Almudena Navarro es enfermera en el Hogar Social San Juan de Dios, en Granada, un centro que “requiere mucha planificación diaria en las distintas unidades, a saber, el taller, el centro de día y la residencia para personas adultas con discapacidad y alto grado de afectación (RGA)”, explica, y destaca que, en lo que respecta a las personas a las que atienden, no hablan de pacientes, sino de usuarios, porque “aunque tienen su discapacidad y sus limitaciones y, algunos de ellos, otras enfermedades de base, es un concepto que vemos más ligado al entorno de los hospitales”.
Así, las necesidades de estos usuarios no son idénticas y, por lo tanto, tampoco las situaciones de cada uno. Con todos se planifican y realizan actividades educativas en las que se trabaja “desde la estación del año, fiestas del mes, manualidades, talleres de cocina o, entre otras, terapias de grupo, que ellos llaman asambleas, así como actividades lúdicas de juegos o excursiones”. Además, con las personas de alto grado de afectación llevan a cabo tareas cotidianas y se trabaja para potenciar, o mantener, su autonomía en su vestuario y acicalamiento, el orden de sus habitaciones y ropa, actividades de psicomotricidad y de deporte diariamente, y tiempo libre para el ocio, ahonda.
“El día a día está cargado de ilusión y optimismo, y siempre está el usuario como eje principal. Su perfil más común es el de personas mayores de edad con discapacidad intelectual que, una vez finalizada su etapa en centros de educación especial, continúan su formación y autonomía en todos los ámbitos”, comenta. En el Hogar San Juan de Dios atienen a personas de los tres grupos de discapacidad intelectual, es decir, leve, moderado y gravemente afectados, que es el caso de los usuarios de la residencia.
Tareas enfermeras en personas con alto grado de afectación
Estas personas, apunta Navarro, requieren mucha atención y acompañamiento para controlar y que expresen sus emociones, mucha vigilancia para evitar situaciones de peligro y una buena convivencia entre ellos. “Es muy importante”, continúa, “mantener en los usuarios una buena calidad de vida y saludable para prevenir mayores niveles de dependencia. Sus necesidades varían, desde suplir las básicas hasta supervisarlas. Todos ellos están incluidos en el programa de salud mental del Servicio Andaluz de Salud”.
Todo ello requiere un trabajo “diario y constante” de las enfermeras. Es necesario identificar correctamente cuáles son las necesidades básicas de los usuarios y sus diagnósticos, y “ponerse unos objetivos de trabajo para conservar y fomentar la salud”. Se trabaja con diagnósticos enfermeros y de promoción de la salud; para ello, las profesionales se realizan labor en equipo con el personal de técnicos en cuidados auxiliares de Enfermería (TCAE) para identificar las actividades básicas de la vida diaria que la persona afectada puede realizar por sí misma, las que precisan ayuda y aquellas que solo requieren supervisión. En este sentido, se realiza registro de balance de ingresos-pérdidas, valoración del estado de la piel, incontinencias o constantes, entre otras actividades.
Navarro detalla que se trabaja con protocolos y sus registros, a saber, el de contenciones homologadas, de caídas, de errores en la medicación, de aislamientos, de ingesta compulsiva, de vacunación, de visitas de familiares y permisos de salida temporal y registros de conductas disruptivas. Las enfermeras gestionan la adquisición, preparación y administración de medicamentos y pañales. “Yo realizo el acompañamiento a los usuarios a sus visitas médicas programadas y la valoración de heridas, lesiones y las curas, si las precisan. Llevo a cabo la extracción de sangre, de orina, de secreciones, pruebas PCR… en coordinación con el centro de salud de referencia. También cumplimento la parte de Enfermería de los procesos asistenciales integrados (PAI) y realizo actividades de promoción de hábitos de vida saludable, como la alimentación, el fomento de la actividad física, el control de la ingesta compulsiva con vigilancia del peso e índice de masa corporal, la higiene bucal o la sexualidad. También realizo valoraciones de salud periódicas para detectar posibles problemas a este respecto”.
Es muy importante, incide, el apoyo y el trabajo con el equipo multidisciplinar del centro, especialmente a la hora de abordar las conductas disruptivas. Las enfermeras mantienen informada a la familia sobre cualquier cambio o acontecimiento que suceda al usuario y realizan el control y el registro del consentimiento informado. “En conclusión, se trabaja con diagnósticos enfermeros y de promoción de la salud y con protocolos de actuación”.
