La calle de los sueños rotos

Miércoles, 30 de septiembre de 2015

por diariodicen.es

Estoy ante una página en blanco que se va llenando de palabras. Hace frío en la calle y ya dejé a mis amistades en la cafetería de la señora Ana. Hoy estoy cansado y necesito descansar, relajarme. Escribir me tranquiliza, me centra y me ayuda a sobrellevar mi vida. Ya han pasado las fiestas de Navidad, recogí mi humilde nacimiento y retiré el adornado árbol navideño, estoy triste, recuerdo a los familiares que marcharon lejos, cuánto los echo de menos, sobre todo a uno de mis primos, ya fallecido, era como un hermano para mí, tengo ganas de llorar. Mi signo del zodiaco es Libra, el más diplomático, nostálgico y romántico del zodiaco; hay personas que nos percibe como falsos, nada más erróneo a mi parecer, quizás nuestro mayor defecto sea la sinceridad. Por otro lado, cabe reseñar que los “libranos” odiamos las disputas. Cuarenta primaveras, cuarenta inviernos, otoños y veranos ya vividos, momentos de luz y de oscuridad.

Soy un hombre… excéntrico quizás sea la palabra más idónea. Raro es como muchos me describen, incluso un poquito loco, malhumorado en ocasiones pero alegre en la mayor parte del tiempo. Cada vez tengo menos tiempo libre y más quehaceres, pero a pesar de ello siempre encuentro un momento para leer fragmentos de los grandes clásicos de la literatura: Lord Byron, Charles Bukowski, Nietzsche, Shakespeare, H.P. Lovecraft, etc. Me apasiona también la novela de terror y los libros de Stephen King hacen algo más que adornar la estantería de mi cuarto de estar, así como un gran cinéfilo, sin un género preferido (terror, romance, acción, comedia, ciencia ficción, etc.). Películas de bajo presupuesto, así como grandes superproducciones o cine extranjero entretienen a este escritor ocasional.

En mi corazón albergo varias experiencias traumáticas, la más hiriente quizás sea el asesinato de mi padre en la puerta de casa, pero eso es una larga historia que prefiero no contar. Tras la pérdida del cabeza de familia la economía familiar se fue hundiendo o sumergiendo más profundamente que la proa del Titanic en las gélidas aguas del mar; a pesar de ello logré alcanzar el cielo, cumplir mi sueño, que no era otro que estudiar Enfermería. Soñaba con ser enfermero, soñaba con ser un buen enfermero, añado, y las becas proporcionadas por el Estado me lo permitieron. En ocasiones, pienso en la venganza, en tomarme la justicia por mi mano, pero hay algo dentro de mí que me lo impide, decidí libremente perdonar. Ser un buen hombre, vivir tranquilo y cuidar de los míos.

Mi compañero auxiliar de endoscopias solía bromear conmigo diciéndome que yo estaba hecho de fragmentos de enfermeros muertos, que era una especie de Frankenstein de la Enfermería, lo cual me enorgullece, ya que estoy 100% orgulloso de ser lo que soy, enfermero.

Ayer trabajé; ahora estoy en urgencias, en un nuevo edificio recientemente inaugurado, aunque sin terminar de construir. A mi parecer ya está obsoleto, no atiende las necesidades de la sociedad con toda la presteza requerida. No soy el único en el edificio que piensa que hace falta mucho más personal trabajando, tanto celadores, enfermeras, auxiliares y médicos. Pero estamos en tiempo de crisis y de recortes injustos. Ayer trabajé en urgencias y me di cuenta qué significaba la palabra funcionario en mi caso. Es una palabra ya de carácter despectivo, que engloba a multitud de trabajadores de diferentes ámbitos: policías, bomberos, personal administrativo, enfermeros, médicos, profesores, etc., personas que trabajan para la sociedad. Buena gente, trabajadores, insultados. Todos los servicios de la Administración están saturados, nunca se debería comparar lo público con lo privado, por lo menos en Sanidad ya que, en proporción pacientes/centro, lo público atiende mucha más demanda.

Ayer trabajé y como todos los días desde que se ha inaugurado el nuevo centro, salgo cansado, descontento. Mis compañeros y yo nos esforzamos para que la atención sea lo más rápida posible, pero ni en el mejor de los días en los que te sientes un “super enfermero” logras cumplir las expectativas de la población. Nuestros políticos hablan de problemas de adaptación e incluso nuestras jefaturas. Yo creo que es una falta de responsabilidad no reconocer que el nuevo centro no debió ser abierto y como chiquillos culpan al de más abajo para no reconocer su gran error.

El vil metal, el dinero, lo solucionaría: terminar de construir el centro, contratar más gente e incluso volver a abrir una de las urgencias anteriores (antes había dos urgencias hospitalarias, ya cerradas). Somos trabajadores y nos están poniendo en nuestro sitio, estamos en tiempos de crisis económica. Nos dicen ser europeos, pero en España existen cláusulas bancarias que en Europa son ilegales y en vez de sacar una ley que anule todas esas cláusulas, tenemos que acudir a los tribunales, uno a uno o en grupitos. Qué gran negocio. ¿Cómo se levanta un país cosiendo a impuestos a sus ciudadanos? Pronto pondrán un impuesto por el aire que respiramos. Algunos meten la mano en las arcas públicas, cada vez son más, y no se promulgan leyes mucho más duras para castigarles. Vivimos en un país, a mi parecer, tolerante con la corrupción.

La calle de los sueños rotos es mi país, España. Dicen que América es la tierra de los grandes sueños, de las grandes oportunidades. Yo describiré España como el país de los sueños rotos. Es, a grandes rasgos y siendo bueno, la mejor forma que hoy se me ocurre de describir a España.

Me gusta mi profesión, pero siempre la consideré mal pagada. Soy enfermero de vocación, me gusta ayudar a la buena gente e incluso a la mala gente. Pero ello no implica que pueda criticar conductas e incluso que quiera ser mejor remunerado por mi trabajo.

Quizás estas líneas no sean un relato, sino una presentación de mi persona y una crítica social, o una introspección, pero necesitaba expresarme.

González Cordeu A. La calle de los sueños rotos. Metas Enferm may 2015; 18(4): 77-78

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