La tarea de cuidar antes de la pandemia

Viernes, 12 de noviembre de 2021

por diariodicen.es

Un adulto joven acude para recibir la vacuna de la gripe. Ante mi eminente jubilación, me despido. Él me mira fijamente y me dice “mi madre siempre cuenta que, cuando nací, fuiste a nuestra a casa; y cómo gracias a esa visita mi único alimento durante varios meses fue la lactancia materna”. Sin pestañear, continúa diciendo “te recuerdo desde que era muy pequeño, formas parte de mi niñez, de mi adolescencia; cuando fui a la universidad, cuando fui padre. Te recuerdo cuidando a mis abuelos, a mis padres, a toda mi familia. En fin, formas parte de mi vida, siempre serás mi enfermera”. Me preguntó si me podía dar un beso. Y se fue. Me quedé un poco anonadada y me hizo pensar. Empleó la palabra “cuidar”. Claro, es que soy enfermera, ese siempre fue el eje, la palabra clave de mi trabajo. El cuidado de los demás.

42 años trabajando a través del cuidado, incitando a la gente a cuidar y a que se cuide, dando mucha importancia a esta palabra, porque dependiendo de cómo se utilice, los resultados pueden ser un desastre o todo un éxito. Pero ¿en qué consiste cuidar? Pues cuidar es curar los males, disminuir el dolor, fomentar el bienestar, la alegría, el sosiego, la tranquilidad, estar pendiente de esa persona. Y muchas cosas más.

La persona que cuida tiene que estar preparada para ello, tiene que tener determinadas habilidades, debe estar formada y saber formar. Las enfermeras tenemos que tener la capacidad para transmitir el cuidado porque de ello va a depender el resultado de nuestra intervención. Cuidamos mucho pero no siempre somos conscientes de lo que estamos haciendo. Es el “cuidado invisible”, tan importante y tan poco reconocido. ¿Por qué? Pues porque no se registra, no sale de los libros. Sale del alma y del corazón.

En una ocasión una residente, al salir la paciente de la consulta, me pregunta por qué le dio tantas veces las gracias. Le contesté “te dio las gracias cuando le ayudaste a quitar el abrigo, a subirse y bajar de la báscula, le ayudaste a vestirse, le apurriste el bastón, le llamaste al familiar”. Todo eso forma parte del “cuidado invisible”, muchas pequeñas cosas al cabo del día, esto es lo que forja la empatía, la seguridad y la confianza. ¿Y quién cuida? Pues todos: sanitarios, familias, vecinos, amigos, el voluntariado… Pero los que más cuidamos somos las enfermeras, somos los máximos responsables del cuidado. A nosotros nos corresponde tomar la iniciativa del cuidado integral de las personas.

Una vez hechas las distintas valoraciones a través de los patrones funcionales podemos saber cuáles son las necesidades tanto físicas como cognitivas, emocionales y psicológicas del paciente. Somos diferentes. Para poder ayudar es necesario poder transmitirle a la persona o a su cuidador la importancia y la necesidad de adaptarse a cada situación y así poder cuidarse o cuidarle. Nuestra obligación es velar por su salud y por eso la necesidad de un plan de cuidados integral con sus diagnósticos de enfermería, sus valoraciones e intervenciones adecuadas para poder resolver o por lo menos mitigar la pena y el sufrimiento.

¿Dije cuidadores? ¿Y quiénes son? Pues aquellos que se pasan las 24 horas del día cuidando, personas que para nada son reconocidas. Por no reconocer no se reconocen ni ellas mismas. Muy pocas veces se les valoran su trabajo y su dedicación plena a la persona o personas que cuidan. Lo digo en plural porque existen familias en que en el mismo domicilio hay dos y hasta tres personas mayores incapaces de realizar sus actividades básicas para la vida diaria, y mucho menos las actividades instrumentales. Es posible que no lo sepáis pero esa carga de trabajo que se genera recae sobre la persona que siempre está ahí, sin tiempo para descansar, sin posibilidades de ningún tipo de ocio, sin libertad para ir a ninguna parte y, lo que es peor, ellas mismas lo ven como una obligación porque les viene impuesto. La labor de las enfermeras ante esta situación está demostrado, hay estudios que así lo confirman, que tiene su repercusión en la salud de los cuidadores, que mejora notablemente, disminuye su situación de estrés y, con ello, su angustia, ansiedad, impotencia y todos aquellos problemas que generan física y psicológicamente.

