartir su dolor. Quizás en otros momentos, ante un fallecimiento, como profesionales damos nuestras condolencias, pero no están solos.

Como estudiante de enfermería no sé cómo afrontar ciertas situaciones, me frustra no poder dar una mejor atención. Considero que desde un principio tendrían que darnos ciertas herramientas para cuidar de los pacientes, a nosotros mismos y a nuestros compañeros. En la mayoría de situaciones creo que se va aprendiendo según nuestra propia experiencia, pero quizás hay personas que no saben cómo canalizar todos los sentimientos a los que nos enfrentamos como enfermeras día a día.

El año pasado falleció un paciente con el que se forjó una buena relación tanto con él como con su hija. En el momento de las condolencias pude darle un abrazo. Actualmente, con la situación de la pandemia existía esa barrera, mantener cierta distancia. No sabía ciertamente cómo actuar para que se sintiese acompañado, pero me di cuenta de que simplemente por estar allí y escucharle ya le reconfortaba.

Este año hemos recordado lo importante que es no estar solo como paciente y hay que buscar alternativas o cierta organización. Al mismo tiempo que intentamos solventar que los pacientes en una situación grave no estén solos (en el caso que no puedan recibir a ninguna persona cercana, ofrecerles nosotros cierta compañía dentro de nuestras posibilidades) también considero que es importante dedicar un momento a esos familiares.

El factor psicológico tiene una gran importancia y es notable en este tipo de situaciones. Creo que es reseñable darle el espacio que merece. Optar por una mayor formación en psicología, en cómo afrontar ciertas situaciones que forman parte de esta profesión. No únicamente en cómo actuar con otras personas sino cómo actuar en nosotros mismos, dar importancia al autocuidado. Este año hemos sido partícipes de la importancia del bienestar del cuidador, de la necesidad de que, en ciertos momentos más complicados y traumáticos, como profesionales tengamos las herramientas necesarias para saber sobreponernos.

Autora: Clara González Duque

Noticias relacionadas

acompañamiento, apoyo, enfermeras, muerte, Relato, Relatos de enfermería

¿Quieres comentar la noticia?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*
*