Una noche en observación

Miércoles, 15 de noviembre de 2017

por diariodicen.es

Es casi invierno, son las 19:30 h y ya ha oscurecido. Vivo en el norte, en Navarra, tierra de hermosos paisajes montañosos, tierra con abundancia de zonas verdes. Tierra de señores, donde antiguamente se asentó un reino. Tierra de duros inviernos, aunque cada vez menos fríos debido al cambio climático; sin embargo, esto no ha supuesto la retirada del chiste de que Navarra en invierno es la tierra de Mordor, y quizás yo me considere un montaraz del norte, un vagabundo sin hogar o cuyo hogar abarca a la totalidad de la “tierra media”.

A pesar de todo, como cualquier ser humano, tengo que trabajar para ganarme el sustento y hoy toca trabajar de noche en Observación de Urgencias. Otra noche más, a medida que van pasando los años voy sintiendo más el cansancio, cada vez estoy más convencido que las noches son para dormir, mañana estaré destrozado y por un sueldo, a mi parecer, miserable. Quizás hoy tenga que atender a algún paciente o familiar que tengan más en común con los orcos o trasgos de lo que realmente piensan, por su carácter. Menos mal que siempre tendré la ayuda de mis medianos, mis elfos, mis magos, mis enanos, todo el personal que atiende conmigo: auxiliares, médicos, celadores y enfermeras, y eso me anima. Es mi “familia”, son mis amigos.

Como siempre llego pronto a trabajar, me dirijo al office. Necesito un café de esos con sabor a chocolate de la máquina expendedora. Necesito mi tiempo para entrar a trabajar, para relajarme y concienciarme del aluvión de información que canalizaré durante la noche. Ingresos, traslados, cambios de medicación, vigilancia de monitores, preparación de gráficas y medicación para el día siguiente. Como siempre, he dormido una siesta antes de ir a trabajar, de varias horas, la noche es larga y pesada.

En el office hay compañeros cenando, converso con ellos de cómo está la urgencia y cuántos pacientes están en la Reanimación (circuito C-críticos), en el circuito de leves, el A, o en el circuito B, con pacientes con patologías más serias. Como siempre el circuito A está saturado con personas cuya patología en la mayoría de los casos es banal, por lo cual la sala de espera está llena, lo que me hace pensar lo mal que está organizado el sistema, el abuso que se hace del servicio hospitalario de urgencias. El circuito B no se queda corto. Dan ganas de coger el coche y volverte a casa. Sin embargo, es mi trabajo y me ha costado gran esfuerzo llegar a conseguir una estabilidad laboral en mi vida.

El circuito C, circuito cerrado a la familia, en el cual el paciente tiene patología crítica que necesita cuidados especiales y/o monitorización, también está lleno, cuenta con seis pacientes. Seguro que alguno cae en observación. Ya me han informado que todavía quedan camas en la primera planta, donde está la Observación de Urgencias. Voy a tener una “noche de meneo”.

A las 21:30 h la compañera empieza a contarme el parte de los enfermos. De momento solo tengo cuatro pacientes ingresados de las seis camas que llevaré durante la noche. Hay quien podía criticar que solo seis pacientes para un enfermero son pocos, pero no se trata del número sino de los cuidados que requieran. Tengo ya uno para transfundir por hemorragia digestiva y anemia y otro que no deja de evacuar debido a la preparación para la realización de una colonoscopia; el tercero es un paciente psiquiátrico bastante agresivo, por lo que está contenido de cinco puntos (ambas manos, pies y cintura), por intoxicación mixta de alcohol, benzodiacepinas y antidepresivos. El cuarto paciente presenta dolor torácico y elevación de las enzimas cardiacas, aunque el ECG no ha variado teniendo elevaciones del ST en varias derivaciones, que ya tenía en pasadas ocasiones; está monitorizado en todo momento. A las 3 h le haré una seriación enzimática para ver si siguen elevándose.

Son las 22:15 h y comienzo a preparar las gráficas para el día siguiente, la medicación y sueroterapia para mi turno y el de mañana. Sobre las 23:00 h preparo las analíticas para las 7:00 h. De momento tengo dos: la postransfusional de la hemorragia digestiva y las enzimas del paciente cardiaco.

Suena el teléfono, es el administrativo pidiendo cama para una paciente mayor, anticoagulada con acenocumarol (Sintrom®) por su arritmia cardiaca (fibrilación auricular), que se ha desmayado en casa y se ha golpeado la cabeza. De los tres que estamos en Observación soy el que menos pacientes tiene, por lo que le asigno una cama a mi cargo. Una vez recogidos los datos (nombre y apellidos, edad, patología de ingreso, etc.), procedo a preparar la gráfica de Enfermería, accediendo a la historia clínica de la paciente en la base de datos del ordenador. El escáner realizado en urgencias es normal. El INR de la paciente estaba en 5, por lo cual en Urgencias se le ha puesto vitamina K intravenosa (antídoto del Sintrom®). El médico de Urgencias la sube a Observación para vigilar su estado de consciencia durante la noche y para hacerle un escáner de control a las 8 h.

Son las 00:20 h, voy con retraso y comienzo mi vuelta de medicación de las doce de la noche, tomo constantes a todos los pacientes y doy la medicación de la hora.