Para entender en qué consiste la tarea de cuidar, aquí va una pequeña historia:

A la consulta de enfermería acude una señora de 80 años, al control de su diabetes. Me cuenta, desesperada, que desde hace meses está al cuidado de un familiar. Es su cuñado, un señor de 92 años que siempre trabajó en la mar; vivió solo hasta que una caída provocó el ingreso en el hospital. Al recibir el alta no les quedó más remedio que llevarlo para su casa: eran su única familia. La mujer me relata cosas que hacen que yo le vaya preguntando otras, y, así, al final de la conversación, tengo casi la seguridad de que el señor tiene un deterioro cognitivo. Sin más, se deriva a la consulta médica. El médico, tras la exploración, le envía al servicio de neurología. Pasados tres meses la señora vuelve al control. Al preguntarle por su familiar empieza a llorar. Su cuñado padece una demencia. No pueden con él, tiene heridas, no come… Se programa domicilio para valoración del paciente.

En la primera visita se observa deterioro de la integridad cutánea, de la movilidad, de la higiene; riesgo de caídas, de aspiración, de lesiones en piel; incontinencia urinaria y fecal; desconocimiento del manejo de los absorbentes; estreñimiento; alteración del patrón del sueño; presencia de signos de riesgo en la salud de los cuidadores por desconocimiento de cómo realizar los cuidados y malestar por no poder aplicarlos de forma correcta. Las enfermeras están ante una situación cada vez más frecuente: los cuidadores superan los 80 años de edad. Esto nos obliga a tener en cuenta algo tan importante como es la salud de los propios cuidadores, imprescindible a la hora de indicarles cómo llevar a cabo los muchos cuidados que necesitan aplicar.

Primer paso, establecer prioridades. Se derivan al trabajador social para que les explique recursos, aunque no sean muchos, y como solicitar todo aquello que de alguna forma les pueda, aunque sea poco, mejorar su calidad de vida. Las enfermeras se deben centrar primero en la cura de sus lesiones en piel, el control del dolor y en la seguridad del paciente. Hablamos de la prevención de las úlceras por presión, de accidentes; de la alimentación equilibrada y de la ingesta de líquidos para evitar deshidratación y desnutrición; del riesgo de atragantamiento; de cómo dar la medicación, etc. En cuanto a los cuidadores, no olvidamos que ambos son octogenarios. Desde el primer momento les proporcionamos asesoramiento, escucha activa y un apoyo incondicional hasta el final de ese trayecto que iniciamos junto. Y que se presenta complicado.

En días sucesivos pudimos observar en el paciente déficit de actividades recreativas, de los cuidados bucales y alteración del lenguaje, lo que complicaba la comunicación. Pasados 15 días, la situación del paciente era la siguiente: lesiones de la piel en vía de resolución, se activan las medidas para prevenir las úlceras por presión y disminuyen los riesgos. En cuanto a los cuidadores, acuden a la trabajadora social, aceptan la enfermedad, plantean dudas y problemas que van surgiendo (cómo asearlo, vestirlo o alimentarle) y presentan menos agobio.

Se demuestra una vez más que las enfermeras se convierten en las “reinas de los cuidados”. Con muchos pacientes, pero sobre todo con los que sufren una demencia, ya que la mayoría, por no decir todos, llega a tener alterados todos los patrones funcionales, y eso supone infinidad de cuidados. La enfermedad es tan cruel que nos obliga a ir cambiando la planificación de estos, haciendo que lo que nos sirve para hoy ya no sirva para mañana.

El paciente falleció pasados dos años. Sus cuidadores hicieron un duelo sin espavientos, Se quedaron tranquilos, sin sensación de culpa. Eso gracias a que eran sabedores de haber hecho todo lo que estaba en sus manos, junto con su equipo de Atención Primaria. Además consiguieron lo que él siempre pidió: terminar su vida en casa y junto a los que lo querían.

La actividad de enfermería se resume en cuidar, educar, enseñar a cuidar y autocuidarse, atender, proteger, consolar y ser capaz de animar.

Autora: Elvira Menéndez Suárez

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