En función del grado de afectación intelectual y/o física la dependencia será mayor o menor, explica Navarro al ser preguntada por la situación de los usuarios cuando acuden al Hogar San Juan de Dios. “En general suelen ser chicos sanos, muy activos, con muchas ganas de pasarlo bien. Se adaptan muy bien a las tareas de trabajo y a las actividades diarias del centro”. Algunos de ellos tienen situaciones familiares complejas y desestructuradas, y “desde aquí también trabajamos y apoyamos”.
En lo que se refiere a los nuevos ingresos, siempre se realiza, de forma previa, una entrevista entre la familia o el tutor legal y el equipo multidisciplinar y se abre la historia del usuario. Se realiza una visita guiada por el centro a la familia para que puedan conocer, en primera persona, el lugar en “el que estará su ser querido, su nuevo hogar, y se les informará de nuestro trabajo diario”. Se realiza el registro y la firma de todos los documentos pertinentes y, posteriormente, existe un primer contacto con el usuario de este con el centro, así como una presentación oficial del resto de usuarios. “Siempre desde la calidez y la cercanía”, afirma.
La importancia de la educación para la salud y la comunicación y el contexto de la COVID-19
“Unos buenos hábitos de vida saludable permiten mantener unas correctas salud y calidad de vida, no viéndose agravada la dependencia de los usuarios. La educación es la garantía para el fomento de salud. Es fundamental”, argumenta Navarro, y subraya que es necesario incidir mucho en la comunicación con los usuarios y que ha de ser diaria. “Es verdad que cada uno de ellos tiene su profesional de referencia, con el que es capaz de expresar aquello que va más allá de lo cotidiano, y eso se debe fomentar. Ellos son los que nos aportan toda la información para seguir trabajando y ponernos objetivos de trabajo y de mejora”, corrobora. En este sentido, dadas las discapacidades, emplean a menudo pictogramas o lenguaje de signos.
Y esta comunicación diaria es asimismo “esencial” con las personas cuidadoras encargadas de los afectados. Existe un registro de actividades que se realizan en cada turno de trabajo (de constantes, de pérdidas, de contenciones homologadas, de visitas y salidas…), y cualquier acontecimiento reseñable ha de ser transmitido a las enfermeras, como, por ejemplo, una caída, un error en la administración de medicación por vía oral, etc. Y, por otra parte, en lo que se refiere a la familia, es preciso favorecer que este aspecto sea “fluido, constante y que se sienta en todo momento que es la que decide y participa en las decisiones de su familiar. La información que aportan los allegados es el otro punto de apoyo del equipo para trabajar con nuestros usuarios”.
Por ello, las enfermeras dan respuesta a estas necesidades del entorno de los usuarios del Hogar San Juan de Dios identificando las de los afectados, situaciones de peligro, valorando continuamente las conductas disruptivas y las de su grupo de trabajo y de los profesionales. Y “también somos un apoyo personal y compañeras de cada uno en su día”.
Por otra parte, la pandemia de la COVID-19 ha tenido mucho impacto en el centro, afirma Navarro, dado que entre los usuarios de las distintas unidades de este “no hemos tenido flujo de personas, ya que los de la residencia ‘viven aquí’ y el resto iba a sus casas y abrían el círculo de personas de contacto”. Así, se suspendió todo tipo de actividades fuera del centro, como las excursiones. Y en el caso de las personas con algo grado de afectación solo se recibían videollamadas con los familiares; se cancelaron permisos de fin de semana y el contacto directo con el entorno. Poco a poco se ha ido recuperando la normalidad y dicho contacto. Primero, con las visitas sin contacto al hogar; luego, con contacto; y, actualmente, se disfruta de los permisos de fin de semana y de vacaciones. “Son personas a las que les afecta mucho no poder salir del centro y no mantener un contacto físico. Esta última temporada nos ha pasado sentir rechazo de la población, al salir a dar un paseo cerca del sitio, por el hecho de que alguno de ellos no llevara mascarilla, a pesar de que están exentos de ello por su discapacidad intelectual. Por no hablar del trauma que les suponía cada vez que había que realizarles una PCR”.
La sobrecarga de trabajo ha sido “una realidad”, apunta esta enfermera, debido a la elaboración de nuevos protocolos, la realización de PCR, control de vacunación, control de síntomas, el contacto con las familias, promover las videollamadas… Además, destaca, con este colectivo “ha sido muy complicado” mantener la distancia de seguridad y la colocación de las mascarillas. “Por supuesto, a esto tenemos que añadir la preocupación no solo profesional, sino también personal por seguir velando con más fuerza que nunca por la salud de quienes nos necesitaban”, concluye.
