Relato: El despertar

Jueves, 2 de junio de 2022

por diariodicen.es

Suenan ruidos de ruedas a través de la puerta, siento que me hablan, abro los ojos y veo a una persona disfrazada, me da los buenos días, no entiendo nada. No sé dónde estoy, tengo miedo, grito: ¡mamá!, pero no viene, esta no es mi casa. ¿Quién es? Dice que me tiene que pinchar en la tripa, grito, le oigo decir que debo estar tranquila, ¿acaso es un astronauta?, ¿estaré en otro planeta? Quiero irme a casa con mi madre, cierro los ojos, quiero creer que todo está siendo un sueño.

Son las 8 de la mañana y comienza mi turno. Me pongo el EPI y me llevo el carro de constantes y la medicación. Hoy he descansado bien y me siento con energía para afrontar la mañana. Voy dando los buenos días a mis pacientes y les pregunto qué tal han dormido. Aunque solo llevo aquí unas semanas, he de decir que les estoy cogiendo cariño, al fin y al cabo, el equipo de esta residencia son su familia y, de algún modo, también la nuestra. Todo va bien hasta que entro en la habitación de Marisol.

-Buenos días, Marisol, ¿Qué tal ha dormido?, ¿mejor que ayer con la pastilla nueva?

Marisol es una paciente con deterioro cognitivo, alzhéimer, y lleva en el centro dos años. Con el tiempo ha ido empeorando mentalmente. Me da mucha lástima, pues fue una señora muy inteligente, catedrática de Medicina y generalmente muy agradable. Aunque la pandemia golpeó aquí sin piedad y muchos pacientes y trabajadores se infectaron de COVID-19, Marisol se salvó en un primer momento, pero ahora ha contraído la infección, aunque afortunadamente está prácticamente asintomática. Debido a su alzhéimer olvida que está contagiada.

No responde, mira hacia todos lados, vaya… vuelve a estar desorientada. Le tomo las constantes y le pongo la heparina. Hoy se encuentra muy alterada, grita llamando a su madre. Es curioso ver cómo en la vejez las personas vuelven a su infancia y al amor más fuerte que hay en la mayoría de los casos: el de una madre. No quiero ponerle las sujeciones, sería como si la estuviera atando, pero Marisol ya se ha arrancado la vía varias veces y puede que se levante y se caiga. Decido esperar un rato para ver si se calma, y me alegra ver que se ha quedado dormida mientras hago la ronda por el resto de habitaciones. Por fin vuelve a estar tranquila.

Llega la hora del aseo, las auxiliares van a su habitación y la despiertan.

-Marisol, corazón, buenos días. Vamos a asearla, ¡ya verá qué bien!

¿Quiénes son estas personas, por qué me quitan el camisón y me desnudan? Esto es horrible. ¿Por qué dicen que me están cambiando el pañal? Soy una niña mayor, no uso pañales hace mucho. Me dan un vaso de café con leche con bizcochos y galletas. Estos astronautas parece que quieren mantenerme con vida, debo de ser su rehén. ¡Mmm…! Qué rico está. Estoy más tranquila.

Es agradable comprobar que no ha perdido el apetito y que se ha quedado tranquila con el desayuno. Más tarde, con el ruidoso carro de curas, vuelvo a pasar por las habitaciones para tratar las heridas, limpiar sondas PEG, cambiar traqueotomías, bolsas de ostomías, etc.

Ha vuelto el secuestrador disfrazado, creo que es una mujer por su tono de voz, me saluda como si me conociera de toda la vida. Retira la sábana y me descubre las piernas. De pronto, veo cómo mis pies están envueltos como si de un regalo de Navidad se tratase con una enorme cantidad de vendajes. Cada vez entiendo menos qué me ha pasado. Creo que intenta curármelos; qué raro… no recuerdo haberme hecho ninguna herida, quizás me haya caído en el parque jugando al balón…

¡Qué dolor!, ¡tengo unas heridas enormes!, quiero que venga mi mamá, ¡me duelen mucho!

