"Los profesionales enfermeros representan el consuelo ante el dolor, ante la enfermedad"

Lunes, 9 de octubre de 2017

por diariodicen.es

Un actor de renombre, con una trayectoria inalcanzable tanto en cine como en teatro. La imagen de galán de Arturo Fernández es inseparable de la producción cinematográfica y teatral en España gracias a su dilatada experiencia delante de las cámaras y sobre las tablas. Ahora nos presenta Alta seducción, una obra que dirige y protagoniza junto con Carmen del Valle.
Nos habla de su amplia y reconocida carrera, de sus comienzos, de los retos que aún le quedan por encarar a sus 88 años y de su relación con la Enfermería, una profesión que halaga y admira.

© Jean Pierre Ledos

 Pregunta.: Empezó su carrera como actor en papeles de figurante en películas de los años 50. ¿Qué experiencias vivió en aquella época?

Respuesta.: Tiempos de escasez, de incertidumbre profesional, de inseguridad por los pocos estudios con los que contaba, de alejamiento físico, que no emocional, de mi tierra y mis raíces… Sin embargo, tenía la decisión firme de abrirme camino en esta profesión, a la que he de decir que llegué accidentalmente y que me fascinó y me ilusionó desde el primer momento.

P.: Tiene una extensa trayectoria tanto en el cine como en el teatro. Dada su experiencia, ¿podría elegir entre alguno de estos dos ámbitos?

R.: Sin duda alguna me quedo con el teatro, con esa magia del hecho irrepetible de cada actuación, con la inexistencia de filtros entre el actor y el espectador. El cine me gusta mucho, y a él le debo que en su día me permitiera hacerme un nombre para convertirme en cabecera de cartel teatral y tener mi propia compañía que, por cierto, es la que más dura en toda la historia del teatro, en España al menos. Pero, desde mi punto de vista, no hay actor si no hace teatro.

P.: Se ha forjado una imagen de galán de cine a lo largo de todas las películas que ha hecho, ¿qué papel le queda por interpretar a un actor de su talla?

R.: No tengo ningún personaje especial que tenga «obsesión» por interpretar. Lo que sí tengo siempre es ilusión por encontrar nuevos textos, nuevos personajes que me permitan abordar un proyecto más ambicioso que el anterior.

En mis comienzos hice papeles dramáticos en cine y teatro, toqué el clásico, con Albert Boadella tuve la oportunidad de representar al mítico Don Juan y hacer verso, que siempre creí que no estaba entre mis habilidades.
Lo dicho, lo que no pierdo es la ilusión por encontrar un personaje más fascinante como, por ejemplo, Gabriel, el personaje de Alta seducción… y eso te aseguro que no va a ser fácil.

P.: Sobre las tablas, además de como actor, también tiene experiencia dirigiendo y produciendo. ¿Es diferente la profesión desde estos tres puntos de vista?

R.: En común tienen que todo va dirigido a que el espectáculo sea redondo. Son aspectos distintos de un mismo proyecto: llegar al espectador y fascinarlo. Poner de pie una función de teatro, especialmente si se trata de una alta comedia, necesita de un magnífico texto y de una gran interpretación, pero también de ritmo escénico, de un decorado impactante, de la música y la iluminación adecuada y de una gestión que lo permita hacer rentable, sobre todo cuando, como en mi caso, no se piden ni se reciben subvenciones.

P.: Entre sus muchos reconocimientos, en el año 1983 recibió la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor actor por su papel en Truhanes, y en el 2003, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. ¿Qué significaron para usted esos momentos?

R.: Sinceramente, fue un orgullo y un gran honor. Son dos premios excepcionalmente importantes para un actor. Además, suponen una responsabilidad: la de superarse para merecerlos.

P.: Ahora nos presenta la obra Alta seducción, que dirige y protagoniza. Cuéntenos de qué trata y por qué deberíamos ir a verla.

R.: Trata de lo que los hombres llegamos a hacer por seguir sintiéndonos jóvenes cuando ya no lo somos… Va de amor y con humor, con un humor inteligente y elegante. Son dos horas trepidantes de risas, de sonrisas y de ternura. Según me dicen los espectadores que ya la han visto, en la gira previa a entrar en Madrid en el Teatro Amaya, son dos horas en los que se es feliz. Y no están tan fáciles las horas de felicidad… ¡ni tan baratas como una entrada de teatro!

P.: ¿Qué representa para usted la figura de los profesionales enfermeros?

R.: Consuelo ante la enfermedad, ante el dolor. Una profesión admirable que necesariamente ha de ser vocacional por el esfuerzo personal y emocional que conlleva.

P.: ¿Tiene alguna anécdota en su vida personal con ellos?

R.: Anécdota, no recuerdo ninguna especial. Tengo el inmenso privilegio de contar con muy buena salud y no son demasiadas las ocasiones en que los he frecuentado. Pero lo que sí puedo decir es que su presencia siempre me ha dado sensación de bienestar, de protección, incluso cuando llegan a cambiarte el gotero de madrugada.

PÍLDORAS:

¿Cómo definiría la labor enfermera?

Abnegada.

¿Qué no falta en su botiquín?

A mis años, aunque se tenga muy buena salud, empieza a ser necesario que no falte algo más que la Aspirina®… que es lo que no me faltaba nunca.

Ejercicio, ¿en un gimnasio o al aire libre?

Al aire libre siempre.

¿De qué alimento no podría prescindir?

No encuentro ninguno imprescindible.

De no ser actor, ¿qué otra profesió habría escogido?

¡Uf! No lo sé, no me imagino haciendo ninguna otra cosa. Quizá me hubiera gustado ser veterinario.

Actor, Arturo Fernández, enfermeros, revista Metas de Enfermería

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