Suena la bomba de la transfusión de sangre del paciente con hemorragia digestiva, tengo todavía dos bolsas de sangre por pasar, vuelvo a tomar las constantes al paciente y como tiene tensiones adecuadas pongo el medio Seguril® postransfusional pautado por el médico. El primer concentrado de hematíes acabado, cojo el HemoCod (aparato lector de códigos de barras para el control de hemoderivados) para finalizar la primera bolsa y paso el escáner del aparato por los códigos de la segunda bolsa para iniciar el segundo concentrado. Esta vez el aparato no da problemas, lee bien, cosa extraña, pues hay veces que lo estrellarías contra la pared. Por tanto, preparo la bolsa con el equipo infusor con filtro para coágulos en la bomba infusora y programo la misma para que la transfusión de 280 ml de hemoderivados pase en cuatro horas. Todo ello además de rellenar la hoja verde de control de hemoderivados con hora de inicio, de fin, control de constantes antes y después de las transfusiones y firma del enfermero con número de colegiado responsable de la transfusión.

Entonces se me pasa por la cabeza cómo es posible que tenga la responsabilidad de transfundir y haya una ley que me prohíbe dar un paracetamol por una cefalea si no lo pauta un médico. Pero, ¿quién nos gobierna?

Me comenta mi compañera auxiliar que el paciente de la preparación para la colonoscopia se ha “pegado tal cagada” que a pesar del empapador hay que cambiar toda la cama. Es la 1:00 h, preparamos una palangana con agua, cogemos ropa de cama, pañal y empapador, toalla, compresas para limpiar y esponjas con jabón. Mientras realizamos la higiene vigilamos el color, consistencia y cantidad de la deposición, muy abundante, semilíquida y con restos hemáticos. Una vez el paciente está limpio llamo al circuito B para que me suban ya a la paciente del traumatismo cráneo-encefálico.

Recostamos a la paciente mayor en la cama, le ponemos un pañal nuevo debido a su incontinencia y la monitorizamos para poder controlar los signos vitales desde el control, subimos las barras de la cama para evitar caídas y hacemos pasar a la familia para informarles del funcionamiento de la unidad. La mujer en el momento de ingreso presenta un Glasgow de 15 puntos. Parece estar bien del todo.

El paciente psiquiátrico está dormido, también tiene pañal para evitar que se orine en la cama, aunque está acompañado de un familiar que llama al timbre cuando quiere ir al baño. Menos mal que está dormido, porque él solo se basta para darnos la noche, no es la primera vez que ingresa y ya es conocido en la planta.

Son las 3 h. Mis compañeras reciben otros ingresos: una mujer atropellada en un paso de peatones y que hay que movilizar en una tabla por fracturas en lumbares, costillas y cervicales, con collarín por supuesto, por lo que para el paso de camilla a cama vamos todo el equipo de Enfermería. También ingresa un paciente detenido por la policía tras ocasionar disturbios en un bar, en el que agrede y es agredido.

Ya solo queda una cama que seguro se ocupará. El paciente del dolor torácico duerme. 4:30 h. Suena la bomba de la transfusión, llama el paciente de la preparación, mientras cambio la sangre mi compañera auxiliar me pide ayuda para la higiene de otro paciente. Suena el teléfono, otra vez el administrativo.

Bromeando le digo: “No tengo camas”. “Venga, Alberto, me consta una, la 18”. Un chico joven con un neumotórax.

A las 5:15 h sube el chico, 18 años, delgado, deportista, típico caso de neumotax espontáneo. Sube ya con el Pleur-evac® puesto, es un dispositivo de drenaje de líquido, aire en este caso, retenido en el espacio pleural. Las órdenes médicas no están claras, no pone si el Pleur-evac® tiene que ir conectado a aspiración, por lo que llamo al médico que le ha atendido en urgencias, le comento que los cirujanos torácicos casi siempre ponen el Pleur-evac® a aspiración y muchas veces se enfadan si en Observación no se le ha puesto. Me comenta que sí, que lo ponga a aspiración y que ya me lo pauta en el ordenador.

Refiere molestia por el aparato también en el ingreso, por lo que pongo el Perfalgan® pautado.

Ya son las seis de la mañana, tengo sueño, y mucho frío. El edificio está acondicionado, pero siempre tengo frío a esas horas. Tal vez sea mi edad, mi destemple mañanero o mi hipotiroidismo autoinmune; da igual, tengo frío y sueño.

Me tomo un café delante del monitor del control. Llegan las 7 h y realizo las analíticas de sangre que manda mi compañera a través de balas, tubos de mensajería al laboratorio, ECG al paciente cardiaco, paso por el resto de habitaciones, Pleur-evac® perfectamente conectado, mujer del trauma consciente y orientada, Glasgow 15, con pupilas isocóricas y reactivas, el paciente psiquiátrico sigue dormido y los pañales están cambiados y limpios.

Escribo el parte. Son las 7:55 h. Combustible bien, motores calientes, potencia del motor a medio gas pero suficiente para llegar a casa, solo falta el permiso de despegue. Llega la compañera de la mañana, le cuento el parte y me despido de mis compañeras. Ya puedo marchar al destino fijado: mi cama.

González Cordeu A. Una noche en observación. Metas Enferm sep 2017; 20(7): 78-80

Enfermero, METAS de Enfermería, turno de noche

2 Respuestas a “Una noche en observación”

  1. Eso no es nada hijo , 6 pacientes ?
    Vente a Sevilla 8 críticos de los cuales 6 respiradores , más un aislamiento o 14 pacientes de medicina interna y entonces te quejarás con razón

¿Quieres comentar la noticia?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*
*