Marisol tiene dos úlceras por presión en los talones, de estadio 3. Las estamos curando con hidrogel para el tejido de granulación y desbridante enzimático para la zona con esfacelo; alrededor de la herida aplicamos pasta al agua para protegerla, después aplicamos un parche apropiado y la vendamos. Como ya he dicho, llevo poco tiempo trabajando en el centro y no sé cómo llegaron a hacerse estas úlceras tan grandes. En mi opinión deberían haber usado taloneras de protección y ácidos grasos desde que comenzó a estar encamada, es vital prevenir ya que, una vez que se abre la piel, evolucionan muy rápido. He notado algo de mejoría, esperemos que siga así. Una vez curada, la vuelvo a tapar y parece que se queda más a gusto.

Es el turno de la psicóloga y el terapeuta ocupacional. Están realizando a diario videollamadas para que las familias de los pacientes puedan estar en contacto con ellos ya que, debido a la situación actual, han vuelto a restringir bastante las visitas. Ambos llegan a la habitación de Marisol que lleva un tiempo sin poder ver en persona y abrazar a sus hijos. Por eso es tan bueno que, al menos, los pueda ver a diario mediante videollamada. Es algo muy importante, porque a los pacientes les aporta motivación para seguir adelante cada día. Si no fuera por sus familias, muchos ancianos no encontrarían motivos para seguir con vida, lo cual es muy triste pero cierto, pues sus familiares se convierten en la parte más significativa de su vida. Creo que es lo más humano que podemos hacer en estos tiempos tan duros de pandemia.
Además de realizar la videollamada, la psicóloga dialoga con los ancianos para tranquilizarlos y motivarlos y he podido notar que, desde que trabajamos de esta forma, se ha beneficiado enormemente a la salud mental de muchos de los pacientes. Aunque no sea así el caso de Marisol.

-Buenos días, Marisol. ¿Cómo está hoy? Como todos los días vamos a realizar la videollamada con sus hijos, ¿le parece bien?

Pufff, ¿con mis hijos?, ¿pero quién es usted? ¡Si solo tengo 7 años!

Da mucha lástima ver como cada día Marisol se despierta creyendo ser una niña, cuando en realidad es una anciana. Al comenzar la videollamada los hijos de Marisol la saludan con cariño:

-¡Mami, preciosa! ¡Qué alegría verte un día más! ¿Qué tal has dormido?, ¿te encuentras mejor hoy?, ¿te duele algo?

De pronto veo caer una lágrima por la mejilla de Marisol. Como cada día es como si despertara de un sueño y se diera cuenta de la triste realidad: es una anciana con alzhéimer en una residencia de ancianos, y que no puede ver a sus queridos hijos por las restricciones dichosas de la COVID-19.

Pe-pe-pe-pero si son Valentina y Juan, mis hijos, ¡cariños! Ahora me acuerdo, Dios mío, cuánto os echo de menos, deseo veros y os quiero con todo mi corazón. Sois mi razón para levantarme cada día. Estoy mejor, seguro que podréis venir a verme pronto.

FIN

Con este relato he querido visibilizar lo duro que es tener una patología psiquiátrica y cómo les ha golpeado la COVID-19, pues además de poner en riesgo sus vidas y quitarles la alegría de poder disfrutar entre ellos, el ver a un profesional sanitario tan tapado con el EPI les desorienta mucho. Creo que está siendo de vital importancia no perder esa humanización del cuidado enfermero ya que, como nos decían en la facultad, unos buenos cuidados enfermeros se perfeccionan con una palabra cariñosa, una explicación, una caricia, algo que les haga sentir especiales, en definitiva, con respeto, protección y cuidados hacia las personas que nos necesitan, lo que significa, en muchas ocasiones,TODO PARA ELLOS.

Autora: Silvia Aránguez Platero. Enfermera

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